Ni ilustrados ni valientes

Daniel Vidart (*)

15.04.2023

 

El pais está a punto de ahogarse  en las aguas revueltas de una crisis mayúscula. La palabra crisis se ha utilizado, y cada vez con mayor insistencia,   para calificar el momento de incertidumbre y sufrimiento colectivos que vive el Uruguay entero. En efecto :la  crisis, si nos atenemos a la etimología del  término, alude al forcejeo que caracteriza a las situaciones límite Crisis, que  en griego quiere decir decisión,  deriva de krinein, una voz polisémica que significa separar, decidir ,distinguir, y sobre todo juzgar, pero no en cualquier momento, sino en las coyunturas cruciales, en las circunstancias extremas.

La crisis en sí no es el cambio propiamente dicho sino el momento culminante de un proceso a partir del cual el estado de las cosas mejora o empeora .Los médicos romanos decían que cuando     una enfermedad  grave  llegaba  al punto cero el paciente  recuperaba   la salud o marchaba hacia la tumba. Lo mismo sucede con una sociedad  como la nuestra,  hoy  enfrentada a tremendos dilemas económicos y sociales.

¿Seremos capaces de afrontar los cimbronazos de este cambio ? ¿ Está la naturaleza humana  capacitada para adaptarse a las mutaciones bruscas  o le es difícil, si no imposible,  ponerse a tono con las exigencias de las peripecias inesperadas y catastróficas ?   

En realidad, como lo han comprobado los antropólogos y los sociólogos, no se puede generalizar acerca de la flexibilidad o la resistencia de  la naturaleza humana ante   los retos del cambio, ya sea este en el orden de la naturaleza , ya en el de la sociedad, ya en el del espíritu.

Las mal llamadas  sociedades salvajes, a las que conviene denominar arcaizantes , las sociedades tradicionales de campesinos y las sociedades urbanas civilizadas acogen con distintos grados de acepción los cambios  operados en  los artefactos del repertorio material  y/o en  los mentefactos configurados por  los sistemas de costumbres ,  visiones del mundo y  escalas  de valores  .En el seno de las  sociedades "desarrolladas", o por lo menos modernizadas de modo hemipléjico , como la nuestra, existen tambien diferencias. Un  ejemplo , por pueril que  parezca, nos ilustra acerca de un fenómeno recentísimo. En efecto los niños y jóvenes de dichas sociedades , criados al pie  de las computadoras, manejan estos ingenios electrónicos con absoluta solvencia . En el otro extremo de la pirámide etaria,  los   viejos se resisten a usarlos. Es mas, le tienen un miedo pánico. Ese miedo se llama misoneismo, que en griego significa temor a lo nuevo. El ejemplo escogido abarca cierta franja de la sociedad uruguaya. No todos los niños o jóvenes tienen acceso a las computadoras. Quienes pertenecen a las clases sumergidas tienen otro tipo de preocupaciones : ya no se trata de vivir   en el    nivel      electrónico  sino de per - vivir y des - vivirse  en la miseria material  y el desierto moral generados por  las grandes ciudades en la era del Mercado Capitalista Mundial , cuyos infiernos han perfeccionado los  concebidos por  Dante y el Bosco.

Antes de seguir adelante me permito una pequeña acotación sociológica. El cambio como fenómeno sociocultural no constituye un fenómeno unívoco. Hay cambios exógenos que vienen desde afuera y  cambios endógenos que se manifiestan en el interior de las comunidades humanas. Los primeros trastornan las rutinas del orden establecido, de la norma aceptada como patrimonio del grupo .Responden al aire del tiempo generado por los paises rectores , por los imperios dominantes : ayer, en el mundo antiguo , el clima   político y el tiempo  cultural fueron  impuestos por Roma ; en la actualidad lo son por los EE.UU., esos  romanos del siglo XX que se están convirtiendo en los asirios del XXI. Los segundos, los cambios internos, desafían las fuerzas centrípetas de la tradición con las fuerzas centrífugas de un nuevo tipo de mentalidad que ,al cabo, operando desde abajo hacia arriba, desde el substrato económico hasta el anímico ( el animus y no el anima), y bumerán dialéctico mediante, presionando luego desde  arriba hacia abajo, desde la superestructuras a las  infraestructuras sociales y económicas,  aceleran el paso cansino de la historia, inaugurando así  un tempo humano que se lleva por delante al tiempo cronológico

