Notas sobre la actual pandemia XII. La pandemia como tumba de los cracks
Carlos Vivas; Homero Bagnulo
16.06.2020
Nos encontramos en una nueva fase de la historia del individualismo occidental, con la privatización de lo individual como único camino de desarrollo personal, la apatía ideológica y una desestabilización acelerada de los colectivos.
Gilles Lipovestsky, 1980
Diamond Princess es un crucero británico propiedad de Carnival Corporation .? La compañía está constituida en Bermuda y su sede se encuentra en Santa Clarita, California. El 20 de enero de 2020 partió desde Yokohama (Japón) para un itinerario de 14 días durante los cuales iba a recorrer Kagoshima, Hong Kong, Vietnam, y Okinawa. El retorno estaba programado para el 4 de febrero a Yokohama. En ese viaje llevó 2.666 pasajeros y 1.045 tripulantes. El 1° de febrero la compañía informó que 1 pasajero de nacionalidad china, de 80 años de edad, acompañado por sus 2 hijas, había participado del crucero desde el 20 al 25 de enero, fecha en la que desembarcó en Hong Kong. Dicho pasajero el 1° de febrero tuvo un resultado positivo para coronavirus en el hisopado nasofarríngeo. Había comenzado con tos el día 19 de enero, pero durante el viaje no consultó en el centro médico del barco. La cuarentena comenzó el 3 de febrero y finalizó el 27 de febrero.
Quienes están a bordo de un crucero constituyen una comunidad con una alta densidad de población, con espacios públicos abarrotados de gente, habitaciones pequeñas, servicios higiénicos compartidos, y con la misma fuente común de agua y alimentos. Todas estas características vuelven a estos grupos muy susceptibles a contraer enfermedades infecciosas y además vuelve muy difícil el manejo sanitario de brotes. La dotación sanitaria habitual para este tipo de barco son 2 médicos y 3 enfermeros, los cuales son suficientes para los motivos de consulta habitual. Pero en el caso de presentarse un brote de gastroenteritis viral (brote más frecuente en los cruceros) que se define como la afección de al menos el 3% de quienes están abordo, la dotación sanitaria se verá sobrepasada y requerirá del apoyo de toda la tripulación para su contención. En el caso del coronavirus las necesidades sobrepasaron ampliamente los recursos disponibles
De este verdadero laboratorio epidemiológico varios investigadores sacaron conclusiones con el objetivo de adelantar cuál podría ser el comportamiento del virus SARS-CoV-2 en la comunidad. Uno de ellos, John Ioannidis, Profesor de Medicina Basada en la Evidencia de la Universidad de Stanford, California, el 17 de marzo publicó en un medio periodístico web (STAT News, Boston), que si se proyectaba la mortalidad por el virus en el Diamond Princess a la población norteamericana la misma sería 0, 025%, por lo que en forma categórica se pronunció radicalmente en contra de una cuarentena. Su artículo, titulado "Construyendo un fiasco" pronosticaba el desastre económico y social que aparejaría una medida, a su juicio, absolutamente falta de proporción. Incursionando en el peor escenario, que aclaraba no creía posible, la mortalidad por COVID-19 igualaría a la pandemia de gripe del 1918, que según el autor, causó la muerte de 40 millones de personas. Incluso en ese extremo, señaló que de producirse esa hecatombe la mayoría de los fallecidos correspondería a personas que ya tendrían muy bajas expectativas de vida, a diferencia de 1918 cuando la mayoría de los muertos fueron jóvenes, y que, a pesar de todo, "el mundo siguió andando".
De las varias consecuencias de esta epidemia, a nivel de los investigadores se destaca el surgimiento, apogeo y destrucción de varios egos. En algunos casos es evidente que ajustaron sus proyecciones a los deseos de los gobernantes para no cerrar la economía, en otros, por lo menos en el caso de Ioannidis, el deseo de remarcar una vez más su profundo conocimiento como analista de datos lo está llevando, en lo que a nuestra opinión respecta, a un severo cuestionamiento de sus pares, no solo metodológico sino incluso ético. Solo así se explica que quien fuera un firme defensor de extremar las lecturas de un trabajo científico esté recurriendo casi en forma permanente a publicar sus artículos sin ser sometidos a una revisión por pares. Así, el 27 de abril publicó una investigación no auditada en la que se medía la proporción de personas que habían sido infectadas por el virus, incluyendo a quienes habrían transcurrido la enfermedad de forma asintomática o con síntomas tan leves que no requirieran una consulta médica. El método del estudio consistió en la determinación de la presencia de anticuerpos en la sangre y, para asegurar que la muestra fuera representativa de lo que en la realidad estaba ocurriendo en la población norteamericana, se reclutaron voluntarios al azar. En las conclusiones se destaca que el porcentaje de quienes habían estado infectados por el virus era del 2.8%. Esto permitió al autor ajustar los números para el condado de Santa Clara, California y calcular que al momento de realizar el estudio 54.000 personas habían sido infectadas, cifra que contrastaba con los 1.000 infectados que recogía el informe oficial para el mismo periodo. El número de fallecidos por COVID-19 era 94, lo que indicó que la mortalidad de quienes enfermaban era del 0,17%. Otro punto a favor de la baja mortalidad y de que no era necesario medidas de cuarentenas severas.
