EE.UU. e Israel: una cuestión de élites. Primera Parte. Luis E. Sabini Fernández

30.03.2025

¿Flacuras del pensamiento progresista o flaquezas morales de la comodidad? Si uno recorre el espinel del pensamiento crítico, cuestionador, seguimos viendo la crítica radical al "imperialismo estadounidense", al papel nefasto de la OTAN y su jefe indiscutido, EE.UU. Y más en general, cómo EE.UU. sigue ejerciendo su nefasta dictadura mediática, financiera e incluso militar.

Si uno recorre el espinel del pensamiento crítico, cuestionador, digamos en el universo de habla hispana, seguimos viendo la crítica radical al "imperialismo estadounidense", al papel nefasto de la OTAN y su jefe indiscutido, EE.UU. Y más en general, cómo EE.UU. sigue ejerciendo su nefasta dictadura mediática, financiera e incluso militar.

Una sociedad, como la de EE.UU. fue configurándose como sociedad nueva, distinguiéndose de las formaciones sociales precedentes que de algún modo la prohijaron. En primer lugar, del imperio británico del  cual los EE.UU. fueron inicialmente colonia.

El surgimiento fue tan radical y explosivo, con tal cantidad de suelos y riquezas a su servicio que la pequeña hilera de colonias inglesas sobre el Atlántico generó una sociedad de dinamismo y desarrollo sin precedentes.

Y sus rasgos, por lo menos proclamados: anticolonial y emancipadora.

Los protagonistas de tamaña gesta: un incontestado dominio noreuropeo. Inglés y escocés  en primer lugar, pero también holandés (los fundadores de Nueva York, 1624, por ejemplo), flamenco, alemán, nórdico.

Francia colonizó la Louisiana (y otras vastas regiones de América del Norte, como Quebec). Louisiana, un enorme territorio del centro actual de EE.UU., finalmente vendido por Francia a los colonizadores principales (que ya habían fundado EE.UU.)   

Y ya muy posteriormente, siglo xix, nuevos aportes europeos llegaron a ese nuevo imán; inmigración irlandesa, italiana. Y judía.

 Entretanto, EE.UU. había empezado a expandirse también territorialmente.

No sólo el robo directo y despiadado de los territorios de las nativonorteamercianos sino también, la rapiña a mediados del s xix de medio México. Y poco después el gran "negocio" de comprar un millón de km2 de hielo, nieve, morsas, oro y minerales -Alaska- a costa de la miopía geopolítica zarista, por un puñado de dólares.

A todo lo largo del siglo xix, un gran negocio, otro gran negocio, corrió a la par de los asentamientos coloniales; el robo de tierras, el expansionismo, la industrialización artesanal y el desarrollo granjero: la esclavitud. Y el tráfico consiguiente. La economía esclavista fue decisiva en el asentamiento y "engrandecimiento"· de la nueva nación.

 

LO WASP Y EL ROBO DE LAS TIERRAS

La importancia de la estirpe fue constitutiva en el despliegue y asentamientos de la nueva sociedad. El jus sanguinis fue el estandarte racial del nuevo estado. Afros, esclavizados y oriundos, eliminados o arrinconados no formaban parte de la nueva nación.

La elite que se fue configurando recibió en un momento el calificativo de WASP: White, Anglo, Saxon, Protestant. Por el cuarto atributo fue que "se colaron" en la consolidación de EE.UU., holandeses, alemanes, daneses. Noreuropeos.

"Tras la muerte de Toro Sentado,[1] en Aberdeen, el 29 diciembre 1890, el diario Saturday Pîoneer escribió: 'Los blancos por la ley de la conquista, por la justicia de la civilización, son los

amos del continente americano [...] y la mejor seguridad para los colonizadores será garantizada mediante la aniquilación total de los pocos indios remanentes'." [2]

El editor de este diario era L. Frank Baum, autor de The Wonderful Wizard of Oz" (El mago de Oz).[3]

Veamos otro testimonio; lo que les dijera Tecumseh, casi un siglo antes; un guerrero nativoamericano de la etnia shawnee, respetadísimo por su conocimiento y su capacidad para enfrentar la invasión europea; un "discurso" a miembros de la nación osage (invierno 1811-1812): "[...] la sangre de muchos de nuestros padres y hermanos ha corrido como agua por el terreno para satisfacer la avaricia de los hombres blancos. Nosotros mismos estamos amenazados con un enorme daño, nada los va a pacificar a ellos hasta vernos a todos nosotros, los hombres rojos, destruidos. Los blancos son  como las serpientes venenosas: cuando están enfriadas son débiles e inofensivas pero el calor las vigoriza y entonces atacan mortalmente a sus benefactores."  La referencia a "benefactores" es estrictamente veraz, "los indios" jamás atacaron a los recién llegados y, por el contrario, los ayudaron a sobrevivir en el nuevo hábitat.

A Tecumseh le consta que hay una asimetría y cuál es su motor psìquico: "[...] los blancos desprecian  y mienten a los indios, abusan e insultan porque no creen que los hombres rojos seamos suficientemente buenos para vivir." [4]

Tecumseh advierte que los piadosísimos cristianos que han arribado al continente no quieren confraternizar, ni compartir el mundo, la realidad, lo que tenemos a mano: quieren todo para sí. Es decir: no quieren que existan los originarios. Y están dispuestos a borrarlos de la existencia.