Ante este doble fenómeno cabe una pregunta que de tanto en tanto se reitera, a veces con curiosidad y otras con angustia : ¿ es consustancial a  la naturaleza del hombre la resistencia  al cambio ? Para contestarla con un mínimo de acierto se debe tener en cuenta que no existe  una uniforme e inmutable   naturaleza humana . La condición humana es maleable y así lo muestra la historia. Nada existe tan poderoso como  el impulso coactivo de la cultura y su ejercicio mediante la educación. Si en medio de  un pueblo  laborioso y entregado al cultivo  de la sensibilidad y el pensamiento - pensemos en  los alemanes y su amor a las ciencias  y a  las artes - aparece un  profeta de la guerra como lo fuera Hitler y transforma a la juventud en una máquina de matar , este cambio radical, operado en pocos años , demuestra cuan  dúctil puede ser la naturaleza humana  para aceptar transformaciones  que  al final resultaron  nefastas para media humanidad, incluyendo, y con creces, a  los propios alemanes.

 Hay sociedades frías y sociedades calientes , según estimaba  Levi - Strauss . Las frías, las tradicionales ,las aisladas, las que se cocinan en su propio jugo, pasan sobre el charco de la historia como los gatos, sin mojarse la piel  . Cambian sí, pero muy lentamente, mediante mecanismos casi imperceptibles. En cambio  las sociedades calientes, las civilizadas, las intercomunicadas ,las mundializadas,  se bañan en las aguas de la historia, se dan una ducha de historicidad, de cambios rápidos, de corsi e ricorsi alternativos, de crisis que aguzan la inventiva y la imaginación humanas aunque no necesariamente aumenten su acceso a la felicidad. De tal modo si bien el componente  cultural impone  el orden, el factor societario  fabrica desajustes, provoca entropía

A las sociedades estáticas , cuya organización social parece fosilizada, les repugna el cambio. Su cultura navega, sin sobresaltos,  por una asíntota inferior. Repetir lo que hacían los antepasados, lo que dicta la tradición, infunde confianza y robustece , a través del rito, el  imperio de los mitos .Las necesidades vitales , ya colmadas, no requieren inventos. Por su parte las  sociedades civilizadas,   donde los conflictos institucionales y personales  desatados por la carrera  tras el ejercicio , lícito o ilícito, del  poder,  son el pan de cada día, si bien padecen a  veces los caprichos  de  una brújula loca , o sea desajustes , revoluciones, depresiones y  anomias , tienen una  aguja de marear que  apunta siempre  al norte de la innovación tecnológica , del cambio veloz, de los inventos que generan necesidades .Un  corolario negativo , impuesto por los caprichos del capitalismo rampante, muestra que, no obstante su apertura al progreso - un término que una y otra vea debe ser redefinido según los resultados  del balance ético  entre la cantidad de los bienes y la calidad de los valores , tal como lo hicieron Bury  y Nisbet - son tributarias del ansia consumista desatada por la propaganda , esa celestina y comadrona a la vez del " imperio de los efímero ".

El Uruguay no escapa a este vaivén ; no obstante, los punks, los rebeldes  sin causa y  el rock pesado , frutos  temporales del árbol citadino,  son productos  inconcebibles  en el ambiente sociocultural de las estancias., aunque hoy se cuelan en ellos en alas de la radio y la ubicua T.V. En efecto , asi como no se puede aplicar al pueblo uruguayo  entero  la regla que usan los montevideanos para medir sus gustos y necesidades tampoco se puede proyectar sobre Montevideo el ideario o la idiosincrasia de la gente rural, de los paisanos , de esos productos culturales de los pagos que han acuñado los paisajes del país profundo.

Debe distinguirse, empero, como antes advertí,  entre los cambios de superficie y los cambios de fondo. No nos ocupemos de los primeros, a los que somos vulnerables, pues  llegan desde la pasarela  de la civilización ; preocupémonos por los segundos, que no dependen de los de afuera, que al cabo son de palo, como decía el Negro Jefe, sino de nuestras propias fuerzas , de nuestros posibles y plausibles  proyectos de vida.

Repito que es peligroso generalizar. Antes de hacerlo deben considerarse las variables  relacionadas con la situación económica, la edad, el género de vida, los niveles de educación, el abanico de  tipos psicológicos , los tironeos de la clase social  y los requerimientos  coyunturales  del aquí y ahora para desplegar un matizado juego de respuestas acerca de nuestra  capacidad   para afrontar los desafíos de este vendaval de cambios que en los corrientes días hacen temblar, desde sus cimientos, el endeble y  apolillado edificio nacional. Claro que en una sociedad donde predominan los viejos, y el Estado paternalista  es invocado in petto aún por quienes estimulan la iniciativa privada, y  es reina y señora  la mentalidad del matero que  , sentado , aguarda la dádiva del Otro - a quien maldice pero acepta sus limosnas , a partir de la olla popular y la escuela - comedero -  , se originan acontecimientos, como los actuales , que son cada vez menos  edificantes , por no decir terribles . Por su parte  el llamado "imaginario colectivo" no  se resigna a reconocer  que el fugaz  sol de las viejas  glorias se ha ocultado tras la nube de una múltiple indigencia económica, afectiva y mental que nos lleva, a galope tendido , hacia el corazón de las tinieblas. Y esto en parte sucede porque   seguimos vistiendo los maniquíes del ayer con trajes prestados, con ropajes de fantasía, con caretitas de a vintén. No nos hemos adaptado a los legítimos cambios que  apuntan en  los campos de la economía y la cultura, ambas acicateadas por la picana de la política. Vivimos en una sociedad capitalista de la periferia, agobiada por sus rutinas, mutilada por las tramposas maniobras de las clases dirigentes, ya denunciadas por Bartolomé Hidalgo a principios del siglo XIX. De tal modo la sociedad uruguaya , en particular la urbana, aparece como solidificada, como congelada en los ademanes de un viejo juego de mosqueta que, elección tras elección, repiten las elites del poder y del tener. Entonces la gente, para escapar a su frustración, o a resultas de ella, se manifiesta  cada vez más celosa del bien ajeno, cada vez más hipócrita y por momentos más cínica. No obstante, como desde lo alto se procura  desteñir los perfiles,  minimizar las catástrofes y  enjugar con palabras promeseras la pública infelicidad , el pueblo uruguayo, inducido por los malos ejemplos de los que mandan, esconde debajo de la alfombra las carencias morales  y  procura enjugar con atropelladora arrogancia las   cada  vez  mas  notorias  deficiencias  intelectuales  de    su       gente. " Uruguay : envidia y garrón", asi rezaba un graffito escrito en una pared  montevideana

Todo parece indicar que no estamos preparados - por lo menos los urbícolas eclarecidos,  que no solo se  autoproclaman  como los portadores de la inteligencia nacional, sino tambien  la voz de los que no tienen voz - para cobrar conciencia del  cambio planetario  que experimenta actualmente la civilización  ni  para resistir el impacto  de los  destructores de antiguos ídolos que hoy nos anonadan con la introducción de nuevas imagenes y  nuevos fetiches , a los que no sabemos oponer un arte de flotación , es decir esa  sabiduría mimética del que acata pero que no cumple , como sucedía en América  criolla con las Leyes de Indias.

Y a todo esto,  los aldabonazos  del Mercado Mundial  nos despiertan , con los ojos todavía lagañosos, de  nuestros sueños artesanales, propios de  una  mentalidad de comerciantes minoristas. Es que de pronto , sorprendidos por  los vientos de cambio y el cambio de los vientos ,nos  hemos quedado anclados en el pasado , jugando a las escondidas con los fantasmas de los  campeones del 30 y del 50 , añorando los manidos títulos , honorarios antes que honoríficos , de  Suiza de América ,  Tacita de Plata y  Atenas montevideana, logrados a expensas de una  ganadería gorda, abundante y otrora exportable al "cliente tradicional", es decir a Inglaterra, la "pérfida Albion" de los poetas .

Y mientras perdemos el tren de la historia, sucede también   que  cada día somos mas pobres, más pedigüeños, mas menesterosos , y por  añadidura, menos ilustrados y  minga de   valientes .Y tanto, que a muchos compatriotas ya no les   duele  vender el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad .

Todo cuanto he dicho en estas últimas parrafadas , generalizando a mas no poder, sin duda que sería  repudiado por la cautela metodológica y antisubjetiva  de un  científico social, pero yo quiero , como persona sintiente y pensante, permitirme  transpasar las tranqueras profesionales, contradecir lo que me enseñó la Academia    y  expresar  lo que opino , desde la raíz  de mis sentimientos, acerca de esta hora de amarguras y postergaciones , donde el único cambio posible parece ser el que lleva de lo malo a lo peor, porque no  supimos asumir con dignidad y presteza una serie , diría que higiénica , de responsabilidades colectivas y prontas medidas de salvación social. A veces la doxa, el intimo y dramático parecer, nacido de la rebeldía del ciudadano de a pie  , puede y  debe sustituir al logos, el  metódico y recto conocimiento, originado por una operación racional. De no ser así seríamos máquinas y no hombres.

Las sociedades  urbanas y cosmopolitas de los países centrales,  dueños del poder, del tener y del saber , son las que imponen los cambios que debemos soportar los países de economías dependientes. Importan riqueza y exportan miseria, chatarra, corrupción  y contaminación. El cambio, para ellas, es el pan de cada día. Nosotros, con una visión todavía aldeana de las cosas, hacemos tatuajes en nuestra epidermis, pero conservamos la misma piel social  y el mismo esqueleto cultural. No se trata de quien produce  mas  o menos estafadores  de la pública felicidad : el asunto es cualitativo antes que cuantitativo. Asaltantes con patente  abundan en todas las latitudes. Los hay en los paises industrializados y en los eriales criollos  Se roba en el Gran  Norte del doble  continente, donde la plutocracia mafiosa ha anegado con sus aguas  corrompidas  el cauce de la austera  democracia jeffersoniana, y se roba en la Muy Fiel y Reconquistadora .En puridad,  los representantes de esas malas artes  pertenecen a una tribu internacional  encanallecida por el mercantilismo , la ganancia ilícita y el desprecio al semejante.

Entonces, para  no transar en lo innegociable de la calidad humana, para sobrevivir a flor de agua  en el río principista , debemos conservar las viejas  identidades aunque aceptando los nuevos escenarios que nos proponen  para ejercitarlas en ellos . Los estoicos se decían ciudadanos del mundo. Aprendamos este noble oficio  comenzando por barrer bien la casa , preparándonos para ser pobres pero dignos, pocos pero bien montados. Debemos imponernos, desde arriba hasta abajo, desde la buhardilla hasta el sótano social , un cambio profundo , quirúrgico , realizado a conciencia pura, como decía Discepolín.. Necesitamos   un  baño de realidades , por dolorosas  que ellas sean, para  que recién nos sintamos  limpios de cuerpo y alma , para que adoptemos otro  estilo existencial  , antes de que se nos  mueran , abrazadas y llorando,   las esperanzas y  las   utopías . Si procedemos de tal modo las generaciones venideras  no se avergonzarán  de nuestras actuales  reticencias, permisividades y cobardías . Todavía estamos a tiempo. Siempre habrá oportunidades propicias para los pueblos de grande y fuerte voluntad .El destino está en nuestras manos. Artigas ya lo dijo con claridad y valentía : " Reducidos por una reunión de circunstancias a esperarlo todo sólo de nosotros mismos, la más perfecta unión es lo único que debe caracterizarnos. Al penetrante grito de la patria todos debemos ser uno y fijándonos solamente en salvarla, nada capaz de arredrarnos puede presentarse ante nuestros ojos. La causa es justa, no lo dudemos, y por más que mil incidentes se opongan a nuestra digna resolución, debemos seguirla hasta el extremo"

Los ecos de la  voz del Gran Traicionado atraviesan la historia y nos demandan, en la era  de la posmodernidad y la globalización, el cumplimiento de  urgentes y extremosas tareas  que no son distintas, pese al tiempo transcurrido, a las por él emprendidas en las difíciles horas  la Patria Vieja. En efecto  los  sentimientos  que inspiraban los ideales de Artigas  son tambien los que deben movilizarnos aquí y ahora , y no habrá mejor modo de honrar su memoria que culminando victoriosamente  la lucha por la  libertad y la dignidad del  pueblo iniciada por el Jefe de los Orientales.

 

(*) El texto es del fallecido Daniel Vidart, de 2002, pero él mismo lo sube a las redes en abril de 2015 mostrando su validez para cómo estaban las cosas en ese momento. Y ahora...

 (Escrito en el año 2002 , cuando el cimbronazo del default a la uruguaya, por este servidor que, por esas cosas de los amores y los genes es chozno , esto es descendiente directo en sexta generación, del Jefe de los Orientales )

 

 

Daniel Vidart
2023-04-15T10:20:00

Daniel Vidart. Antropólogo, docente, investigador, ensayista y poeta.

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias