Sincerar al Frente Amplio, ¿es posible?
Alberto Rodríguez Genta
15.08.2016
¡Es de lo más difícil! Por más que todos tengamos claro y hacemos gárgaras con la necesidad de la unidad, de la autocrítica constructiva, y todo eso, en el fondo, seguimos jugando a los soldaditos de plomo.
No hay un verdadero sinceramiento; no hay una verdadera apertura, más allá del discurso y algún artículo mediático tratando de hacer una catarsis personal, desde una posición muy sectorial. No hay una autocrítica de brazos y oídos abiertos, para escuchar al otro compañero que tiene una posición ideológica o una concepción de gobernabilidad, distinta a la nuestra. No hay ni simpatía, ni empatía. Y fundamentalmente, no nos hemos atrevido y no nos atrevemos, a mirarnos las caras, a dialogar, a razonar, a corregir si fuera necesario, o por lo menos a adaptar nuestro pensamiento al sentido más amplio de objetivos de gobernabilidad. Y fundamentalmente -a aceptar la realidad -para enfrentar la responsabilidad de gobernar para el mayor bienestar de TODOS los uruguayos.
No; no nos resignamos a no tener la razón, y menos a tener que modificar la opinión! Venimos a los encuentros de debate (que por cierto han sido muy pocos) con el discurso ya armado, cocinado, y embalsamado, para descargarlo ante los demás. Venimos a imponer, no a proponer. Y esa es y será, nuestra perdición!
Y por supuesto que yo también estoy influenciado cuando hago este artículo, en la esperanza y el deseo de que lo lean mucho de mis conciudadanos, desde mis principios y valores tan irrenunciables. Pero para enfrentarme a "mis conciudadanos" en esta o cualquier otra tarea, debo aceptar ante todo la diversidad de pensamiento y opiniones, y abrirme a ellas, para lograr un aval de credibilidad para ser escuchado. Y sobre todo, ante la necesidad de reconocer los hechos, que marcan los aciertos o errores de toda concepción política, ante la sociedad.
Y es que de lo contrario, me sentiría un simple y triste espermatozoide que -con mucho esfuerzo y dedicación, eso sí - logró ser algo en la vida. Pero no mucho más que eso.
Y es que este país, generoso y democrático como ninguno, al punto de ser considerado el país con mayor democracia plena, acaba de darnos y darle al mundo, otro ejemplo único de madurez y convivencia ciudadana. Hoy, ante el fallecimiento de uno de sus guerrilleros históricos, fundador del Movimiento Tupamaro, y luego por decisión popular, senador de la república, para finalizar nada menos que Ministro de Defensa (o sea, jefe de todo el aparato militar uruguayo que ayer fue su enemigo) fue saludado y reconocido por el comandante en jefe del Ejército, expresando que "pude descubrir a una persona que se tomó su función en serio. Y así se fue ganando poco a poco el respeto y la consideración de las Fuerzas Armadas".
Y sobre su féretro lucía, al lado de la bandera uruguaya, la del Movimiento de Liberación Nacional, Tupamaros. Esa idea y ese sueño, que le costaron al "Ñato", 15 años en la cárcel!
¡Joder! Para que el mundo todo aprenda lo que verdaderamente significa el concepto "democracia" en uno de los países más pequeños demográficamente, pero enriquecido con la mayor madurez cívica del universo! Algo que ni los propios frenteamplistas, integrantes de su partido, hemos podido asimilar en la amplitud de su concepto, y en la grandeza de su ejemplo. Porque vegetar a la sombra de sus -equivocados o no -principios y valores, es mucho más fácil poniendo el culo en una silla, que arriesgando la vida en una confrontación armada donde hay más para perder que para ganar!
Y me viene a la memoria aquella anécdota de sabiduría ejemplar, de aquel momento en el cual hacia el final de la Guerra Civil norteamericana, uno de los asesores de Abraham Lincoln lo acusa de tener una actitud demasiado amistosa con los combatientes del Sur, y le recrimina: "Sr. Presidente; se supone que Usted debe destruir a sus enemigos, no hacerlos sus amigos", a lo cual Lincoln responde: "¿Y es que acaso no estoy destruyendo a mis enemigos cuando los hago mis amigos...?"
Ni el mejor novelista hubiera podido imaginar un desenlace histórico como éste, dijo otro de sus compañeros exTupamaro, que luego llegaría a ocupar la presidencia del país. Y es que en este país, tan exuberante de democracia, cualquiera puede ser (por suerte o no) presidente de la República.
El problema está en que nuestros opositores han sido tan mediocres y poco creíbles en sus descalificaciones, y faltos de propuestas alternativas, que simplemente por haber entendido la necesidad de incluir a ese mayoritario pueblo olvidado por las dirigencias tradicionales - que hoy se jactan de sus 180 años de historia - hemos logrado triunfar durante tres elecciones presidenciales. ¿Triunfar, dije? Perdón, no creo que sea la definición.
Creo que simplemente comenzamos a cambiar paradigmas muy consolidados -y hasta por apatía aceptados -por parte de nuestra sociedad. Creo que simplemente comenzamos a poner las cosas en su lugar. Lo cual nos es poco decir, ante la resistencia de todo tipo de quienes - y con muchos medios a su favor -les convenía que todo siguiera igual. Pero cuidado, porque también hay quienes, de una forma u otra, aun reconociendo errores propios y ajenos del pasado, tratan de mantenerse unidos al cordón umbilical de los conceptos más radicales de la izquierda. ¿Empatía, simpatía, o falta de sinceridad y de jugarse las bolas para quedar bien con todos y mal con nadie?
Yo lo digo abiertamente, y más para que me odien, que para que me quieran; a esta altura de mi vida, después de todo lo vivido y sobre todo de lo aprendido, reniego y rechazo todo tipo de autoritarismos, radicalismos y totalitarismos, en nuestro excelente sistema democrático uruguayo! Hoy, recién hoy, luego de mis dieciocho años fuera del país y mis siete nuevamente aquí, me siento orgulloso de este Uruguay inclusivo al cual han contribuido tantos uruguayos. Y fundamentalmente, de esa gran mayoría que ha sabido valorar las oportunidades creadas por estos últimos gobiernos de la izquierda.
Tendremos que acostumbrarnos, eso sí y de una vez por todas, a elegir las figuras que nos gobiernen basadas fundamentalmente en su profesionalismo y su seriedad, y no en la estupidez del sex appeal y esas boludeces emocionales! Ya toda nuestra región ha pagado costos muy altos por esos errores. Y debemos revisar también, y urgentemente, esos conceptos ideológicos que han sido muy útiles para las confrontaciones, pero muy poco efectivos para las soluciones.
Por mi parte estoy dispuesto a seguir luchando por esos grandes referentes que han sabido mantener una política social y económica, que le dieron credibilidad y viabilidad, a este nuevo Uruguay. Y por ello escribo estas reflexiones, en la esperanza de que puedan ayudar a otros compañeros a reflexionar, atreviéndose a salir del cascarón de la ideología irreductible, a la realidad indestructible de satisfacer las necesidades de todos nuestros compatriotas!
Porque esa, y únicamente esa, es la tarea! Y para ello, debemos sincerarnos!
Amen.
Alberto Rodríguez Genta