Cuentos para el fin de semana
Cuentos para el fin de semana
05.06.2015
Todos los lectores podrán hacer llegar sus cuentos hasta los días jueves a: cuentos.uypress@gmail.com
Los cuentos de este viernes son: Embrujo de luna, de Elizabeth Óliver de Ábalos Aquel Galeano (1), de Félix Duarte En la galaxia de los aún no nacidos, de Solum Donas -- Embrujo de luna De Elizabeth Óliver de Ábalos Casi a las 8, cuando Sofía estacionó el auto en Garibaldi y Ocho de Octubre, todavía no había oscurecido totalmente. Era una noche tremendamente calurosa, de atmósfera pesada. Antes de entrar al bar, esperó a Elena y Amanda, que descendían de un taxi. Mariana había llegado antes -como siempre- y levantaba el brazo muy sonriente desde una mesa ubicada justo bajo el aparato de aire acondicionado. Eran amigas de toda la vida. Se habían jubilado las cuatro casi juntas el año anterior, y lo festejaban infaliblemente una vez al mes. Les gustaba salir entre semana, ya no había que padecer las aglomeraciones de los feriados porque se habían terminado los madrugones. Tomaban unos cuantos whiskys con picadillo y más tarde, café y sándwiches calientes hasta determinar por unanimidad que Sofía estaba en condiciones de conducir... no fuera cosa de llevarse un árbol por delante y al otro día salir escrachadas en los diarios como "cuatro sexagenarias en estado de ebriedad". Pero esa noche fue diferente. Mariana se había quemado con el horno y le dieron antibióticos. Elena había presenciado un robo violento en la calle y tomó un sedante. Amanda había discutido con su hijo y estaba sintiendo la gastritis. Sólo Sofía podía tomar alcohol... pensó si estaban en "el Pecos" o en Don Orione, pero obvió los comentarios y las acompañó con refrescos. Se habían divertido al máximo, como siempre. A la 1 y media, Sofía ya las había repartido a todas y estaba de regreso. Conducía por Rivera hacia el este con las ventanas abiertas y escuchando tangos en radio Clarín. La calle estaba desierta, la detuvo el semáforo de Comercio y encendió un cigarrillo. Fue en ese momento, al levantar la vista, que la vio. Si hubiera tomado whisky, habría pensado que era un ovni, pero no. Era verano, hacía un calor de locos y había más humedad de la tolerable... simplemente, era la luna llena... ¿simplemente...? La visión era increíble... aquel círculo perfecto, enorme, de un amarillo casi naranja, parecía apoyado -allá arriba- en la azotea del edificio de la esquina con Atlántico. Sofía se sintió cautivada por aquella maravilla... pensó que era la refracción, ilusión de óptica... pero razonar no adelantaba nada, seguía ahí, mirándola, como si no existiera nada más que la luna y ella. El cambio de luces la volvió a la realidad... ¡amarilla! Se le había pasado la verde "mirando la luna"... aceleró y cruzó antes de la roja. Sofía era tan estricta para conducir, que no le importaba la hora ni la soledad de las calles para obedecer las ordenanzas. Detenía el auto en cada semáforo. Aparcaba para atender el teléfono celular o para hacer una llamada. No encendía un cigarrillo si no podía detenerse para hacerlo, pero si llegaba a vérselas mal... contaba con su spray paralizante, y con su coche, el arma más eficaz en caso de necesidad... Se sintió en falta por la dilación de su reacción. Había acelerado tanto, que el auto le pidió la cuarta en menos de una cuadra... le obedeció, estaba compenetrada con esa máquina al punto de sentirla parte de su propio ser. La luna seguía ahí, quieta, inmóvil, inmensa, parecía más grande cuanto más cerca estaba, como si fuera realmente a alcanzarla. Había llegado al cruce con Asturias -el final de la bajada-, y emprendía el repecho más rápido de lo que acostumbraba conducir... La luna la embriagaba, no podía desprender la vista de aquel portento. No recordaba cuándo había bajado del auto y no podía entender qué estaba haciendo ahí, sentada en el murito de ese edificio, justo el que tenía la luna en su azotea. Tampoco sabía por qué observaba sin hacer nada todo ese ajetreo ahí abajo... policía, bomberos, ambulancia. Con seguridad iban a pedirle su declaración, pero cuando dijera que no había visto nada, la tomarían por idiota... se acurrucó bajo la azalea que desbordaba el muro, deseando que no la vieran. ¡Cómo había quedado ese coche!, aserraron el metal retorcido para liberar a los ocupantes, pero la camilla se llevó un solo cuerpo, totalmente cubierto. Cuando vino el guinche a recoger las piltrafas restantes, pensó que ya en pocos minutos podría salir de su improvisado refugio y cruzar la calle para volver a ver la luna. Fue entonces -cuando el hombre terminó su labor y ya se iba-, que vio brillar algo en la caja del camión, entre los restos del auto siniestrado. Era la matrícula, titilando a la luz de la luna... la matrícula de su auto. --- Aquel Galeano (1) Félix Duarte Más o menos por la mitad del siglo pasado, año 1957, trabajábamos en un banco en Montevideo, Uruguay. Una tarde llega un jovencito delgado, abundante cabellera castaña, ojos celestes. Nos pide ver al Gerente. "Tu nombre, por favor" y nos dice..."Mi nombre no le dirá nada...dile que tengo una carta para él de la Central... es de Personal". Así lo hacemos. El Gerente comenta..."Me avisaron que venía... hazlo pasar..." el joven sonrió y entró con su carta... Al poco rato, sale el Gerente con el visitante. Habla con el Jefe de la Oficina. Al rato el Jefe recorre el local (trabajábamos allí unos 15) presentando a cada uno el "nuevo funcionario..." y al llegar a nuestro lugar nos dice que..."quedara contigo así lo pones al tanto de los trabajos que hacemos aquí..." Allí comenzó la etapa de un par de años, en que tuvimos la cercanía, siete horas de cada día, de una de las personalidades más atrapantes que nos toco conocer. El joven, casi un niño, se llamaba Eduardo Germán María Hughes Galeano. Acababa de cumplir 17 años. Debía hacer práctica hasta los 18 y ahí rendir una prueba. Lo que hoy se denomina "Pasantía". Nuestro trabajo, que desde ese momento incluía al jovencito, era interno. Sin público. Eso permitía que a la par de nuestra tarea, pudiéramos conversar, dialogar, cambiar ideas. Facilitaba eso que fuéramos captando matices de aquella excepcional personita. El día que llegó comentó algo de horario de unas clases. Después que lo presentaron y cuando estábamos ya ubicados, recordé eso y le pregunte. Explicó el punto. Tres mañanas tenía clases en Las Piedras, a una hora de viaje. ¿El tema? Marxismo ¿El Profesor? El principal teórico del Partido Socialista que ya estaba retirado, por su edad. El que reemplazó a Frugoni. Preguntaba si podría pedir para llegar más tarde. Le dijimos que lo planteara. El Gerente autorizó. Nunca lo vimos llegar sin un libro en la mano. Como lo dejaba sobre el escritorio y al trabajar juntos quedaba a nuestra vista. El segundo día, era de William Faulkner. Al vernos mirarlo, dijo..." lo estoy estudiando, junto con Steinbeck, me interesa el Sur de Estados Unidos, los algodonales, la esclavitud..." y era así, no los leía, los "exprimía" para entender el contexto social sobre el que esos maestros escribían. Tal cual aquel "muchachito" de 17 años. Decíamos "exprimía" porque lo mostraba el libro, por marcas y anotaciones y una serie de papelitos intercalados en sus páginas, de los que también se veían en el bolsillo de su camisa. Nos decía que además le interesaban autores de la Italia pobre, como Vasco Pratolini y Cesare Pavese, con los que, entre otros, lo veíamos a menudo. Era sin duda uno de esos ejemplares, que le dicen "fuera de serie", aunque Galeano se veía obsesionado en no parecerlo. ¿Cómo era eso? Aquel casi niño tenía base en teoría política muchas veces más que cualquiera de nosotros. Él lo sabía y jamás lo usó. Cuando finalizaba la jornada, ya todo terminado, sobraba una hora de "Hacer tiempo" y se formaban grupos y Galeano se integraba. Si el tema era futbol de eso hablaba Galeano. Aquel era el tiempo de las primeras minifaldas y el banco quedaba sobre 18 de Julio. El mostrador se llenaba de "observadores" y allí estaba Galeano agregando sus comentarios. Tal vez sigamos con esto... --- En la galaxia de los aún no nacidos Solum Donas Les llegaron noticias que al inicio eran inquietantes. Décadas mas tarde sintieron las noticias como aterradoras. Provenían del planeta Tierra, situado a millones de siglos luz de distancia. Los humanos habían decidido reducir el número de hijos o no tenerlos. Las magras tierras sometidas a una incontrolable e ineficiente explotación, ya no producían los alimentos necesarios para la adecuada nutrición de los trillones de habitantes humanos, animales y vegetales. La producción tecnológica, proteínas de laboratorio por ejemplo, no eran suficientes para equilibrar las necesidades nutricionales. Los cambios climáticos han producido todo tipo de calamidades, en particular la insuficiente cantidad de agua necesaria para consumo de los seres vivos, industria y la agricultura, lo cual agravó la problemática nutricional y la supervivencia de las especies del planeta. Por otro lado, la búsqueda, colonización y explotación de otros planetas de la Vía Láctea, y mas allá, si bien había comenzado con relativo éxito, no lograba equilibrar las carencias. Mas aún, los precios elevados de los productos importados hacían inaccesible su consumo por la mayoría de los terrícolas. La angustia y la desesperanza provocada por esta situación, han tenido consecuencias graves: el incremento intolerable de la violencia interpersonal, homicidios, asaltos, robos, falta de diálogo, y grandes guerras usando armas letales sofisticadas. La apropiación de recursos básicos como la tierra, fuentes varias de energía y de agua, por los imperios dominantes culminaron en un caos global, cuyo final nadie lograba entrever salvo la aniquilación total de la vida en el planeta. Incluso, los terrícolas han desechado la existencia y creencia en los dioses que alguna vez en la historia les habían servido como fuente de alivio y esperanza. Estas noticias y otras mas graves llegaban con insistencia a la galaxia ANONA 1, cuya existencia habían concebido filósofos y varios científicos gracias a su prolífica imaginación, pero su existencia real y ubicación en el Universo, no había sido posible comprobar ni siquiera por el poderoso telescopio Hubble. Lo cierto es que la galaxia ANONA1 existió siempre, probablemente desde el Big Bang. Allí vivieron y viven los humanos concebidos aún no nacidos, que si bien en los inicios eran pocos, (recuerden que la población en la Tierra era muy pequeña en aquellos tiempos), la vida era allí sencilla y alegre. En la medida que fueron transcurriendo millones de años, y a pesar de la gran cantidad de muertes que se produjeron debido a sucesivas epidemias de gérmenes que afectan a los no nacidos, los habitantes de la galaxia fueron aumentando de tal forma que ninguna de las ecuaciones matemáticas mas audaces lograron proyectar una cifra que tuviese credibilidad. Las noticias que les llegaban del planeta Tierra, que era su destino preestablecido, fueron al principio inquietantes y décadas y siglos después las sintieron aterradoras. Los aún no nacidos no sabían cómo reaccionar ante esta catastrófica situación del lugar donde les tocaría vivir. Algunos pensadores mas creativos comenzaron a plantear interrogantes que angustiaron a los habitantes de la galaxia: en las circunstancias actuales, ¿vale la pena nacer?, ¿para qué nacer?, ¿quién o quiénes nos piden o quieren que nazcamos?, ¿para vivir?, ¿para vivir cómo?, ¿dónde?, ¿no somos nosotros los que tenemos el derecho de decidir si deseamos, nacer y vivir? Fue así que, progresivamente, el pánico, y la desesperanza y el deseo de no nacer, cundieron en ANONA 1; esto trajo como consecuencia masivos suicidios colectivos y guerras fratricidas. Fueron unos pocos mas optimistas, los que decidieron continuar viviendo en la galaxia, no sólo como testigos vivientes de las calamidades, sino también, como quedó plasmado en un documento firmado por todos ellos: "decidimos quedar a la espera de que en el curso de la Historia, tuviéramos que nacer para recomenzar la vida humana en la Tierra". Ellos sabían por historias contadas por los mas viejos de la galaxia, que en el transcurso de la Historia de los Milenios, habían sucedido hechos similares. Aún están esperando en la galaxia ANONA 1. ¿Llegarán a nacer?
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias