DETALLES
La empleada doméstica de Hitler
29.04.2014
MONTEVIDEO (Uypress) - Elisabeth Kalhammer fue empleada doméstica de Adolfo Hitler en 1943, en su casa de descanso en los Alpes. “Podía pensar, pero no hablar”, fue una de las primeras instrucciones recibidas.
Kalhammer una entrevista publicada por el diario austriaco Salzburger Nachrichten recuerda sus experiencias en la casa del dictador en Berchstesgaden, en los Alpes bávaros. La Oficina de Empleo de la localidad austriaca de Wels escogió entre todas las solicitudes la de la entonces joven de 18 años. Sin embargo, lejos de sentirse feliz por la oportunidad, la mujer de actualmente 89 años reconoce que tuvo miedo la primera vez que llegó al que sería su lugar de trabajo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Pasó por los dos puestos de control de las SS y entró a la casa de Hitler. “La casa estaba llena de invitados y el Führer estaba allí”, recuerda sobre su llegada. La primera regla de la residencia se la comunicaron de inmediato: “Lo que se hable en la casa, no puede salir bajo ningún concepto de ella. Las faltas serán castigadas con la prohibición de poder salir de casa”.
Sólo trabajadores con años a su servicio tenían permitido el acceso a las consideradas “salas privadas” de Hittler; ella sólo lavó, cosió ropa y limpió.
Elisabeth recuerda Eva Braun, pareja del Fürher como una “mujer elegante”, con trajes a la última moda, que disfrutaba de la visita de sus amigos y que era “un gran amor”. Ella se consideradaba en Berghof como la dueña de la casa, aunque no estuviera casada con Hitler.
“Por suerte nunca me encontré con Hitler y no tuve que hablar con él”, pero debía estar al tanto de todas sus manías. “Seguía una estricta dieta para la que tenía a su propia cocinera y sólo bebía agua caliente. Pero bien entrada la noche, Hitler se escabullía a la cocina donde debía haber uno de los conocidos como ‘pasteles del Führer’: un pastel de varias capas de manzana con nueces y pasas. Cuando Hitler salía en alguna ocasión a pasear fuera, estaba prohibido observarlo. Sólo podíamos verlo a través de las cortinas”, cuenta.
El 14 de julio de 1944 fue la última vez que vieron a Hitler en Berghof, seis días antes del atentado en su contra. “A partir de ese momento, creció el nerviosismo en Berghof, y los trabajadores debían comenzar a llevar los tesoros de Hitler al búnker para el que había que bajar 95 escalones”.
Huyó con ayuda de una amiga y llegó dos días antes del final de la guerra a casa de su madre. Hoy vive en la ciudad de Salzburgo, Austria.
r.c.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias