Notas sobre la actual pandemia XV. Desórdenes nutricionales. Otra herencia maldita del COVID

Carlos Vivas; Homero Bagnulo

09.07.2020

El distanciamiento social y en especial la desestructuración de la jornada de quienes se ven obligados a mantenerse aislados, tienen una severa repercusión sobre la posibilidad de mantener una relación saludable con su alimentación.

Al conjunto de situaciones clínicas caracterizadas por una relación inadecuada con los alimentos recibe el nombre de Desórdenes Nutricionales. La situación con mayor reconocimiento histórico es la obesidad, que se define como una enfermedad crónica multifactorial que se caracteriza por la acumulación de tejido adiposo visceral y subcutáneo. La obesidad no se limita al aumento de peso sostenido y creciente, sino que está vinculada etiológicamente con un amplio conjunto de afecciones denominadas comorbilidades. La clasificación del grado y severidad de la obesidad depende de la relación matemática entre la altura y el peso de la persona, que se conjugan para definir el llamado Índice de Masa Corporal. Cuando el índice se sitúa entre 25 y 29,9 se dice que la persona tiene sobrepeso, entre 30 y 34,9 obesidad clase I, entre 35 y 39,9 obesidad clase II y para valores superiores a 40 obesidad mórbida. No solo importa el índice, sino que la disposición del tejido adiposo está asociada a un mayor riesgo vital. Así, la llamada obesidad "alta", alrededor de los flancos y de la cintura (circunferencia abdominal superior a 102 cm) expone al paciente a un mayor riesgo de muerte. Lo mismo ocurre en aquellas personas cuya acumulación de tejido adiposo se dispone en torno a sus vísceras y no tanto a nivel subcutáneo. Como se ha mencionado, esta enfermedad tiene múltiples orígenes, destacándose los factores genéticos, del entorno socio-cultural y conductuales.

Tanto los factores favorecedores de la obesidad, como la dificultad emocional y la restricción de practicar ejercicios explican que una de las poblaciones que más riesgos enfrenta durante esta pandemia sean los obesos. Las razones que aportan los investigadores sobre qué factores predisponen a la obesidad en la actualidad son las ya conocidas ansiedad y depresión, a los que se suma la restricción de la movilidad y la presión psicológica determinadas por la cuarentena.

 En un estudio reciente publicado por la Universidad de Texas, se destaca que el 70% de los pacientes obesos encontró dificultad para bajar de peso durante el aislamiento al tener que restringirse a su domicilio, un 60% reconoció un incremento de su necesidad de comer ante el estrés psicológico y el 56% señaló que había aumentado su almacenamiento de alimentos (Clin Obes 2020 Jun 9; e12386)

Las consecuencias sanitarias secundarias al aislamiento social estricto disparan respuestas conductuales inadecuadas. Cuando una persona se enfrenta a una amenaza sostenida para su salud, por ejemplo una enfermedad crónica, el organismo se defiende a través del desarrollo de cambios conductuales adaptativos, esto es, modificaciones del patrón de sus respuestas que le permiten enfrentar con una mayor chance de lograr el éxito.

A las respuestas inadecuadas, el estudio citado encontró que se le sumó la influencia de medidas sanitarias administrativas. Al respecto señalan que la cancelación de las intervenciones programadas de cirugía bariátrica (o "de la obesidad"), tienen un mayor impacto en quienes se estaban preparando emocionalmente. Las personas encuestadas para esta investigación tenían una edad promedio de 51 años, el 82% eran mujeres, el 50% blancas y un 30% afroamericanas. Mientras que aproximadamente la mitad había finalizado los estudios secundarios y tenía un ingreso anual de por lo menos U$S 75.000, el 10% señaló que desde el inicio de la pandemia había perdido su trabajo.

Casi todos quienes integraron esta muestra sufrían de obesidad mórbida y solo la tercera parte había sido sometida a una cirugía bariátrica. Como otro factor de riesgo cardiovascular se destaca que el 67% sufrían de hipertensión arterial, el 50% apnea del sueño y el 30% eran diabéticos.

El impacto de la cuarentena sobre el ejercicio físico en esta población de riesgo se ve en el hecho que el 87% solo salió de su casa por razones de extrema necesidad. Menos de la mitad señaló que salía solo para caminar mientras que el 60% disminuyó los ejercicios. Las conductas alimentarias se vieron alteradas en toda la muestra. El 60% reconoció comer de más por su ansiedad y el 64% dedicó más tiempo a preparase comida.

Este estudio, aunque no pretende ser representativo de la población global que sufre obesidad, resalta las graves consecuencias que tiene la adopción de medidas sanitarias sin evaluar su impacto negativo. Es correcto disminuir el riesgo de contagio a través de desestimular la concurrencia a hospitales y a policlínicas, del mismo modo es una medida impostergable asegurar la disponibilidad de camas de cuidados convencionales y de cuidados críticos. Sin embargo, estas medidas deben contemplar tanto el riesgo potencial que corren los pacientes como el riesgo real por no poder acceder a servicios sanitarios. No todos los pacientes pueden ver postergados sus cuidados por períodos indeterminados. El riesgo real que corren personas con obesidad mórbida, al igual que quienes esperan un trasplante o una terapia oncológica es muy alto como para suspenderle sus cuidados.

Otras situaciones clínicas nutricionales que se ven expuestas a mayores riesgos determinados por el aislamiento y su correlato emocional son la bulimia y la anorexia. La bulimia se caracteriza por la ingesta episódica e incontrolada de grandes cantidades de alimentos seguida de "conductas reparadoras" a través de vómitos inducidos, uso de catárticos y de diuréticos, ayunos prolongados y ejercicios vigorosos. En varias encuestas se comprobó que afecta hasta al 19% de los adolescentes, sobre todo mujeres de raza blanca y nivel socio-económico medio-alto. Por su parte la anorexia, es una visión distorsionada de la auto-imagen corporal asociada al intenso temor de la obesidad. El descenso del Índice de masa corporal suele ser un 15% inferior al esperado.

Como analiza una nota recientemente publicada por el periódico norteamericano The New York Times, (Disordered Eating in a Disordered Time, June 5, 2020), estos pacientes son una de las más claras consecuencias negativas que el aislamiento prolongado ejerció sobre una sana relación con la alimentación. Perder contacto con terapeutas, descontrol del régimen reglado de alimentación, no poder mantener clases de ejercicio en grupo son elementos negativos. No obstante, lo que señalan los pacientes es que tal vez lo peor sea estar en contacto estrecho con placares o refrigeradores llenos de alimentos no perecederos, ricos en calorías y con menor calidad nutricional, en tanto que la restricción para hacer las compras restringe la posibilidad de contar con alimentos frescos. Otra opinión que comparten quienes sufren de bulimia o anorexia es la pérdida de la capacidad de vivir solos. Como muchas son estudiantes universitarias que viven en campus, sus terapeutas se apoyen en esta "soledad deseada" para ayudarlas a construir un nuevo cronograma que contemple tanto sus horarios de estudios, de actividades sociales y una nueva conducta alimentaria. Al cerrar los campus, varias debieron retornar a sus hogares donde se sienten controladas, "guiadas", de forma tal que suelen perder su recién reconstruido estilo de vida personalizado con la consiguiente alteración de su alimentación y de su imprescindible evaluación  introspectiva.

Como hemos señalado desde estas columnas, el distanciamiento social es una medida razonable para enfrentar una amenaza desconocida. Sin embargo, debemos ser conscientes que hay subgrupos que tienen muchas menos posibilidades de soportar el distanciamiento. Hoy presentamos a la consideración de los lectores una revisión de los riesgos de los trastornos nutricionales durante la pandemia, así como en una columna previa vimos la consecuencia que debieron asumir los ciudadanos añosos, que fueron abandonados cruelmente por sociedades que se precian de constituir el primer mundo y ser pilares del estado del bienestar.

Homero Bagnulo y Carlos Vivas
2020-07-09T07:10:00

Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas