Cuentos para el fin de semana
Cuentos para el fin de semana
27.02.2015
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Los cuentos de este viernes son: El ratón Pérez y la hormiguita Martínez de Elizabeth Óliver de Ábalos La piedra del suceso, de Juan Silveira ¿A qué se debe su fracaso ...?, de José González Otheguy ---- El ratón Pérez y la hormiguita Martínez De Elizabeth Óliver de Ábalos Ramón Pérez y Hortensia Martínez se habían conocido en el caserío. Se cruzaban casi a diario, camino del almacén, y así empezaron a saludarse. Hortensia era bonita y un poco pretenciosa, tenía tantos admiradores que estaba dispuesta a elegir bien. Ramón era simpático, movedizo, no muy alto; su mayor atractivo era su voz. Cada vez que él le hablaba, ella sentía ganas de suspirar. Antes de darle su consentimiento, Hortensia quiso saber las costumbres de Ramón; si tenía defectos, debía conocerlos a tiempo. Él era un muchacho honesto y trabajador. No tenía vicios ni malas costumbres, pero se sabía muy curioso, y le pareció bien que ella lo supiera. Para Hortensia, la curiosidad no era un defecto; lo aceptó y se ennoviaron. Todo siguió su curso normal, se llevaban bien y se querían, así que al poco tiempo fijaron fecha para casarse. Los dos eran muy apreciados y la noticia alegró al barrio entero. Los vecinos empezaron a organizarse para prepararles una fiesta, poniendo cada uno lo que humildemente estuviera a su alcance. El rancho grande de doña Celeste sería el lugar más apropiado. Los hombres blanquearon los muros de adobe, apisonaron el suelo y armaron una larga mesa con tablones y caballetes improvisados. Las mujeres adornaron todo con papeles de colores; las más jóvenes se dedicaron a preparar pasteles y pizzas mientras las mayores hacían una hermosa torta de bodas de tres pisos. El vestido de novia de la bisabuela, se luciría por cuarta vez en la familia, adornando el estilizado cuerpo de Hortensia en la capilla cercana al caserío, tan espléndido y reluciente como si lo hubieran diseñado para ella. Los vecinos llevaron sus lámparas al rancho de doña Celeste y las distribuyeron adentro y en la entrada, prontas para encenderlas cuando llegaran los novios. Posaron la torta en el centro de la mesa, sobre un círculo de papel blanco prolijamente recortado como una bonita puntilla. El padre de Ramón convirtió su arma de trabajo cotidiano en carroza nupcial, cubriendo el carro con una sábana grande, trenzando la crin de su caballo y colgando un cascabel en el arnés. Todo era bullicio, movimiento y algarabía entre aquella humilde gente que tendría esa noche una fiesta feliz. Ya estaban por salir para la capilla, cuando las nietas de doña Celeste quisieron ver la torta. Estaba hermosa, sí… pero no tenía esos lindos muñequitos que habían visto en los escaparates de las confiterías del Centro. Rápidas y decididas, corrieron al basural; sabían que allí podrían encontrar algo que supliera a la convencional parejita de novios. –Tienen que limpiar muy bien lo que traigan –les dijo doña Celeste– No vayan a apoyar cosas sucias en la torta, por favor. Ya se acercaba Hortensia al altar, del brazo del padrino, cuando las gurisas llegaron corriendo, contentas de haber logrado su cometido. Después de la ceremonia, volvieron todos juntos, rodeando la carroza de los novios y tirándoles el arroz que habían recolectado para la buena suerte de la pareja. La primera en entrar al rancho grande fue doña Celeste. Cuando empezó a encender las lámparas dio un grito… –Pero ¿qué hicieron, chiquilinas? ¡Que no entren los novios, por favor! Nerviosa, maldiciendo, retiró los muñecos de la torta: una hormiga y un ratón… –Esto es de mal agüero, gurisas… ¿cómo se les pudo ocurrir traer esos muñecos? Alisó la torta con los dedos, tiró los muñecos para el fondo sin que nadie la viera y se acercó a la puerta para hacer entrar a los novios, que no se habían percatado de nada. –Mirá lo que han hecho tus gurisas –le dijo a su hija–, ¡pusieron una hormiga y un ratón en la torta! Es mala suerte… Nosotros no tendremos la olla con chocolate que provocó la tragedia del cuento, pero... ¿acaso vos nunca se los contaste…? El Ramón es muy curioso y me da miedo lo que pueda pasar… –Mamá, por favor… eso se llama superstición, ¿sabías? La fiesta continuó en medio de la alegría general; comieron, brindaron y bailaron hasta que llegó el momento de cortar la torta. Ramón y Hortensia tomaron un cuchillo y los dos juntos cumplieron el ritual. Doña Celeste y la madrina continuaron repartiendo los trozos mientras los novios aplaudían y se besaban. De repente, se oyó un ruido en el fondo y los perros ladraron. Antes que nadie pudiera detenerlo, Ramón corrió a ver qué pasaba, en medio de la oscuridad del pastizal. En el rancho grande se hizo un silencio expectante. Se oyeron los pasos rápidos de Ramón, que cesaron al escucharse el disparo. Doña Celeste abrazó a la novia mientras los hombres descolgaban una lámpara y corrían a los fondos del rancho. Sólo encontraron silencio, y el cuerpo de Ramón, boca abajo, en la tierra. Así en aquella fiesta, Hortensia Martínez se había quedado viuda la misma noche de su casamiento, como