CALLE A CALLE MVD (*)

Andaluces de Jaén

27.01.2025

MONTEVIDEO (Uypress/Daniel Feldman) – En cierta medida, la historia de la ciudad se puede adivinar en su arquitectura, y en gran medida sus arquitectos son esa historia.

 

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

Así da comienzo el poema "Aceituneros", más conocido como "Andaluces de Jaén", escrito por el poeta español Miguel Hernández en 1937, desde 2012 himno oficial de la provincia de Jaén, inmortalizado por el conjunto Jarcha en su versión musicalizada y cantada.

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor,

continúa el poeta, para homenajear a la región de donde proviene nuestro personaje de hoy.

Tomás Toribio es oriundo de la villa de Porcuna, donde vio la luz en 1756. La localidad, con 6.500 habitantes hoy, está situada a apenas 42 quilómetros de Jaén y a 63 de Córdoba, y si bien históricamente su base económica era el cultivo y recolección de cereales, hoy lo es la aceituna.

Una placa deslucida, enmarcada por el chorreteo de lo que estimo sea musgo, más verde aún que el original de la pintura, con una pizca de naranja en la base y algún cable de telefonía dando un toque urbano, nos recuerdan a Tomás Toribio, el primer arquitecto académico en pisar estas latitudes.

En una nota anterior hablábamos de Domingo Petrarca, un vasco de apellido italiano, enviado por el rey a nuestras costas, encargado de delimitar lo que a la postre sería el núcleo urbano inicial de Montevideo. Casi olvidado por la historia montevideana, Petrarca, además de diseñar la ciudad, donde se alojarían las nuevas familias y una batería al noroeste de la península, para controlar la entrada de navíos a la ensenada (futuro fuerte San José), también se ocupó de una construcción que, en el año 1724 se denominó "El fuerte", ubicada donde hoy día se encuentra la plaza Zabala, que fungiera de casa de gobierno hasta su demolición en 1880.

Toribio está algo más acá en el tiempo y en la historia de Montevideo. Egresado como arquitecto en 1785 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, creada por real decreto el 12 de abril de 1752, ubicada en Madrid, fue enviado en 1796 -por orden real- a Montevideo, siendo el único arquitecto académico en el río de la Plata por esas épocas.

La llegada de Toribio a estos lares, allá por finales del siglo XVIII, "significó el ingreso de nuevas ideas ilustradas al Río de la Plata", al decir de William Rey Ashfield (Dibujo y Doctrina - Los ejercicios proyectuales de Tomás Toribio en la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando; revista Vitrubia, FADU-Udelar, mayo de 2017).

Thomas Toribio (así parecía firmar, con h) venía de obtener un prestigioso "segundo premio de segunda clase" por dos trabajos: el proyecto para un "Cementerio para un pueblo de cuatro mil vecinos", y un "Arco triunfal de orden jónico". Al decir de Rey en el artículo citado, "los premios obtenidos son la manifestación de una muy buena resolución del dibujo y de la adecuada correspondencia entre propuesta y modo expresivo".

Toribio fue el encargado de culminar las obras de la Iglesia Matriz, iniciada en 1790 y basada en el proyecto del ingeniero portugués José Custodio de Sáa e Faría.

Diseñó el Cabildo y Reales Cárceles, donde en uno de sus salones se juró la primera Constitución del país, en 1830.

También de su autoría es el boceto de puestos fijos para la venta de mercancías en la plaza principal y -en un tema que hoy daría para la polémica- un sistema para conducir agua desde el Buceo hasta el Cubo del Sur.

Falleció en Montevideo el 23 de julio de 1810. Quince años más tarde, su hijo José, continuador de la profesión de su padre, iniciaría las obras del hospital de Caridad, en el que tuviera destacada participación Francisco Antonio Maciel (hoy el hospital lleva su nombre), de quien hablamos en otro artículo.

Se destaca la vivienda particular de Toribio, hoy museo histórico nacional, ubicada en la calle Piedras número 528, uno de los pocos ejemplos de arquitectura doméstica colonial que aún sobrevive.

Tiene la particularidad de estar resuelta con un frente muy angosto, de apenas 3,43 metros (cuatro varas) de ancho, con gran profundidad, y que tenía la característica de poseer una servidumbre de paso que conducía a la primera fuente de abastecimiento de agua dulce que tuvo Montevideo.

Pero no pensemos que Toribio está homenajeado en el núcleo fundante de la ciudad. La calle que nos lo recuerda es una corta vía de apenas dos cuadras que se extiende de Arroyo Grande hasta la avenida Millán, en el Reducto, y que en su recorrido también hace esquina con la calle Dr. Bernardo Etchepare.

Los adoquines nos reciben en su escaso trayecto, tal vez como un intento de resistencia de Toribio al paso del tiempo, no significando necesariamente que todo tiempo pasado fuera mejor, pero tampoco que la piqueta fatal del progreso puede con todo.

¡Vaya uno a saber!

De todas maneras, nos despedimos como comenzamos, con Miguel Hernández.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

 

(*) CALLE A CALLE MVD pretende acercarnos al por qué de los nombres de las vías públicas de la ciudad... y tal vez a otros desvaríos

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Daniel Feldman
2025-01-27T00:36:00

Daniel Feldman | Periodista