¿Todos tenemos 24 horas? Cómo la movilidad profundiza la desigualdad en los jóvenes. Niro Vázquez

13.03.2025

Muchas veces, solemos asociar a la desigualdad como un concepto unidimensional ligado exclusivamente a la economía o los ingresos. Si bien las diferencias económicas son una de sus manifestaciones más evidentes, la desigualdad también se expresa en aspectos multidimensionales de la vida.

 

Puede ser en la educación: donde suele variar la continuidad de la educación dependiendo en gran medida del contexto socioeconómico. También el acceso a atención médica de calidad en las zonas de inferior situación económica se ve perjudicado, donde hay un menor nivel de cercanía con los centros de salud, y una mayor tasa de saturación en los mismos. Otro contexto, más evidente es en la seguridad, la violencia y la criminalidad no afectan a todos y todas por igual; los barrios con menor poder adquisitivo suelen estar más expuestos a más situaciones de inseguridad. 

Hablando particularmente de Montevideo -departamento que ha sido reconocido por sus esfuerzos en reducir la desigualdad socioeconómica-, se encuentra - como en la mayoría de los departamentos- una de las brechas menos visibilizadas: la desigualdad en el acceso a la movilidad urbana. Esto se debe a que no todos los sectores de la población tienen las mismas condiciones para desplazarse de manera eficiente y segura. La movilidad desigual, no sólo refleja una problemática existente, sino que también la profundiza, convirtiéndose en un factor limitante del bienestar y del desarrollo personal.

La juventud desigual 

Antes de continuar con este análisis, es importante destacar que el grupo mayoritario de usuarios del transporte público lo conforman los jóvenes de 18 a 29 años, quienes realizan un 25% de los viajes (1). Esta proporción se amplía considerablemente al considerar a las personas de entre 10 y 35 años, alcanzando aproximadamente el 40% de los viajes (2).

Por ende, abordaremos este eje de la desigualdad enfocando a una visión de quienes más la sufren: los jóvenes. La desigualdad en el acceso al transporte y la movilidad, se traduce en tiempos de traslado más largos, menor acceso a opciones de transporte eficientes y una fuerte dependencia de un sistema de transporte público, que en muchos casos no responde a sus necesidades.

Por eso se entiende que el acceso al transporte no es solo un tema de movilidad, sino también de equidad. Según el sociólogo Diego Hernández  (3) -experto en transporte y desarrollo urbano- la movilidad es un factor determinante en la distribución de oportunidades laborales, educativas y de bienestar. Si una persona necesita trasladarse grandes distancias en tiempos prolongados para acceder a estas oportunidades, su calidad de vida se ve directamente afectada. En este sentido, el sistema de transporte de una ciudad puede ser un factor que mitigue o perpetúe la desigualdad.

¿Quiénes tienen el privilegio en esta medición?

En toda desigualdad, hay un privilegiado y un desfavorecido. Según la forma que midamos esto, podemos tener distintos resultados. Abordaremos uno de los mayores factores de desigualdad en la movilidad que es la diferencia en los tiempos de transporte.

Según la Encuesta de Movilidad del Área Metropolitana de Montevideo (4), los viajes en transporte público tienen una duración promedio de 46 minutos (sin tomar en cuenta la espera), mientras que los realizados en auto o moto son de apenas 21 minutos. Esto significa que un joven que no posee vehículo propio pierde mucho más del doble de tiempo en cada desplazamiento.

Este problema es aún más grave para los jóvenes de nivel socioeconómico bajo, quienes son los que más dependen del STM. Mientras que en los hogares de nivel alto (según el INSE) hay en promedio 0,90 autos por vivienda, en los hogares de nivel bajo esta cifra se reduce a apenas 0,09. La ausencia de un vehículo particular no solo impacta en la comodidad, sino en la posibilidad de aprovechar el tiempo para estudiar, trabajar o simplemente descansar. El transporte público es, por tanto, la única opción para la mayoría de los jóvenes, pero sin ser un sistema eficiente para todas y todos. 

Además, la brecha no existe únicamente entre los que cuentan o no con vehículo personal, sino también entre quienes solo utilizan el STM. Esto se evidencia en que aquellos jóvenes y adultos que viven en barrios periféricos enfrentan una menor frecuencia de ómnibus y rutas más largas, lo que puede hacer que un trayecto de 20 minutos en auto tome más de una hora (entre viaje y espera) en transporte público. Unido a esto, la inseguridad en estas zonas se agrava: en áreas donde la espera del ómnibus en horas de menor circulación se siente eterna; en este punto las mujeres se ven doblemente vulneradas. De hecho, según la encuesta realizada por la Usina de Percepción Ciudadana y L'Oréal Groupe, el 67% de las mujeres ha experimentado acoso callejero en algún momento de su vida, y un 43% señala que el transporte público es uno de los escenarios donde se produce este tipo de violencia (el doble que en los hombres). Estos datos refuerzan cómo la experiencia diaria del transporte público en barrios periféricos no solo deja que desear, sino que también expone a las mujeres a mayores riesgos de inseguridad. (5)

Este desequilibrio en la movilidad urbana contribuye a perpetuar la desigualdad económica que nos afecta. Por ello, es que no todos y todas "contamos con las mismas 24 horas". Ya sea para educación, trabajo u ocio, hay una gran parte de los jóvenes que les toma casi el triple de tiempo llegar a los mismos lugares. ¿Qué tan iguales son esas 24 horas para un joven que, estudiando 4 horas y trabajando 6, le dedica 2 horas de su día a moverse por Montevideo?

Un transporte público que combata la desigualdad 

El transporte público debe desempeñar un papel clave en la reducción de desigualdades, pero para ello debe ser más eficiente y accesible. El acceso al transporte es un prerrequisito fundamental para el ejercicio de derechos como la educación, el trabajo y la salud. Si una persona no puede acceder a estas oportunidades debido a barreras de movilidad, su situación de desigualdad se profundiza.

Para que el transporte público se profundice como mecanismo de inclusión social, es crucial implementar políticas que garanticen no solo su calidad, sino también su accesibilidad para toda la población, especialmente los sectores más vulnerables. Aquí presento algunas medidas clave que pueden contribuir a reducir la desigualdad en este ámbito:

  1. Mejorar la frecuencia del servicio: Uno de los principales inconvenientes del transporte público es el tiempo de espera de algunas líneas. Mejorar la frecuencia reduciría significativamente los tiempos de traslado, lo que facilitaría el acceso de las personas a sus lugares de trabajo, estudio y otros destinos importantes.
  2. Expandir los beneficios tarifarios para estudiantes y trabajadores jóvenes: La tarifa del transporte público puede ser una barrera para muchas personas, especialmente aquellas que están en etapas de formación o en sus primeros empleos. Expander los beneficios tarifarios para estudiantes y trabajadores jóvenes permitiría hacer el transporte más accesible, aliviando la carga económica y asegurando que más personas puedan acceder a este servicio esencial.
  3. Mejorar el sistema STM-APP con cobertura GPS total: El sistema STM-APP ha sido una herramienta útil para que los usuarios puedan monitorear el estado de las unidades de transporte público en tiempo real. Sin embargo, es fundamental que este sistema cubra el 100% de las unidades con tecnología GPS. Esto permitiría seguir todas las unidades en tiempo real facilitando la predicción de la llegada.
  4. Aumentar la cantidad de unidades con accesibilidad para personas con movilidad reducida: La inclusión de personas con capacidades de movilidad reducida en el sistema de transporte público es un aspecto fundamental para reducir la desigualdad. Aumentar la cantidad de unidades con acceso de rampa no solo mejora la accesibilidad, sino que también asegura que todas las personas puedan desplazarse con dignidad y comodidad.
  5. Pensar la movilidad con perspectiva de género: Adaptando el transporte público para que sea seguro y accesible para todas y para todos. Esto incluye mejorar la iluminación en torno a las paradas y -como en el Punto 1- aumentar la frecuencia de las líneas. También debemos pensar en como profundizar en la capacitación del personal de transporte para manejar situaciones de acoso. 

La implementación de estas medidas no solo mejoraría la calidad del servicio de transporte público, sino que también contribuiría a un entorno más inclusivo y accesible para toda la población, reduciendo las brechas de desigualdad y promoviendo la equidad en el acceso a oportunidades.                                                    

Es crucial que Montevideo avance hacia un modelo de movilidad más equitativo y sostenible. Mejorar el transporte público no solo beneficiaría a los sectores más vulnerables, sino que también contribuiría a una ciudad más justa, conectada y accesible para todos y todas.

Niro Vázquez es estudiante de Economía y militante de la Juventud Seregnista.

Notas

1 Portal de Datos Abiertos de la Intendencia de Montevideo

2 Elaboración propia.

3 Hernández, D. (2023, 31 de agosto). Los vínculos entre la movilidad, transporte público y el bienestar. CINVE. 

4 Mauttone, A., & Hernández, D. (2017). Encuesta de movilidad del Área Metropolitana de Montevideo: Principales resultados e indicadores.

https://ladiaria.com.uy/feminismos/articulo/2024/8/siete-de-cada-diez-mujeres-uruguayas-atravesaron- su-primera-situacion-de-acoso-sexual-callejero-antes-de-los-18-anos/ 

Columnistas
2025-03-13T06:15:00

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