la hormiguita; porque a Ramón Pérez, igual que al ratón, lo había matado la curiosidad… ----- La piedra del suceso De Juan Silveira Recuerdo siendo niño, viajábamos hacia el Rancho de Coronilla de Maldonado donde pasaríamos las vacaciones, unos en ómnibus El Águila Blanca, mi padre y mi hermano en una cachila Ford t con caja, luego todos nos subimos a la cachila y seguimos cruzando por el campo siguiendo huellas de carreta, luego de doblar por la piedra de la Taba, enseguida había un verde pantanoso así que aceleró con tal mala suerte que cruzó por encima de una piedra donde salieron varios disparados, no pasó de un susto, pero unos decían que Rosa se había caído y Rosa que se tiró. Años mas tarde, en el 73, hacen un allanamiento a casa el ejercito, mi Madre volvía de la visita en jefatura ya que Rosa estaba presa en el batallón 14 y la trasladaban a jefatura para las visitas y estaba llena de pánico porque no pudo visitarla y por una serie de rumores; por lo que le pregunta al oficial si se había caído del coche, el oficial de mal talante le contesta: el verbo no es caer, el verbo es fugar, respiré aliviado ya que temía por su vida, mientras montaban una ratonera. Resulta que chocó el coche custodia y se abrieron las puertas del "ropero" donde viajaban, tres presas decidieron fugarse, la Orga consiguió trasladarla a la Argentina. En charlas con ella estaba muy convencida del proceso revolucionario del MLN, ella participaba en las publicaciones de "La realidad económica del Uruguay", la coyuntura económica y otros estudios del instituto de economía, pero nada me hacía pensar que militaba. Una vez la vi paseando al Blak nuestro perro lazie y entendí que estaba en la Orga. --- ¿A qué se debe su fracaso ...? De José González Otheguy Eran los años ochenta. Un compañero, Adalberto, veterinario de profesión, que trabajaba en el Ministerio de Ganadería, implementó una campaña por toda una zona de un departamento del interior del país para la concientización y sobre la responsabilidad que teníamos todos en la propagación del quiste hidatíco. Nosotros éramos un grupo de jóvenes inquietos que acompañábamos y ayudábamos voluntariamente al veterinario y que cuando el debate no se planteaba naturalmente, nos encargábamos de introducirlo. Era una forma de "militancia" post dictadura, en la que muchos queríamos participar, luego de tanta privación, represión y silencio. La actividad se desarrollaba en escuelas, casas de vecinos, etc., y consistía en la proyección de dos películas cortas, una de mostraba un paciente con el quiste hidatíco y la intervención quirúrgica para extraerlo, y la otro explicaba el ciclo del perro y como este propagaba el desarrollo de la tenia equinococus. Una de las casas de familia en que realizamos esta actividad, fue la de una distinguida familia de la zona, que tenían a un par de decenas de kilómetros de la ciudad: la casa de campo del Dr. Mercuccio. El dueño de casa tenía preparada la platea, la misma que ofrecía al cura del pueblo para la celebración de la misa un domingo al mes, nosotros todos los instrumentos para la proyección de las documentales, los vecinos empezaban a llegar puntualmente en cantidad interesante. El Dr. Mercuccio había presidido durante años la Comisión de Lucha contra la Hidatidosis. La reunión prometía ser muy buena. Una vez finalizada la proyección y escuchada la charla de nuestro amigo Adalberto, promotor de la campaña en la región, el dueño de casa pidió la palabra, y munido de un gran pizarrón, comenzó a explicar su tarea desde la comisión contra contra el quiste hidatídico, y graficaba en el pizarrón con cifras tratando de demostrar todo lo que se había hecho al respecto... en realidad el argumento central del trabajo que hacíamos con el veterinario y con el apoyo del Ministerio, era que en ese momento y proporcionalmente, el Uruguay era campeón mundial en la presencia del Quiste Hidatídico. La charla del dueño de casa se extendía y los bostezos empezaban a surgir en la concurrencia. Fue ahí que Marito uno de los del grupo que participábamos de la movida de concientización, pide la palabra a quien la detentaba, y dice: "Dr. Mercuccio (el hombre era médico), usted acaba de decir todo lo que han trabajado y han gastado de dinero en estos años para luchar contra el Quiste Hidatíco, me puede decir ¿a qué se debe su fracaso?".... Se produjo un profundo silencio, luego el estrepitoso ruido de uno de los concurrentes que se desvanecía, y caía de la endeble silla que lo mantenía, esto provocó que, Mercuccio fiel a su juramento hipocrático-corriera en su auxilio, por suerte no fue nada más que un exceso de alcohol en el vecino que había visitado previamente el almacén y bar cercano, de inmediato el cuchicheo fue creciendo y la reunión se terminó, claro, con el servido de un picadillo y algunas bebidas, igual que cuando se celebraba allí la misa, que hicieron que pasara todo el mal rato; el del desvanecido hombre y el de la falta de respuesta a la consulta de Marito, el preguntón joven. (*) Basado en un hecho real, los nombres fueron cambiados.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias