Craso error

Daniel Feldman

23.03.2016

La tarde de sábado en el Solís perfilaba para el deleite. ¿Cómo negarlo?

Pero a veces, el camino del disfrute topa con vericuetos que nos trasladan a escenarios inesperados. Y sin embargo...

Sin embargo, y antes de que se preocupen, la tarde fue maravillosa y un deleite. Nunca está de más crear un poco de expectativa.

El sábado 19 nos dirigimos al Teatro Solís a presenciar una nueva exhibición del Ballet del Bolshoi. Se trata de transmisiones en pantalla gigante, en alta definición, y con un nivel de filmación realmente espectacular, que por momentos hace olvidar que no se está ante una actuación en vivo.

Era el turno de Espartaco, una obra ya clásica en el reportorio del elenco ruso, con música de Aram Kachaturian, coreografía y libreto de Yuri Grigorovich y la participación estelar de Mikhail Lobukhin (Espartaco), Svetlana Zakharova (Aegina), Vladislav Lantratov (Crassus), Anna Nikulina (Phrygia), encabezando al cuerpo de baile del mítico teatro moscovita.

El argumento de la obra es más o menos conocido: un contingente de tracios es hecho prisionero y esclavizado por el triunviro Craso, y Espartaco se convierte en líder de una rebelión, que finalmente será derrotada por el primero, pero de la cual se extrae la moraleja de la lucha por la libertad y la dignidad.

En determinado momento se produce un combate singular entre Espartaco y Craso, en el cual el primero vence, pero en lugar de matar al romano decide dejarlo con vida y humillarlo. Ahí se hace referencia a que Espartaco cometió el error de no ajusticiar a su esclavista.

Uno más uno es dos, me dije en ese momento. Error de Espartaco al no matar a Craso, pensé.

Craso error, fue la frase que retumbó en mi cabeza. Y ello me quedó repicando por el resto del espectáculo., reafirmándome en la intención de develar, apenas retornara a mi domicilio, el misterio sobre origen de la expresión "craso error" apenas retornase a mi domicilio.

Fue así que comencé a navegar en la vida de Marco Licinio Craso, cónsul de la República Romana, que ejerció el poder supremo de enero del 70 aC a enero del 69 aC, exactamente un año, y también de enero del 55 aC a enero del 54.

Fue también gobernador de la Provincia de Siria, desde el 1 de enero del 54 aC hasta su muerte, el 12 de junio del 53 aC. Había nacido en el año 115 aC.

Su nombre en latín era Marcus Licinius Crassus, y a este aristócrata, militar y político se lo conoció como Craso el Triunviro, ya que compartió gobierno con Pompeyo y César, tal vez las dos personalidades más relevantes del momento.

Pero ¿dónde radica el origen de la expresión "cometer un craso error", es decir una equivocación grande y generalmente irreparable?

Pues bien, algunos remontan la historia a más de 2.000 años atrás, en el año 60 aC. En ese entonces se comenzaba a gestar el triunvirato a que referíamos más arriba, formado por los tres políticos más importantes de la época. Cada uno tenía sus merecimientos para integrarlo: Craso, había derrotado a Espartaco, y en el reparto, como era el menos conocido de los tres, le tocó Siria. Llegó a ser considerado el hombre más rico de su época, y circula el relato de una expresión popular que cuando alguien le pedía prestada una gran cantidad de dinero a un amigo, para denotar la imposibilidad de acceder a la solicitud, se le respondía ¿acaso te crees que soy Craso?

No es de extrañar entonces que lo primero que hiciera al llegar a Siria fuera saquear templos y casas para incrementar su fortuna.

Pero la ambición, muchas veces es muy mala consejera. Fue así que decidió atravesar el Éufrates y conquistar el reino de Partia, en el actual Irán. Su desmesurada ambición lo llevó a actuar con premura, y por supuesto a cometer errores. En el primer enfrentamiento fue derrotado, y su hijo murió en el combate, lo cual lo afectó profundamente. Debió intentar dialogar con el rey parto, y en la reunión se vio enfrentado a una emboscada y fue hecho prisionero.

Su ambición era obtener el oro parto, y según las versiones sobre su muerte (hoy las podríamos llamar tal vez leyendas urbanas) finalmente lo obtuvo: hay quienes sostienen que fue obligado a beber oro líquido y otros que afirman que lo fundieron en el oro que ambicionaba.

Verdadero o falso el final, todos coinciden en que Craso cometió un error irreparable en pretender alzarse con el dominio de Partia. Lo suyo fue lo que hoy diríamos "un craso error".

Pero, y como decía mi abuela siempre hay un pero, hay otra teoría sobre el origen de la expresión "craso error". Mucho más simple y menos romántica, históricamente hablando. La voz "craso" deriva del latín "crassus", que quiere decir grueso, gordo, rudo, tosco. De hecho, se dice que a Marcus Licinius se lo conocía por el sobrenombre Crassus justamente a causa de su obesidad. Entonces, en este caso, la expresión "craso error" en realidad es una traducción de la latina Crassus Errare, esto es, un gran error que no tiene disculpas, tal como afirma la Real Academia en su Diccionario. Los que se apegan a esta etimología de la expresión reafirman lo dicho ejemplificando que "craso" se usa también como adjetivo acompañando a otros sustantivos, como es el caso de "ignorancia crasa" y, aunque Craso haya sido precipitado en sus estrategias, nadie osa afirmar que fuera un ignorante.

Sería entonces un "craso error" pensar que está todo dicho.

 

 

Daniel Feldman
2016-03-23T09:20:00

Daniel Feldman | Periodista