"ADOLESCENCIA" o ¿Cómo educamos a nuestros hijos? Carlos Pérez Pereira

25.03.2025

Esta serie de NETFLIX trata un tema actual y globalizado. Este comentario no pretende atender el producto desde un punto de vista especializado, ni el tratamiento de problemas de adolescentes. Es el comentario de un padre y abuelo, tan preocupado y perplejo como el que más.

La anécdota transcurre en un pueblo cualquiera de Inglaterra. Un matrimonio, clase media, en apariencia alineado a los parámetros propios de una sociedad moderna, se ve envuelto en un inesperado juicio legal contra su hijo menor, un adolescente de 13 años. En las cercanías del instituto de enseñanza donde concurre el niño, se produjo, horas antes, el asesinato de una chica de la misma edad, compañera de clase; la policía lo viene a buscar por la noche, sospechado de ser el autor del crimen. Una tropa de gendarmes, armados a guerra, irrumpe en la casa, a paso de topadora, neutraliza a los padres y se lleva al muchacho sin contemplaciones. El padre protesta contra la "forma", por incumplir con normas procesales de fiscalía y policía, pero la protesta se diluye en la burocracia orgánica de los institutos policiales. Hasta ahí todo dentro de lo predecible y que a cualquiera le puede ocurrir, o solo es una de las tantas pistas falsas que nos atiborran las series, como motivo para seguir enganchados por quince tediosos e innecesarios capítulos más. Sin embargo, el ingreso al tema deriva en un sesgo mucho mejor para nuestros intereses, por lo que se nos hace más atendible.

Hay un crimen, hay acusaciones, hay sospechas, pero no hay trampas ni golpes bajos por parte del director. Lo cual es toda una virtud en estos tiempos de series repetidas y estiradas hasta el cansancio, con falsas pistas que alargan y empeoran las series.  

La anécdota revela en principio a un niño con aspecto nada agresivo, de inocencia pura, viviendo inmerso en la vida cristalina de una buena familia. De modo tal que el director, en principio, induce al espectador a aliarse a la teoría de los padres: se trata de un error de la policía, lo que seguramente será aclarado en la dependencia donde se analizan los hechos. El padre sigue a la policía, enojado y sin entender, pero no pasará nada; un pedido de disculpas y a otra cosa. Una demanda por maltrato policial, llevará tiempo y recursos, etc.  "El problema es otro"- advierte el jefe de la investigación al padre que no logra comprender qué está pasando.  

Hago un destaque especial de los camarógrafos que, al estilo de aquella gran serie norteamericana, POLICÍA DE NUEVA YORK, siguen a los protagonistas sin descanso y sin cortes. A medida que se despliegan las escenas, no se despejan dudas, sino que se agregan varias. En la Comisaría, con el padre y siguiendo la evolución del tema con los investigadores, operadores judiciales y abogados, nos ubicamos en un escenario diferente al primario, cuando comienza a conocerse el resultado del trabajo de los detectives. Hay cámaras, testigos y análisis de celulares y computadoras que nos hacen ingresar a una realidad más compleja. El director (excelente, glugueen) mediante el expediente de ir mostrando la personalidad del niño, del padre, de la madre, de los amigos y de la adolescente asesinada, nos inserta en otro mundo, no inesperado, pero hasta ahora visto superficialmente. ¿Cómo educamos a nuestros hijos hoy en día? ¿Cuáles son sus relaciones de amistad y cuáles son los efectos de las "redes sociales" en las que están metidos muchas horas al día? ¿Qué pasa en los institutos de enseñanza? El padre trabaja de 8 de la mañana a las 20 horas. La madre también trabaja muchas horas. Los hijos (una niña de 16 y el niño de 13) concurren normalmente a la escuela secundaria y sus vidas son como la de cualquier adolescente promedio. Y se descorre el velo: el padre habla poco con sus hijos, la madre lo sobreprotege, el niño tiene una computadora y está conectado con sus amigos y con otros espacios de los que los padres no tienen ni idea. Fueron educados con otros sistemas. Ambos padres se apoyan mutuamente. No se culpan, primero, luego cada uno asume su responsabilidad.

La entrevista entre la psicóloga y el muchacho es una escena rica en suspenso, preguntas con segunda o terceras intenciones (muestras de que el niño tiene una inteligencia superior a la media) y una violencia verbal (en algún momento hasta física), que mantiene al espectador "pegado a la butaca", como si estuviera viendo una escena de "Tiburón" o de "Alien, el octavo pasajero", por recordar alguna obra maestra del suspenso.

La psicóloga conduce con sus preguntas a otro escenario, que desconoce, pero tiene pistas: ¿qué actitud tiene ese niño hacia las mujeres? "Me gusta, no soy gay", responde el niño, aunque cada tanto, viéndose en dificultades, alega su condición de adolescente. Revela estar en dominio de su propia situación: ¿Está la Psicóloga habilitada para hacerle ese tipo de preguntas a un niño?, pregunta. ¿Cómo puede una profesional plantear esas preguntas?, se defiende. Y se enlazan otros temas, que surgen de las preguntas de la psicóloga: ¿Cómo se enfrentan los prejuicios y reglas de la cultura machista imperante? ¿Cómo tratamos el tema de las masculinidades, de niños de 12/13/14 años, con el despertar hormonal? ¿Cómo enfrentan esos adolescentes a las hembras que integran su grupo de amigos/as o su clase? ¿Por qué y cómo se refugian en redes de Internet, para conectarse con conocidos y desconocidos, hablando de temas que no hablan con sus padres? Porque estos no tienen tiempo, y a veces ni ganas, de hablarlos con los hijos. O porque no saben cómo enfrentarlos, como confiesan ambos padres. Están desamparados, se sienten indefensos.

Al final, cuando se desata la tragedia, el padre se enciende en una crisis de violencia, primero reaccionando contra el mundo que le hace "bulling", y luego encontrándose consigo mismo en una suerte de introspección desgarradora, que comienza con una confesión: Mi padre me reventaba a palos; me pegaba hasta en el suelo y sus palizas me dolían por varios días. Y yo pensé, qué horrible manera de educar. Jamás trataré a mis hijos de esta manera. Y lo cumplí; jamás le levanté una mano a ninguno de mis hijos. "¿Entonces, ¿qué hice mal?, ¿qué hicimos mal, nosotros que fuimos buenos padres? Se preguntan ambos en una crisis de llanto y un acto de constricción dramático, con un final de liberación, pero a la vez de desafío lanzado a los padres de hoy. Este mundo nuevo, en el que están nuestros hijos, no puede ser entendido fácilmente por quienes vivieron épocas anteriores, y aún recientes. Entonces, hay que preguntarse: ¿qué es ser buenos padres hoy en día? Y la respuesta, o las respuestas, no serán fáciles, como no es fácil el propio mundo en que vivimos.

 

Carlos Pérez Perira

 

Columnistas
2025-03-25T12:10:00

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