OPINIÓN
Francisco, un papa progresista… para ser papa
21.04.2025
OTHER NEWS (Por Pablo Castaño* – Público.es) – En la serie El nuevo papa, dirigida por Paolo Sorrentino, el pontífice Juan Pablo III anuncia que eliminará la obligación de celibato para los sacerdotes, vigente desde el siglo XII.
Quizá es el tipo de reformas radicales que algunos esperaban cuando Jorge Bergoglio se convirtió en el papa Francisco, en 2013, y encadenó gestos de apertura hasta entonces nunca vistos en la Iglesia católica. Los avances son innegables pero, después de 12 años, el papa real no llegó al atrevimiento del pontífice ficticio interpretado por John Malkovich.
Lo más innovador del papado de Bergoglio ha sido el cambio de prioridades. Después de Juan Pablo II y Benedicto XVI, dos papas obsesionados con la defensa de la moral tradicional católica sobre la familia, el género o la sexualidad, Francisco centró su discurso en la justicia social, el medio ambiente y los derechos de las personas migrantes, temas a los que consagró dos de sus encíclicas e innumerables intervenciones públicas.
En una época de normalización del racismo y la xenofobia, el pontífice se pronunció con contundencia contra la 'Europa fortaleza', calificando de "pecado grave" las políticas contra la inmigración. Elegido en plena resaca de la crisis financiera de 2008 y los movimientos de las plazas de 2011, Bergoglio fustigó a las grandes empresas y denunció las desigualdades con una intensidad poco frecuente entre los jerarcas católicos, mientras alertaba de manera incesante sobre la necesidad de detener la crisis climática. Son solo palabras, podrían decir algunos, pero pronunciadas por el líder espiritual de 1300 millones de personas, con una influencia que pocos líderes políticos tienen.
Más ambiguas fueron las posiciones de Francisco sobre género y diversidad sexual. Empezó su papado con una prometedora rueda de prensa, donde, a una pregunta sobre la homosexualidad en la Iglesia, respondió con un "¿Quién soy yo para juzgar?". Despertó la ira de los sectores ultraconservadores con gestos como la autorización para que los sacerdotes bendijesen "parejas en situación irregular", lo que incluía las del mismo sexo. Además, rompió un tabú al nombrar mujeres en puestos claves del gobierno vaticano (la última durante su hospitalización) e incluirlas en el Sínodo, la asamblea de obispos que discute el futuro de la Iglesia. Para entender la magnitud de estos cambios, vale la pena recordar que en la Iglesia católica sigue siendo motivo de disputa la posibilidad de celebrar misas en latín, una práctica que quedó relegada por el Concilio Vaticano II, hace 60 años.
Estos movimientos rupturistas contrastan con la oposición radical de Bergoglio al derecho al aborto, que considera en todo caso un "asesinato": ha llamado "sicarios" a los médicos que practican interrupciones voluntarias del embarazo. Además, como señaló Nuria Alabao, las críticas de Francisco a una supuesta 'ideología de género' le acercaron a una ultraderecha a la que tanto se ha enfrentado en otros aspectos.
En el ámbito geopolítico - en el que la Santa Sede es un actor destacado - el primer papa latinoamericano se alejó del seguidismo con las capitales occidentales que practicaron sus predecesores Joseph Ratzinger i Karol Wojtyla - este último, un fiel aliado de Washington en la lucha contra el comunismo -. Francisco llegó a un acuerdo con el gobierno chino para el nombramiento de obispos que despertó la ira de la primera administración de Donald Trump, intentó mediar entre Ucrania y Rusia y llamó "terrorismo" a las masacres de civiles cometidas por Israel en Gaza.
Las reformas internas
Un capítulo clave del papado de Francisco fueron las profundas reformas iniciadas en la Iglesia católica, aunque sea una de menos interés para los no católicos. Desde su elección, Bergoglio se propuso acabar con la corrupción que infestaba el Vaticano - como desveló la filtración masiva de Vatileaks - y poner fin a la impunidad de las agresiones sexuales cometidas por sacerdotes contra miles de menores en todo el mundo, a menudo encubiertas por los anteriores papas.
En los dos frentes, el empeño sincero del papa argentino se enfrentó con una estructura burocrática milenaria, anquilosada y repleta de centros de poder dispuestos a torpedear cualquier intento de reforma. Francisco consiguió crear organismos de control y normativas contra el blanqueo de capitales, cerró 5000 cuentas bancarias sospechosas, convocó una cumbre contra la pederastia y aprobó nuevos protocolos de denuncia. Sin embargo, en 2015 se produjo otra filtración masiva de documentos comprometedores sobre las finanzas vaticanas, los Papeles de Panamá de 2016 revelaron inversiones en paraísos fiscales y el primer informe de la Comisión para la Protección de Menores creada para luchar contra la pederastia desveló una "preocupante falta" de estructuras de denuncia y de acompañamiento de las víctimas. El resultado final de las reformas dependerá del próximo papa, que podría impulsarlas o dejarlas morir.
El pontificado de Jorge Bergoglio deja la sensación de tarea inacabada en algunos ámbitos y continuismo en otros (el caso más grave es la condena sin paliativos del aborto), pero ha sido el más aperturista de los últimos tiempos: el papa Francisco ha sido una voz progresista en los debates más importantes de nuestra época, como la inmigración, las desigualdades provocadas por el capitalismo y la crisis climática.
*Periodista y profesor de Ciencia Política en la UAB
Imagen: archivo
Other News
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias