Epícteto tenía razón. No son las cosas las que perturban a las personas.

Alberto Rodríguez Genta

07.11.2016

Lo decía Epícteto, aquel esclavo liberado y excelente pensador y orador romano: “No son las cosas las que perturban a las personas, sino las percepciones que tienen sobre ellas”.

Y hoy asistimos, precisamente, al análisis de estos conceptos de Epícteto, con referencia a la percepción que entre propios y extraños, despierta  este Frente Amplio, navegando  un tercer gobierno, y que puede poner la alfombra -o la cáscara de banana - para un cuarto período.

Y es que así como en mi artículo anterior me interrogaba "¿Izquierda en serio, o en serie?" recogiendo opiniones bien fundadas de reconocidos periodistas, frente al anunciado fracaso de la izquierda en Latinoamérica, me da pena, mucha pena, que algunos frenteamplistas templados en la lucha de la calle y de las ideas, de las confrontaciones y las amenazas y los peligros del ser de izquierda, hoy se sientan decepcionados por los  errores, producto de aquello mismo que ellos han creado. Y en este sentido, voy a personalizarlo: me duele el último artículo de mi amigo, Milton Ramírez, en el cual afirma: "La pregunta es ¿y ahora qué? La hora del Frente Amplio es asfixiante. Lo hablo con dolor. Lo hablo con la cuota al día. Lo hablo porque es bueno decir lo que uno piensa y malo no decirlo por temor a la críticas. El Frente Amplio está resquebrajado".

Yo le diría a  Milton, que creo que el problema está en que hubo un exitoso Frente Amplio que con la alegría y el fervor  de un primer gobierno progresista montado en esas dos figuras claves que le dieron viabilidad y credibilidad a la izquierda, Tabaré Vázquez y Danilo Astori,  cumplió una etapa. Hasta aquí, y aquí, podríamos decir que se sintieron atraídas tanto las reivindicaciones de la izquierda emocional, como las de la izquierda racional. Y ello dio lugar a un abrazo pasional.  Porque como dice la bonita canción de Simón Díaz, "cuando el amor llega así, de esta manera, uno no se da ni cuenta"..! Y más adelante, dice: "quererse no tiene horario ni fecha en el calendario, cuando las ganas se juntan". Y vaya que se juntaron!

Pero aquella fenomenal idea inicial  de un Frente Amplio liderado por la grandeza intelectual del General Líber Seregni y otros ilustres iluminados de la época, se fue transformando en un "Amplio Frente" que a su vez, fue desnudando, en su amplitud,  sus contradicciones  y diferencias y apetencias sectoriales.  Se cumplió quizá, entonces, lo del principio de Peter, por el cual "En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia". ¡Y comenzaron a aparecer las incompetencias de quienes, hasta que no ascendieran al gobierno, no podían mostrarlas.  Y con los errores cometidos por  concepciones de gobernabilidad tan distintas, el original y magnífico "Frente Amplio" se desgastó.

Sucedió algo así como lo que pasa en los matrimonios; del enamoramiento inicial  que no permite ver las imperfecciones del otro (porque tampoco se conocen demasiado) se pasa obligadamente al  desgaste de verse la cara, los gestos,  las acciones, y las decisiones, todos los días. Y esto no es fácil de llevar; porque cada vez que uno se va desvistiendo para acostarse, también se desviste para  mostrarse. (¡Y no necesariamente en lo físico!) Y comienzan a aparecer las imperfecciones.

Y aparece entonces, en algún momento, un  personaje muy común en las relaciones humanas: el amante. El amante que encandila personificando y prometiendo satisfacer todas aquellas insatisfacciones (o falta de satisfacciones) que han estado reprimidas pero se mantienen latentes en cada uno  de los integrantes de la pareja. Y surge lo mejor, y  también lo peor, de los excesos de emocionalidad. Comenzamos a cometer errores idealizando situaciones y magnificando decisiones sin mayor sustento racional. Y nos vamos por el camino de la alegría y la catarsis producto de la emotividad, al igual que cuando asistimos a un partido de fútbol.  Nos desahogamos; nos complacemos, nos gratificamos, nos equivocamos, pero vaya que lo gozamos! Hasta que llegue el momento de cosechar los errores. ¿No les suena similar a las experiencias del Frente Amplio?

¿Y qué haremos? Porque ahora llega el momento del "¿y ahora qué?, que se formula Milton. ¿Aceptar que nos equivocamos? ¿Pedir perdón?  ¿Esconder la basura debajo de la alfombra? ¿Volver al hogar? ¿Buscar una nueva pareja? Bueno; lo increíble es que, a pesar de todo,  seguimos vivos. Algunos se independizaron y abandonaron el hogar; otros consiguieron nueva pareja y se enamoran de un nuevo amor. Otros insisten en afirmar que no fue un error. En fin; hay de todo en la política. Lo difícil es ahora encarar la nueva situación. Rescatar la credibilidad y la confianza en este matrimonio frenteamplista, enfrentando y corrigiendo los errores. Y aclaro que no es solo Milton el que se flagela con estas decepciones, producto del difícil crecimiento del Frente Amplio, son muchos más de los que deberían ser.

Pero es que a esta altura es difícil imaginarse un Frente Amplio como aquel que dio origen -por deformación -a la creación de este "Amplio Frente", bajo el cual aparecieron y crecieron figuras coyunturales y que -ante la imposibilidad de algo mejor -trajeron también, algo peor.  Aquel Frente Amplio nació del parto producto de  la durísima lucha de ideas compartidas, por una necesidad política de encontrar consensos,  de la mano de una convicción y una conducción que interpretó las necesidades de  la gente. Hoy, el "Amplio Frente", significa la inclusión de quienes sin haber sido gestores, creadores, pensadores, ni paridores, de aquel ejemplo, son cómodos herederos tan partícipes como responsables de su más alta exigencia para la supervivencia. Y parece fácil, pero no lo es.

Por ello, lo urgente es rescatar los valores de aquel Frente Amplio que concibieron el General Seregni y otros ilustres pensadores del momento. Y no intentar cambiar esas figuras inspiradoras, por las de enamoradores de serpientes que pretenden alumbrarnos con nuevas luces y -más bien -pueden cegarnos. No podemos seguir condenando a nuestras sociedades a ser rehenes de experiencias y aventuras ideológicas frustradas.  Para que la historia y los sacrificios tengan sentido, y la brutalidad y la intolerancia pierdan su razón de ser.

Y es que creo que, como costó tanto llegar a tanto, ahora los que más se fajaron, trabajaron, y sacrificaron, para lograrlo,  sienten un miedo pánico ante la posibilidad de perderlo! Y desconfían enormemente de aquellos recién aparecidos con la luna llena. Y es lógico que así sea. ¡Hay razones para hacerlo! Por lo menos, si aspiramos a continuar esta hoja de ruta. Y es que si me preguntan cómo y porqué se pierde o se gana una elección, les diría que es muy simple: haciendo lo que no hay que hacer, o haciendo lo que hay que hacer. Pero no aprendimos las diferencias; y simplemente, montados en los errores  de quienes ayer se equivocaron feo, también nos equivocamos, tanto en el hacer lo que no hay que hacer, como en el hacer lo que hay que hacer. Dice el Dr. Peter que "con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones". Y también afirma que entonces, "El trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia".

¡Menos mal que algo de esto nos ha salvado! Y también es cierto que aún nos quedan muchos compañeros que no han alcanzado su nivel de incompetencia! Podríamos decir entonces, parafraseando a Epíteto que, no es el Frente Amplio el que perturba a las personas, sino las percepciones que hoy tenemos sobre él.  ¡Y que las percepciones no son gratuitas! Para finalizar, mi estimado Milton, yo creo que hasta aquí se cumplieron dos etapas bien distintas. Tan distintas que ahora, es más que urgente y necesario evaluar y rescatar las experiencias en esta tercera. Y una última reflexión: es la hora de la renovación!

Amén.

Alberto Rodríguez Genta
2016-11-07T13:41:00

Alberto Rodríguez Genta