La democracia no reduce al ser humano a ser únicamente un ciudadano
Carlos Santiago
13.08.2014
'La democracia sería una palabra muy pobre si no fuera definida por los campos de batalla en los que tantos hombres y mujeres combatieron por ella. Si necesitamos una definición fuerte de la democracia, es en parte porque hay que oponerla a aquellos que, en nombre de las luchas democráticas antiguas, se constituyeron y siguen constituyéndose en los servidores del absolutismo y la intolerancia'' Alain Touraine
Estamos metidos, de nuevo, en un clima político enrarecido por lo virulento, en qué los distintos actores políticos, sean del partido que sean, se les afina la piel al nivel más sensible y se lanzan con una fuerza desusada a las agresiones, tomadas luego por la prensa y también, en la redes sociales, en campañas de agravio en contra de quienes muestren opiniones distintas a las surgidas de las cúpulas de dirigentes. Todo es motivo de la diatriba subida de tono y, casi siempre, mostrando un afán de cobrar cuentas reales (o supuestas) del pasado. Como estrategia de crecimiento electoral no aparece esa actitud como productiva para la acumulación y el crecimiento.
También los periodistas somos víctimas de ese escozor pre electoral que no tiene ya medida, horizonte ni estrategia coherente y qué cada día gana en intensidad. Es claramente una enfermedad , como el virus del ébola, altamente contagiosa y que supera los límites de la armonía republicana. Todo un clima que enoja a mucha gente, haciendo desaparecer, en algunos casos, viejas relaciones de afecto y/o amistad. Toda actitud o posición discrepante con el statu quo , ocurrida tanto en estos tiempos como del pasado, son elementos para poner en marcha una especie de cumbre del odio, qué parece no tener límites. Pero todo ello, además, sin ningún objetivo práctico, porque no se trata de debatir con calor temas al nivel que se quiera, para arribar a conclusiones que determinen la posibilidad de un futuro más armonioso. Y ello parece equivocado, especialmente ahora, cuando los politólogos y las empresas que miden a la opinión pública, estiman en forma masiva qué el próximo gobierno no contará con la mayoría parlamentaria como ocurre en este período. Poca gente piensa en que es muy posible que para poder gobernar, gane quien gane en los comicios, se necesitarán acuerdos extra partidarios, buscar coincidencias y llegar a caminos comunes. Incluso se menciona la posibilidad de gobiernos de coalición.
Claro, quienes pierdan la mayoría parlamentaria como eventualmente le pasaría al Frente Amplio de confirmarse estos adelantos de los técnicos en opinión pública, perderán también parte de su poder y deberán consensuar sus futuras iniciativas ante la posibilidad de ingresar en una parálisis de realizaciones difícil de quebrar. Este clima es generado por algunos que creen en la dinámica paralizante del odio, apuntalando y fomentando por ello una crítica mirada al pasado. Han conseguido que desde las tribunas se lancen un día y otro también tiros directos o por elevación, recordando pasados lejanos en el tiempo, señalando a cada momento errores de integrantes de otras generaciones, dirigentes políticos, en la mayoría de los casos, ya han muertos. En un escalón más de esta inútil confrontación se busca también señalar errores, faltas o delitos, algunos de lesa humanidad, de pretéritos familiares de algunos candidatos, para que esas sombras los oscurezcan. Quizás algunos de ellos, hablamos de quienes violentaron la democracia o impulsaron acciones reñidas con los derechos humanos, deberían ser borrados de la historia, dejando de ser utilizados para castigar a otros actores políticos que nada tienen que ver.
No sé si unos y otros han pensado que sus estrategias confrontativas de hoy no tienen futuro cuando, en pocos meses tengan que ponerse a gobernar en un escenario que, al parecer, será muy distinto. ¿Se piensa acaso que el crear climas friccionados, que no tienen en cuenta acciones de acercamiento, pueden ser una estrategia pasajera e inocua, sin consecuencias para el futuro? El clima pre electoral que se ha construido es profundamente negativo para el país y de muy poco rédito en votos para las urnas que se abrirán el 26 de octubre. Este rastrillo poco feliz, que sustituye al debate de ideas, quizás mucho más valioso para la construcción, puede convertirse en un boomerang que luego de algunas vueltas le pega a quién lo lanzó. Lo mismo le ocurre a quienes utilizan el endeble argumento de la edad cronológica para desacreditar al eventual adversario, cuando el presunto vuelco de la opinión pública a favor de una renovación de los candidatos, está dirigida no a la fecha de nacimiento de cada uno, sino a las ideas y a las metodologías de gobierno que deben estar vinculadas a los tiempos que se viven, reafirmando además los deseos de un perfeccionamiento democrático. Para realizar pruebas con exigencias físicas no necesariamente hay que ser joven, muchos veteranos por su persistencia en el esfuerzo, también pueden treparse a una columna y hacer la bandera Pero sería un hecho notable y antológico que alguien decidiera su voto por una expresión tan nano .
Este relato tiene como objetivo intentar demostrar el sumergido nivel ideológico de esta campaña electoral qué, además, está sorprendiendo al futuro elector por su carencia de propuestas y el planteo de nuevos caminos para las concreciones que el pueblo reclama y que las deficiencias de nuestra sociedad muestran como imprescindibles. Todo son golpes bajos, buscando la mácula en la piel del adversario para derramar sobre él la cicuta de la más violenta diatriba, en un juego inútil que no puede terminar en nada bueno. Si este camino lleva a alguno de los contendiente al triunfo, estaríamos ante la comprobación de que los uruguayos aceptamos cualquier método, haciendo peligrar la futura convivencia, hoy tan golpeada por el vandalismo y la inseguridad. Y el futuro será incierto, porque la mal llamada clase política habrá descendido a las catacumbas de la inteligencia humana y la política habrá quedado enterrada tras una montaña de excrementos malolientes, sin el camino deseado que se expresaría, en el debate democrático, la posible conciliación y el diálogo.
Hay que saber que el régimen democrático es la forma de vida política que da la mayor libertad al mayor número de personas, que protege y reconoce la mayor diversidad posible. Y la estrategia elegida por los distintos candidatos, en esta oportunidad, está alejando esas premisas sustanciales en que está basada la capacidad de concreciones y la felicidad de los pueblos. Se ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada.
La democracia no reduce al ser humano a ser únicamente un ciudadano; lo reconoce como un individuo libre pero perteneciente también a colectividades económicas, culturales, religiosas y políticas. La imagen más importante de la democracia, aquella a la que recurren las instituciones, es la del ciudadano responsable y preocupado por el bien público. La concepción liberal de la democracia se limita puntualicemos- a garantizar la libre elección de los gobernantes, si preocuparse por el contenido de la acción de éstos. La libertad de opinión, de reunión y de organización es esencial a la democracia, porque no implica ningún juicio del Estado acerca de las creencias morales, religiosas o políticas de cada uno. Pero ello se desvía cuando existe, por ejemplo, el clientelismo que es propio del corporativismo más descarnado.
En base a estas reflexiones es que estamos preocupados por el sesgo de una campaña electoral con rasgos que, en ningún caso, parecen incluir propuestas de superación. Se busca el poder a toda costa y se trata, para ello, de destruir al adversario sin tener en cuenta que es muy posible que el próximo gobierno deba constituirse en base a acuerdos puntuales o concretando una coalición de partidos, lo que significa compartir el poder. Los que se insultan ahora, lo que hablan de consejos de ancianos para sacar partido de una cronología distinta, los que recuerdan lo hecho por algún familiar de los candidatos hace décadas y resaltan a algunos apellidos, como reflejo de familias que en ese concepto serían réprobas para la gestión pública, no están colaborando con la construcción de un futuro promisorio. Hacen lo contrario.
Pero, obviamente, la ciudadanía que sale en alguna medida con cabeza gacha luego de los fracasos, las malas políticas y las transgresiones, que tenía la ilusión de una sociedad nueva, moderna y pujante, pero que soporta una enseñanza pública cada vez más deficitaria, problemas agudos en la seguridad pública e infinidad de otros problemas, enfrentada también a deleznables expresiones de corporativismo que se entreveran con corruptelas que, en algunos casos se pagan con procesamientos y escandalosas renuncias, a aguzado su inteligencia para separar la paja del trigo. Por ello el actuar a cara descubierta, sin soberbia ni ocultamiento, es sano y positivo, especialmente para todos a quienes se nos ha multiplicado la capacidad crítica.
El Uruguay debe ser mejor de lo que es ahora, luego de haber tenido un notable repunte económico y haberse favorecido, como se merecían, a sectores desfavorecidos de la sociedad. Pero todo lo hecho no es suficiente y es necesario que se cumpla con una modernización del país y siempre se tenga en cuenta aquello que alguna vez dijo un candidato: se puede meter la pata pero no la mano en la lata .
Veremos.
Carlos Santiago
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias