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Andrea recomienda: a la uruguaya
04.07.2018
Es indiscutible. Los números son abrumadores. El mundial de Brasil de 2014 contó con más de tres mil millones de telespectadores. Rusia espera para este torneo más de un millón de aficionados. Gran parte del planeta ama el futbol. Pero en un rincón de Sudamérica se vive como en ninguna otra parte. A la uruguaya.
De vez en cuando algún medio internacional hace referencia a la curiosa desproporción entre jugadores talentosos y escasa población. Han escrito por ahí que somos la aldea de Asteríx del futbol, rodeados de gigantes. Todo gracias a vivir el futbol "a la uruguaya".
¿Qué significa eso?
Nosotros salimos a festejar en cada esquina del territorio porque pasamos a cuartos de final en el Mundial. Podemos reunirnos los que seamos donde estemos, desde New Jersey a Estocolmo, y sentiremos lo mismo. Podemos recibir a los cuartos como si hubieran traído la copa. Podemos defender a muerte a uno que se agarre a tarascones limpios adentro de la cancha y frente a miles de cámaras. Podemos hacerle un monumento al que ataje con la mano aunque no sea el golero. Nosotros hemos sabido perder con cualquiera y le hemos ganado a cualquiera. Nosotros lo que vivimos es la épica.
Así nació "la celeste" en 1910. En homenaje al partido que jugó River Plate de la Aduana flamante bicampeón local, frente a Alumni de Buenos Aires, el cuadro al que los diarios titulaban "el mejor equipo de futbol del Río de la Plata y de toda Sudamérica".
Las dos camisetas eran casi iguales. Roja y blanca a franjas verticales. El anfitrión entonces ofreció cambiar su uniforme y optó por uno celeste.
Esa tarde de domingo en el Parque Central el local se impuso en un partido épico frente a los argentinos. Resultado impensable para la afición y los especialistas de la época.
La historia siguió agregando rituales, símbolos y héroes. Dimos la vuelta olímpica, silenciamos un estadio y todo un país. El negro jefe agarro la pelota abajo del brazo, "los de afuera son de palo" y después ya no hubo vuelta atrás. Nos ofrecieron un cielo y ahora tenemos más de tres millones de creyentes.
Por supuesto que queremos ganar, como todos. Algunas veces puede que no salgan las cosas del todo bien, pero lo que se espera siempre es la épica. Como dice la canción, hasta el último suspiro. Porque la vida y nuestra propia realidad la alimentan continuamente. Se necesita mucha inspiración para soñar gloria y laureles cuando las urgencias de gran parte de nuestros niños son mucho más terrenales.
Se necesita épica para soñar medallas cuando ni siquiera se tiene botines.
Para poder recuperarla y transmitirla hizo falta mucha fe, edificar un nuevo templo, grandes dosis de doctrina, que los héroes vuelvan a portarse como héroes y porque no, algún que otro milagro. Sin duda para lograr todo eso había que ser un Maestro.
Nos retroalimentamos entonces, de todos esos sacrificios que valdrán la pena porque el premio será la gloria de la novela épica. De hinchas y jugadores. De la tierra pequeña rodeada de gigantes. De las hazañas legendarias. Del gol en el último minuto.
El estadio Centenario está todavía fresco. Uruguay disputa su primer partido contra Perú. En el minuto sesenta y cinco el autor del primer gol mundialista en la historia celeste es el manco Castro. Una sierra se llevó parte de su brazo cuando tenía trece años pero a falta de una mano, Héctor Castro aprendió a usar muy bien los pies. Un inicio épico.
Pase al centro de Schiaffino y el verdugo Hohberg "va a tirar y tiene el tanto ¡Va a tirar! ¡Gol! Gooool, ¡Gooooooool! Goool uruguayo. Hohberg, Hohberg a los cuarenta y tres minutos. Acá se festeja con una emoción incontrolable. A los cuarenta y tres minutos hizo el tanto del empate. Dos a dos, Hungría y Uruguay" Carlos Solé emocionaba en el cincuenta y cuatro en un memorable partido frente a una potentísima Hungría.
A los pocos minutos Hohberg cae fulminado en el césped de Lausana. El estadio queda enmudecido. Al costado de la cancha Carlos Abate hace todo lo posible. Comienzan quince interminables segundos sin signos vitales. Masaje, reanimación y coramina de por medio y Hohberg se levanta. Se levanta lleno de barro y juega. Juega todo el tiempo suplementario. Resucita y juega.
Chile, 6 de junio de 1962. No existe aún el relevo de jugadores. Eliseo Álvarez sufre fractura de peroné en el minuto veinticinco del partido contra la Unión Soviética. Se niega a salir de la cancha para no dejar al equipo con diez hombres. Permanece hasta el último minuto, tratando de alcanzar hasta la última pelota. Aquella que años después añoraba haber podido detener. Perdimos, pero fue épico.
Las imágenes recorren el mundo. Nuestro jugador Álvaro Palito Pereira se tambalea después de haber perdido el conocimiento pero quiere volver a entrar. Discute. No voy a salir. Yo vuelvo al partido y vuelve.
Luis Suárez, se lesiona la rodilla antes del comienzo del torneo. Su participación parece imposible pero vuelve y marca dos goles frente a los europeos. A los mismísimos inventores del juego. Su reconocimiento es para el responsable de tan milagrosa recuperación. Un fisioterapeuta desconocido para el mundo que está peleando sus propias batallas y de esas verdaderas en las que se te va la vida.
Besan el escudo. La pelean en el piso. Ponen la cabeza. Uno de los más temidos contrincantes y nuestro marcador mide veinte centímetros menos. Parece mucho más un jockey que un jugador de futbol. Pero el tipo es el que mete como un caballo. Eso es épico.
La gente camina apresurada. Faltan pocos minutos para el partido. Las banderas flamean en balcones, vidrieras y automóviles. En unos pocos minutos la ciudad quedará muda. Detenida en el tiempo por noventa minutos. Escuelas, oficinas y empresas, se reunirán frente al televisor, porque juega la celeste.
Todas las selecciones lo vivirán a su manera. Con distintos grados de intensidad. Acá en Uruguay nadie se quiere perder las hazañas de los ídolos que representan los ideales de una clase guerrera y de una sociedad que asocia a estas personas con sus orígenes y con la lucha contra toda adversidad. Lo vivirán a la uruguaya.
"A las doce y media del día un par de miles de hombres rodeaban el field. Dos horas después la concurrencia alcanzaba a diez mil. Cuántos pensaban en el triunfo oriental? Algunos ilusos...Todas las alturas de aquel hermoso rincón de Belvedere estaban nutridos de seres. Hombres en los alrededores de la cancha, en las tribunas, en los techos, en las paredes, en los árboles. La ansiedad ponía gente en todas partes".
Uruguay usó por primera vez la celeste con pantalón negro.
El partido: Uruguay 3 Argentina 1
Diario El Día - 16 de agosto de 1910
Audio por Carlos Solé del segundo gol frente a Hungría en 1954
https://www.youtube.com/watch?v=LLmwIzsU0-k
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