Clientelismo político, el daño está hecho. Fernando Gil Díaz

25.03.2025

La forma de gestionar los recursos públicos está en el ojo de la tormenta por estos días.

La formalización con medidas cautelares de prisión domiciliaria y monitoreo electrónico (tobillera) dispuestas al exintendente y candidato a la intendencia de Soriano -Guillermo Besozzi- han copado los medios de prensa y puso a la defensiva a la "casta política" que defiende una forma de gestión ética y legalmente cuestionable para todos menos para ellos. El clientelismo político vive y lucha, el daño que genera está hecho y goza de buena salud...

Está tan naturalizado que nadie se atreve a cuestionarlo, lejos de ello, esperan obtener algún beneficio en el desigual reparto. Las "gauchadas" se cotizan bien, en el interior mucho más. De ahí que exista una conducta electoral bien diferenciada entre las elecciones nacionales y las departamentales. En estas últimas es notorio un comportamiento electoral condicionado por los favores a futuro que recibirán los votantes según sea o no electo, el "gaucho" prometedor.

Esta particular conducta en la gestión pública es la que marca la tónica de los gobiernos departamentales que llevaron por estas horas a responder judicialmente al exintendente de Soriano, Guillermo Besozzi. Una investigación fiscal que obtuvo el respaldo de un juez que no solo avaló el pedido de formalización sino que también hizo lo propio con las medidas cautelares solicitadas en razón del mérito que acompañó la Fiscalía en su petitorio.

Claro que para los defensores del imputado valen más los supuestos posteos en redes sociales de la fiscal denunciante (que negó), que el cúmulo de delitos invocados en la investigación y que dan cuenta de una organización que involucra no solo al extitular de la comuna sino a varias decenas de imputados entre los que figuran altas jerarquías y funcionarios de menor nivel. Todos, involucrados en una práctica comúnmente aceptada de clientelismo político, donde -con recursos públicos- se gestionaban favores a contribuyentes a cambio del apoyo electoral, es decir, a cambio de votos.

No hay mejor defensa que un buen ataque

A partir de la formalización acompañada de la prisión domiciliaria con tobillera incluida, surgieron los defensores de la figura del imputado, un hombre honesto y ejemplar cumplidor de favores a correligionarios...con la plata de todos, por supuesto, no con la suya, faltaba más. 

Una arriesgada forma de defenderse contraatacando fuertemente apelando a la figura de la indefensión que sugiere enfrentar una investigación de años a la que en pocas horas hay que dar respuesta. Algo así como sugiriendo que le avisaran antes sobre los delitos que le estaban investigando de manera de poder preparar las declaraciones... Un sinsentido absoluto por donde se lo  mire.

Es obvio, y parece ridículo explicarlo, que nunca se van a enterar antes en casos como este, salvo que no se trate de una investigación seria y responsable. Nadie niega que se le den todas las garantías procesales al o los imputados para su defensa, pero nunca podríamos imaginar un sistema judicial confiable y seguro si se advierte a los investigados para que puedan articular sus coartadas y así eludir el castigo que pudiera llegarles por sus indebidos actos. Asimismo, la propia defensa de los imputados no controvirtió la formalización en su momento, sin perjuicio de lanzar su escalada mediática con movilización incluida en la chacra/domicilio del principal imputado.

Doble vara

Ahora bien, llegado a este punto es bueno recordar que TODOS somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Aunque tal parece que algunos parecen ser más inocentes que otros, a estar por la dualidad de criterios según quien sea el investigado. Porque en el caso del exsenador Carrera, hicieron gárgaras sobre su culpabilidad por el gesto humanitario de prestar asistencia sanitaria y económica a quien fuera víctima de una bala policial, algo que nadie en La Paloma tiene dudas, a pesar de las resultancias judiciales del caso. Una acción humanitaria reconocida por el propio Ministerio del Interior del entonces ministro Heber, quien no vaciló en denunciar penalmente a Carrera en clara contradicción con su decisión en la esfera civil, donde reconoce y argumenta de haber sido aquella una "acción humanitaria". En suma, todos somos inocentes salvo que nos llamemos Charles Carrera.

Esa doble vara moral para defender a los amigos y acusar a los adversarios es la muestra cabal de la desesperación política de quienes empiezan a sufrir las consecuencias de sus acciones en tiempos de las nuevas tecnologías. Es que hoy las redes sociales han democratizado la información de una forma tal que ha superado en velocidad a las arcaicas formas de gestionar la cosa pública. Así, es posible conocer detalles que antes eran desconocidos para el común de la gente, aunque todavía se mantiene "la gauchada" como una conducta aceptable pero que empieza a perder pie cuando las oportunidades están limitadas a los "gauchos amigos" o a "correligionarios", exclusivamente.

Poderoso señor feudal

No alcanza con parecer honesto, hay que serlo de forma plena, sin apelar a la necesidad de quienes son dependientes de los organismos públicos para subsistir y conceden su voto a riesgo de quedar excluidos. Ese es el poder de la "honestidad" que lucen muchos de los que defienden esa forma espuria de gestionar los recursos de todos como si fueran propios.

La jugada es muy arriesgada porque ahora solo la plena inocencia podrá devolverle a Besozzi la credibilidad que está en duda por el cúmulo de delitos que se le imputan. Y no porque no pueda demostrar que es inocente de toda culpa, sino porque lo que ha declarado públicamente hasta hoy confirma una gestión basada en el clientelismo que podrá ser de recibo entre sus votantes pero que no deja de ser un acto de corrupción.

Claro que antecedentes no faltan a la hora de aventurar el futuro político del imputado. ¿Acaso nos olvidamos de Moreira y las pasantías a cambio de favores sexuales en Colonia? Aún siendo expulsado por el Partido Nacional, supo ir a las elecciones y ganarlas holgadamente, en una clara demostración de la doble moral que impera -aún- en muchos rincones del interior del país, donde determinadas conductas no se reprochan, ni mucho menos, se condenan en las urnas. 

El feudalismo impuesto por la gestión de los intendentes es manifiesto en muchos otros lugares también; en Artigas, el clan Caram mantiene su popularidad a pesar de los impedimentos legales que cortaron las aspiraciones de Valentina do Santos, alguien que a pesar de la condena judicial tiene asegurado su lugar en caso de ganar la intendencia su correligionario Soravilla.

Acostumbrados al sillón hablan de alternancia hasta que llegan a sentarse en él, ahí les nace el gaucho que administra favores a diestra y siniestra... con los recursos de todos, nunca con los suyos propios. Se creen dueños de la plebe, esa que los acompaña y asegura que sigan sentados en el sillón de privilegio. Así se mantiene el círculo perverso que siempre beneficia a los mismos, y posterga a los mismos también. Una maquinaria perfecta que lleva décadas y que empieza a mostrar sus desgastadas piezas de forma lenta pero persistente.

El poder genera muchas sensaciones, entre ellas las de decidir sobre la vida de la gente. El poder es la llave que permite abrir muchas puertas y elegir a quien dejar entrar. Ahora bien, cuando el que tiene esa llave olvida que la recibió en préstamo del soberano, ocurren excesos como estos que llevan a creerse los dueños de lo público y lo distribuyen a su antojo y/o preferencia electoral. Así se perpetúan en el poder pero olvidan que gobiernan para todos y no solo para los que los votaron.

Eso es un pecado capital y se llama soberbia.

 

el hombre esperaba justicia,

el perro también...

Fernando Gil Díaz
2025-03-25T12:58:00

Fernando Gil Díaz