PELÍCULA

Un largo camino a casa

15.06.2022

MONTEVIDEO (Uypress/Esteban Valenti) - Fuimos con Selva a ver la película uruguayo-noruega, “Camino a casa” en su pre estreno en la Sala Zitarroza.

Estamos muy involucrados porque es básicamente la historia de Carlos Caballero, su esposa Annemarie Jeske y su hija Cecilia, que es la madre de dos de mis nietos y fue esposa de mi hijo Claudio. Además compartimos ser bisabuelos y abuela de Macarena y estamos a la espera de Francesco que nacerá a finales de setiembre o principios de octubre. Es una película que nos involucra directamente.

Luego de verla, de emocionarme y emocionarnos y de sufrir, por los recuerdos y la reconstrucción de una parte del pasado, tuve tiempo de pensar un poco y quiero compartirlo con ustedes.

Lo primero, lo abrumador son dos sensaciones, cada historia del exilio y el desexilio es única, irrepetible y aunque las causas pueden ser las mismas, es una parte tan particular de la vida de un conjunto familiar y de amigos y compañeros que no hay manera de compararla o tratar de asimilarla a otras experiencias. Todas fueron duras, difíciles, pero también únicas, en muchos aspectos y sobre todo en sus conclusiones, su resumen, sus mensajes.

Todos fuimos y somos seres humanos frágiles en medio de una gran tormenta, la dictadura, llena de dolor, de desamparo, de desarraigo, de heridas en nuestras familias y en nuestro entorno. Pero todas fueron muy diferentes, solo quiero rescatar algunas conclusiones, que la película, contada sin teatralidad, llena de momentos diarios y simples, de recuerdos de otros tiempos y de diferentes geografías (Noruega y Uruguay, Uruguay y Noruega) nos ofrece.

Qué profundo dolor y qué enormidad de situaciones les impusimos a nuestras familias y en especial a nuestros hijos. ¿Lo asumimos completa y profundamente en esos momentos? Lo dudo.

Era un sacrificio más de la lucha, del riego de la aventura revolucionaria, pero vista a la distancia y del largo camino al exilio y de regreso a casa, en el caso de Carlos, del doble exilio, resulta necesario ser implacables con nosotros mismos y nuestras preguntas.

Nuestras esposas, compañeras, fueron efectivamente una heroínas, como lo dicen Carlos y Cecilia en la película, las que compartían plenamente los riesgos de la militancia o las que se vieron envueltas en cada una de las etapas. No hemos contado, buceado, buscado en sus tragedias, sus soledades, sus renuncias. No lo suficiente.

¿Pero y nuestros hijos, algunos secuestrados, desaparecidos, reaparecidos a su identidad muchos años después, y los miles y miles que esperaron afuera de las cárceles o en el exilio o de la clandestinidad?

De un día para otro los llevamos lejos de su familia, de sus amigos, de su vida normal y durante el largo exilio en los más diversos países tuvieron que forjarse a empujones y esfuerzo una nueva vida. Casi todos eran niños, pequeños niños que hoy tienen entre 40 y 50 años y si uno se preocupa encontrará las marcas de ese desarraigo doble en sus almas, en sus vidas actuales.

No solo el exilio, sino también el desexilio, que fue para ellos totalmente diferente. Nosotros volvíamos a nuestra vida supuestamente normal, a la lucha política, pero ellos tenían que romper los lazos construidos durante muchos años con su compañeros de estudios, sus novias, sus amigos, su experiencia concreta de todos los días y empezar casi de cero y a partir de relatos y fracciones de recuerdos a establecerse en su tierra, que además encontraron tan diferente a su propia experiencia y a los recuerdos y relatos de sus padres.

Nunca voy a olvidar el día que nos encontramos en una cena para despedirnos, con Silvia, la novia italiana de mi hijo Pablo y su familia en una fría noche de octubre de 1984. Cuando en la puerta de Il Mulino nos despedimos había tanta tristeza, tanto sacrificio, tanta esperanza frustrada. Y lo pude comprobar con enorme dolor cuando hace casi un año Pablo falleció y me llamó Silvia, que es médica, que tiene dos hijos, que se encontraron ambas familias en Roma. Su llanto inconsolable me transportó a esa noche de hace casi 38 años.  

La vida nueva en Montevideo nos absorbió, pero viendo la película comprendo o trato de comprender mejor las soledades, las nostalgias de Claudio, de Verónica e incluso de Diego, el hijo de Selva que vivió en Cuba. ¿Le dimos la atención, la importancia que esas fracturas tuvieron en sus vidas?

El desexilio es también tremendo, difícil de describir, porque está hecho de pequeñas sensaciones y de grandes dolores. Es una identidad combinada que nunca se pierde.

La película plantea a través de la vida de una de sus protagonistas, de sus relatos descarnados y sin retórica, esa fractura, esas identidades que nunca terminan de asumirse.

Con mis hijos y mi padre Mario, teníamos un dicho, una frase que sintetiza esa experiencia compartida "Pino o cipresso". Esa alternativa solo Claudio y Verónica la van a comprender, porque tiene muchos significados inexplicables y que no me animo a relatar.

Cada exilio y desexilio fue diferente, porque cada una de las familias tuvimos experiencias diversas, porque cada país de residencia nos aportó cosas muy diferentes a nuestro Uruguay y porque el regreso fue diferente, económica, profesional, socialmente y también políticamente.

Hay una pregunta muy dura que se formula en la película sobre si ¿el derrumbe de una parte importante de nuestro mundo ideal, político, no pone en duda lo que arriesgamos, lo que pagamos y pagaron muchos jóvenes matrimonios con sus hijos a cuestas y toda su familia arrastrada a la tormenta?

A nuestra edad pueden venir oleadas de arrepentimiento, de renuncias e incluso de miradas parciales y, son comprensibles, muchos puentes y muros han caído bajo las aguas de la historia reciente pero también bajo la gran historia de los seres humanos. En pocas décadas.

Cada uno de nosotros responderá con su propia experiencia, su sensibilidad, sus recuerdos y sus esperanzas y también sus resignaciones. No hay recetas, hay un largo y duro camino no solo a casa sino a la propia identidad.

PD. El 16 de junio CAMINO A CASA se estrena en la sala B Auditorio Nelly Goitiño; 23 de julio Cinemateca Uruguaya; 17 de junio Centro Cultural Shangrilá; 1 de julio Centro Cultura de Salinas; 20 de julio Espacio de Memoria, Mercedes, Soriano.

Actualidad
2022-06-15T16:17:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias