Oposición botánica

José Antonio Vera Arena, desde Paraguay

26.04.2022

La oposición política en Paraguay es singular. El Partido Colorado, que lleva un siglo gobernando, el tercio último aplicando las pautas heredadas del General Alfredo Stroessner, cuyo estilo autoritario y despótico opera como doctrina, reivindicada, sin el menor rubor, por el actual Presidente Mario Abdo Benítez y muchos de sus íntimos.

Es gobierno y es oposición al mismo tiempo, duplicidad que, por tradición, desaparece al acercarse las convocatorias electorales, cultivando amores e intereses.

Terminado en 1870 el genocidio del pueblo paraguayo, en la Guerra mal llamada de la Triple Alianza, pues fue Cuatriple dado que la dirigió el imperio británico, que no podía aceptar una república independiente y soberana, diez años después Brasil creo al Partido Colorado, y unos meses antes había hecho lo mismo la cuasi anglófona oligarquía de Buenos Aires, creando al Partido Liberal.

Desde entonces, ambas cabezas del mismo monstruo (Nicolás Guillén por Republicanos y Demócratas en EEUU), se han dividido la administración de los fértiles y ricos subsuelos de los 400 mil kilómetros cuadrados que dejó el despojo territorial por parte de los dos ejércitos mayores en la destrucción de Paraguay, robando 64 mil kms la colonia portuguesa y casi cien mil Argentina. Uruguay, que también participó en el genocidio, nada se llevó, fuera de la doble felonía histórica, pues apenas habían transcurrido 14 años de la muerte del  héroe nacional José Artigas, exiliado en 1820 en las selvas de esta tierra guaraní.

En breves paréntesis de este siglo y medio y, sólo por accidentes electorales, los colorados se han visto obligados a soltar el gobierno pero jamás el poder estatal, el que mantienen secuestrado, con grosero énfasis en los 35 años del reinado de Stroessner (1954/89), y los últimos diez años al servicio de las corporaciones transnacionales del agronegocio y de la narcopolítica.

Destacan dos excepciones a la omnipresencia colorada en los últimos ochenta años, la primera fue los 15 meses del gobierno del Coronel Rafael Franco en 1936, con reforma agraria y horario laboral de ocho horas, al término de la Guerra del Chaco contra Bolivia, y la segunda son los cuatro años de la meritoria administración de Fernando Lugo (2008/12), que terminó un golpe parlamentario, dirigido por Estados Unidos presidido por Obama.

Durante el mandato de Jimmy Cartes, hubo interés en la Casa Blanca de cambiar la imagen en su patio trasero que, desde 1964 en Brasil, sufría varias tiranías militares-empresariales, que se había impuesto criminalmente en Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina, unidos en el Plan Cóndor de exterminio de la militancia desobediente al imperio. Miles fueron asesinados, lesionados de por vida y un trágico número de desaparecidos, en una matanza que Washington optó por cambiarle la faz, suplantando a esos tenebrosos personajes por "demócratas", todos ideológicamente identificados en la obra destructora de los mejores sueños populares. En esa decisión, Stroessner fue uno de los criminales sacrificados, para proseguir el gatopardismo.      

En segundo nivel de la adversidad, detrás de la falacia colorada, algo agita un abanico declamatorio de grupos opositores, desunidos y sin programa, que este último fin de semana, ha reaparecido en dos asambleas separadas, ambas proclamando unidad para derrocar al vetusto, inepto y corrupto oficialismo, declaradamente estronista, inmerso en la narcopolítica.

El primer encuentro se realizó el viernes 22, llamado Concertación, y la fotografía, difundida en la prensa, recuerda la última cena de los apóstoles, figurando fieles y traidores, varios infiltrados bien remunerados y un número importante de autoexcluidos.

El más notorio ausente, aunque no mucho, fue el Frente Guasú, comandado por el exPresidente y exObispo Fernando Lugo, de sorprendente y dañina actitud autista frente al pueblo, en el que aún conservaría un considerable caudal electoral, que inexplicablemente desprecia hasta ahora.

Ambas fuerzas coinciden en utilizar como emblema la palabra Ñemboguetá (unificador y, el domingo, el Frente definió, en elección interna, a su representante para la Presidencia de la República en abril del 2023, presente griego que recayó en la Senadora Esperanza Martínez, médico que fue exitosa Ministra de Salud en los cuatro años del gobierno de Lugo.

El otro ausente notorio fue el exSenador Payo Cubas, personaje extravagante que ha sacudido la somnolienta actividad política paraguaya, que la mayoría de la Cámara expulsó porque no pudo soportar su irreverencia y las constantes denuncias públicas de la presencia de narcotraficantes en la élite del poder público y privado, incluyendo a los tres poderes del Estado.

En la más agresiva y mejor fundamentada oposición, Payo, quien mantiene intercambios de ideas con otros referentes nacionales, es uno de la veintena de autopostulados a la presidencia,  milita con un programa de gobierno de unos 20 puntos, de los cuales diez, tienen objetivo raciocinio.

Esos puntos, por ajustarse a las prioridades que reclama la herculina obra de reencauzar el país, lo diferencian de los otros candidatos de esa oposición botánica, dividida en grupos y especies, incapaz hasta ahora de enfilar propuestas programáticas, cuando apenas falta un año para las elecciones.

El oficialismo milita con montañas de dinero, arropado por inversiones nada santas, que someten a los medios de comunicación, propiedad de tres familias erguidas sobre capitales malhabidos, y a un alto porcentaje de los 380 mil funcionarios del Estado, convertido en la principal empresa nacional, donde 60 por ciento de la población económicamente activa, está desocupada.

La fácil ecuación revela que el Partido de gobierno tiene asegurado cerca de un millón 300 mil votos, sumando los familiares más cercanos y las amistades de un mínimo estimado de 250 mil funcionarios. En Paraguay, el amiguismo es sentimiento respetado, sacrificando las diferencias de ideas.

El exceso de precandidatos, revela noble ambición, pero también inseguridad orgánica y oportunismo, porque destacan candidaturas de diversión y de dispersión al mismo tiempo, lanzadas a oponerse a toda política que pueda tocar los privilegios, sacrificando las fuerzas productivas  y agravando las desigualdades.

El subempleo reina en este Paraguay conservador, estático en sus viejas estructuras de sus diferentes órganos de poder público y privado. El costo de la alimentación, los servicios de salud, y de estudios y alquileres, es el doble del que regía hace un año, en particular en la carne, los combustibles y el transporte.

El grueso de la clase media y de las capas socio profesionales, carecen de conciencia política para investigar las causas de esta paupérrima situación nacional, con dos millones de desnutridos, un cuarto de la población del país, que la demora en concebir ideas atrayentes para impulsar la transformación estructural, puede operar daños irreversibles para el pueblo.

Los aparatos partidarios, a diferencia de lo que acostumbran creer sus máximos dirigentes, no son dueños de los sentimientos y pensar de la gente,  que viene reclamando en las calles sumar las fuerzas populares más advertidas, aún nada alertas frente a los movimientos de los sectores más radicales de la derecha, conocedores de la necesaria unidad, porque la desunión no perdona.

 

José Antonio Vera Arena

Columnistas
2022-04-26T13:25:00

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