Rápidamente las críticas recibidas por lo incorrecto del método de selección de la muestra llevaron a Ioannidis a aceptar que era necesario realizar estudios con mayor número de participantes y que aseguraran que fuera el azar quien los seleccionara. No obstante este reconocimiento parcial del fallo de su diseño, el 19 de mayo volvió a publicar un nuevo estudio sobre el porcentaje de anticuerpos en la sangre, esta vez seleccionando 12 estudios de varios países para poder ofrecer una visión de conjunto sobre la mortalidad de quienes contrajeran la infección. Vista la posición de Ioannidis sobre el tema, no extraña que el resultado coincidiera con su opinión previa respecto a la baja mortalidad de esta pandemia. Nuevamente las críticas no se hicieron esperar. En primer lugar, se le señaló que decidió no incluir muestras recogidas de trabajadores de la salud porque por su alta exposición falsearían los resultados, pero sí incluyó a 3 estudios conformados exclusivamente por donantes de sangre, los que por definición son jóvenes y sanos, por lo que obviamente no podían representar al grupo de riesgo (ancianos y personas frágiles). Tampoco se entiende que haya excluido los informes gubernamentales, cuando son los gobiernos quienes han llevado a cabo la mayor parte de los estudios. Por otra parte tanto el estudio francés como el japonés están hechos con una población altamente seleccionada (de muy bajo riesgo). Además incluyó 3 estudios que incluyeron casos activos, de los que por definición se desconoce la resolución clínica. No obstante lo dicho, lo que resulta inadmisible es la afirmación del autor respecto a que la mortalidad de lugares donde predomina la población añosa y frágil no se debe tener en cuenta, pues afirma que "tales circunstancias son muy poco frecuentes a nivel mundial". Como último ejemplo de este estudio tendencioso citamos su análisis de un grupo holandés de donantes de sangre, todos menores de 70 años. La mortalidad calculada por Ioannidis para ese grupo es de 0,11%. Resulta curioso que no haya notado que de aplicar los mismos cálculos a los ciudadanos holandeses mayores de 70 años, ¡la mortalidad se multiplicaría por 7!
Al cierre de esta columna (6 de junio) en el mundo hay 3.803.596 de casos cerrados (resueltos o fallecidos). La mortalidad es de 11%. Si volvemos al caso del Diamond Princess, Ioannidis había calculado que la mortalidad era 1%. Dos meses después es de 1,8%, con 4 pacientes aun en estado crítico y otros 44 no resueltos (en el peor escenario la mortalidad alcanzaría el 6.7%). Con el diario del lunes se puede afirmar que el investigador se apresuró a construir su pronóstico y a denostar las medidas adoptadas por los gobiernos de China, Italia, Francia y España señalando que se comportaban como un elefante desbocado que para evitar a un gato termina arrojándose a un precipicio.
Es realmente preocupante que una figura de relieve internacional, con 1.056 publicaciones auditadas en PubMed (principal base mundial de publicaciones médicas), con el reconocimiento que le confiere ser uno de los investigadores más citados de la Web of Science, tenga esta conducta en un momento en el que su opinión sería de la mayor utilidad. Lamentablemente no es el único que adoptó esta actitud. El Profesor Neill Ferguson del Imperial College de Londres, habitual asesor epidemiológico del gobierno británico ha tenido una actuación decepcionante. Ferguson quien tuvo destacadísima actuación en las epidemias del 2009, 2012 y 2016, en esta oportunidad se mostró desde enero a favor de medidas sanitarias muy laxas, apostando a la inmunización por rebaño para evitar las consecuencias económicas y sociales de una cuarentena. Inesperadamente a mediados de marzo publicó un informe donde pronosticaba 500.000 muertes en el Reino Unido y 2 millones de muerte en los Estados Unidos si no se aplicaba una estricta cuarentena, para a los 3 días informar al Parlamento Británico que si se "cerraba el país" la mortalidad sería solo de 20.000 personas. Tres meses más tarde las víctimas fatales suman 40.465 y Ferguson debió renunciar por haber violado él mismo su cuarentena mientras cursaba el COVID-19.
Es difícil explicar qué lleva a expertos a desnortearse de esta manera. ¿Lo hacen como un favor político, por ventajas económicas para ellos o sus instituciones, o tal vez se deba a su darwinismo social?
Lo cierto es que si usted lo desea ya puede ingresar en las páginas de los cruceros y elegir entre los más variados destinos para este año.
El show debe continuar.
Uypress responde
Estimados lectores, nuestro compromiso con la verdad nos lleva a establecer que sólo responderemos aquellas preguntas que tengan respuestas respaldadas por evidencias firmes. Les recordamos que quienes estén interesados en enviarnos sus dudas deben hacerlo a través del mail dudascoviduypress@gmail.com.
P_ ¿Quisiera saber si acá en Uruguay se hacen autopsias para verificar y constatar las muertes por COVID19 y no por otra enfermedad que ya tendría la persona?
R- Exigir la realización de autopsias en nuestro país requiere evaluar tanto sus aportes como sus requisitos de bio-seguridad para el personal sanitario. Es cierto que permitirían comprender por qué tantos infectados son asintomáticos mientras que otros tienen un desenlace fatal, informarían la gravedad de la afección en otros órganos además de los pulmones, así como evaluarían los efectos de las medicaciones recibidas. No obstante, si la realización de autopsias de pacientes fallecidos por enfermedades infecciosas siempre son riesgosas, en la situación actual donde aún se desconocen aspectos muy importantes de la agresividad del virus determinó que las autoridades sanitarias mundiales hayan diferido su realización. Alemania es el país con mayor experiencia y aún así hasta el 24 de abril el número de procedimientos no llegaba a 150 con 5.200 fallecidos a esa fecha.
Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas