CALLE A CALLE MVD (*)
¿La esposa de quién?
21.04.2025
MONTEVIDEO (Uypress/Daniel Feldman) – Solamente el 7% de las calles montevideanas que llevan nombres de personas tienen el de una mujer.
¿Fruto de épocas pretéritas?, ¿machismo institucional? Vaya uno a saber cuáles son los motivos de la infrarrepresentación del sexo femenino en el nomenclátor de nuestra capital.
De las aproximadamente 5.700 calles de la ciudad, hasta 2019 solo 142 llevaban nombres de mujeres. A partir de ese estudio, la Intendencia de Montevideo concretó en ese año una nueva normativa, que establece que de cada cuatro nombres de personas que se incorporen al nomenclátor, tres deben corresponder a mujeres.
No es objetivo de esta nota discutir la pertinencia o no de tal resolución. Sí se puede dejar constancia de que, seis años después de establecida la norma, la situación no ha sufrido modificaciones significativas.
Aunque con cierto deterioro, encontramos en la vía de hoy una chapa de las de antes, esmaltada, de color azul, con la denominación de la calle, que en un acto de resistencia parece intentar dar un tímido mentís a lo contado por Alfredo Ghierra (sí, el mismo de la campaña Ghierra intendente): en una entrevista con el semanario Voces relataba que una señora venezolana le había preguntado "¿por qué acá todas las calles se llaman Doña Coca?". Él denomina a esto "privatización del espacio", convertido además en "una contaminación visual brutal".
Tampoco esto va a ser tema de un devaneo teórico en esta nota.
Recuerdo que, para cierto asombro de mis padres, a nuestras maestras de la escuela las llamábamos por su nombre de pila -Delia, Helena, Eva, María Luisa, etc.-, sin el consabido "señorita" de antaño.
Ya en el presente, mi nieta se dirige a la suya como "mae", no en un viraje hacia las religiones de origen africano, sino simplemente como apócope de maestra.
Ingresados al liceo, como seres que creíamos nos preparábamos para un rápido ingreso al mundo adulto, a los profesores y profesoras los llamábamos por su apellido. Pero lo particular era que, como regla casi general, a las profesoras las citábamos por su apellido de casada (en los casos en que este fuera el estado civil de la docente).
La profesora Fernández en realidad era la esposa de un tal señor Fernández, del que desconocíamos cualquier otro dato además del hecho de estar casado con quien nos dictaba clase.
La calle que hoy nos ocupa en este trajinar por la ciudad da para abordar varios temas. María Stagnero nació en Montevideo en 1856, y falleció en agosto de 1922, luego de una dilatada carrera como maestra, directora y pedagoga, destacándose su papel en la fundación del por entonces Instituto Normal de Señoritas, dedicado a la formación de maestras para enseñanza primaria; hoy, Instituto Normal que lleva su nombre.
Según su biografía, proveniente de una familia modesta, ingresó tardíamente a la educación primaria, cuando contaba con doce años, pero a pesar de esto, gracias a su capacidad intelectual y contracción al estudio, obtuvo el título de maestra de primer grado a los dieciséis años.
Se casó con un militar de apellido Munar, que la abandonó y de quien la historia no nos ha legado información, con el que tuvo dos hijas, Margarita y Ana.
De ahí que, inicialmente, todos la conozcamos como María Stagnero de Munar.
En 1876, época en que trabajaba como ayudante en la escuela donde cursó estudios, recibió una mención honorífica de manos del reformador José Pedro Varela, por su constante lucha por la educación del pueblo.
Una avanzada para su época, fue la única mujer en dictar clases en la Sociedad de Amigos de la Educación Popular, adonde fue convocada luego del fallecimiento de Varela.
La calle con su nombre que atraviesa de sur a norte el barrio La Unión, nos permitió descubrir la casa donde habitó Rubens Darío Calabria Severi, destacado vecino de la zona.
Nos referíamos más arriba a la escasez de nombres femeninos en el nomenclátor de la ciudad, y a que, en muchas ocasiones, se las refería con sus nombres de casada.
He transitado poco por la zona, pero las veces que lo hice no pude dejar de reparar y detenerme en la Casa Colectiva, en el cruce con la calle Cabrera. No consigo definir qué, pero algo me llama la atención de ese complejo, donde deben habitar numerosas familias.
Tal vez el punto más destacado sea el cruce con la avenida 8 de Octubre. Dos cosas me hacen reparar en él. Una es la esquina suroeste, donde una casa de altos con un imponente mirador nos da fe de tiempos otrora mejores.
Siempre me atrajeron esos miradores que aún pueden observarse en numerosas viviendas de la ciudad. Dicen los que saben -o pretenden saber- que tenían como función principal ser puntos de observación y contralor de la actividad náutica, en especial de la llegada de barcos con mercaderías. No me atrevo a determinar a priori si, eliminando toda la polución edilicia generada en la segunda mitad siglo XX y en lo que va del XXI se puede otear la llegada de las naves. Igual, sirve como explicación, además de que, obviamente, eran puntos de socialización y observación del paisaje circundante.
En frente, en lo que vendría a ser la esquina noroeste del cruce citado, me deleito también con el "Grupo Escolar de La Unión", popularmente conocido como Escuela Sanguinetti, que en noviembre de este año celebrará su centenario.
Declarado Monumento Histórico Nacional en 2021, el complejo resultó de la donación de Felipe Sanguinetti, y tenía como idea inicial la construcción de dos escuelas, una para varones y otra para niñas, que conformaran un conjunto único.
Como se decía, de acuerdo a una recopilación de nomada.uy, el edificio debía "tener un carácter sencillo, como conviene a su destino", y los anteproyectos deben "ser confeccionados con prescindencia de toda decoración superflua, dando prelación a la composición general y a la realización práctica del programa pedagógico en sus esenciales cualidades de higiene, cubaje, aire y difusión de luz".
Pero volvamos a María Stagnero de Munar. Meses atrás, en diciembre de 2024, a pedido de descendientes de la educadora, la Intendencia de Montevideo procedió a renombrar la biblioteca infantil que lleva su nombre (la primera biblioteca pública infantil de América Latina), ubicada en el castillito del parque Rodó.
Los familiares de la maestra presentaron la propuesta el 19 de abril del año pasado, con la pretensión de reparar simbólicamente a esa destacada figura de la enseñanza.
Se decía en el pedido: "Casada desde muy joven con el capitán Miguel Munar, debió enfrentar las reticencias de su esposo para seguir adelante con su formación docente y, finalmente, ante la firme determinación de seguir adelante con su carrera, este decidió abandonarla, quedando María Stagnero sola con sus dos pequeñas hijas -Margarita y Ana María Teresa-, dando muestras de un coraje y determinación algo inusuales para la época."
Es muy probable que María haya ganado con la huida de su marido, pero entonces resulta de justicia que el nombre de este no permanezca asociado al homenaje de la ciudad, incluso con algunas viviendas que, en sus chapas, tal vez por la escasez de espacio, resumen el nombre de la vía como Munar, haciendo caso omiso de María y de Stagnero.
Como muchas cosas de la ciudad, este acto de justicia histórica puede quedar a medias, ya que la calle sigue ostentando el apellido de su exesposo, como también así figura en el monumento ubicado en el Prado.
Desconozco cuáles son los mecanismos que se deben aplicar para hacer esa modificación en el nomenclátor, pero no estaría mal que se hiciera, así como tampoco estaría mal que, para comenzar y en señal de respeto y homenaje, se pueda eliminar el basurero perenne que junto al contenedor está ubicado a los costados de la escuela Sanguinetti... en la calle María Stagnero (de Munar).
(*) CALLE A CALLE MVD pretende acercarnos al por qué de los nombres de las vías públicas de la ciudad... y tal vez a otros desvaríos
Daniel Feldman | Periodista