Un siglo después las certeras impresiones de Tecumseh y otros "sabios de la tribu" tendrán amarga verificación: cuando el territorio osage (el que les había quedado, luego de los grandes despojos) se reveló rico en petróleo, principiando el siglo xx, muchas indias osage fueron cortejadas por estadounidenses WASP que no sólo llevaron adelante "casamientos de conveniencia", sino que además "aceitaron" el plan de despojo envenenándolas. Tecumseh supo ver hasta lo que aún no había pasado.

 

El genocidio, siempre presente: materia prima en la configuración de EE.UU.

Desde un primer momento, la dirección de la flamante colonia británica no sólo se empeñó en adueñarse del territorio de las etnias allí aposentadas sino que inició el tráfico de esclavos africanos para asignarles las tareas más pesadas que los pioneros se querían ahorrar.

Apenas un ejemplo; lo que le escribe Benjamin Banneker, 19 ago 1791, en carta a Thomas Jefferson (seguramente considerado el dirigente estadounidense más "humano"; a George Washington, por ejemplo, se lo vinculaba con la trata de esclavos):

"[...] supongo que es una verdad que usted conoce tanto que no necesito probársela, que somos una raza de seres que ha tenido que trabajar duramente bajo el abuso, que hemos tenido que soportar durante mucho tiempo el desprecio y que hemos sido considerados más brutos que humanos y a gatas capaces de dotes mentales."

Banner le dirige esta carta a un prohombre de los flamantes EE.UU. que tiene como amante a una mujer esclava negra (en rigor, dos, según documentos de la época).

Cartas como ésta fueron escritas muchas por seres desgajados de su tierra y esclavizados;  enviadas no solo a personalidades de la época, como Jefferson, sino a diversas autoridades políticas, estaduales o condales. En vano.

Cuando el movimiento abolicionista cobra fuerza, mediando el siglo xix, un movimiento compuesto por blancos contrarios a la esclavitud y negros, a menudo exesclavos, fueron extendiendo su apoyo a esclavos fugitivos mediante redes clandestinas bautizadas "el Tren Subterráneo".

El gobierno federal entonces procuró enfrentar las deserciones defendiendo los intereses de los "amos" y volver los esclavos al redil, lo cual se convirtió habitualmente en una suerte de contrato de servidumbre, en el cual los negros en rebeldía capturados ya no eran esclavos del antiguo amo, pero sí sus siervos.

"Aunque la decimocuarta y la decimoquinta enmienda constitucional prometió la igualdad de derechos y el derecho al voto, estos derechos desaparecieron cuando los políticos norteños hicieron un acuerdo con los dueños de las plantaciones del sur. Los representantes que ya habían sido electos fueron forzados a abandonar los recintos legislativos. Hubo violencia callejera y miles de afrodescendientes debieron "escurrirse" hacia zonas "del Sur profundo".[5]

El expansionismo WASP no llegó a tiempo al Pacífico para enfrentar al colonialismo hispano. Porque en las primeras décadas del s xix los Estados Unidos Mexicanos se habían emancipado de España. Pero cuando los WASP en su marcha triunfal al oeste, sienten que el Pacífico está al alcance, encaran la invasión de México en plan directo de rapiña, como ya lo hicieran varias veces antes, con los siux, los osage, los cheyennes, apaches, pies negros, cheroquis, dakotas, navajos...

Es el momento de la "fiebre del oro". Pero no es la única fiebre. Liberales y racionales, algunos dirigentes diseñan un plan: México tiene 8 millones de habitantes y 4 millones de km2.

La mitad norte, con oro, tiene 1 millón de habitantes. La mitad sur, también tiene oro, pero 7 millones de mexicanos. Ese caudal de sangre ahogará nuestra pureza. Quedémonos nomás con la mitad norte. Ésos serán con el tiempo llamados "chicanos".

Deglutiendo enormes territorios, una máquina militar de ocupación de tierras, un territorio de conquista, se fue consolidando una nueva y moderna  nación. La más moderna...

Con colonos, muy piadosos casi todos ellos, que de acuerdo con sus convicciones bíblicas, lograban milagrosamente preservar no ya sólo su buena conciencia sino su excelente moral de máxima exigencia. ¿Qué más les puede dar la deidad que los cobija?

Claro que si observamos el tratamiento dado a las naciones aborígenes, verificamos que nuestros bíblicos lectores no eran muy confiables ante la palabra empeñada. Porque los colonizadores europeos fueron descartando cada tratado de límites que habían acordado oleadas anteriores de colonizadores, reduciendo cada vez  los espacios indios hasta finalmente arrebatarles toda la tierra (y la vida), confinarlos a espacios cuasisimbólicos (las Indian Reservations) o expulsándolos del territorio definido como EE.UU. (hay ejemplos históricos, de etnias huyendo a Canadá o a México).[6]

De todo ese magma de tierras fértiles, perseguidos religiosos y consiguiente aspiración a perfecciones bíblicas, se configura una sociedad nueva que aspira a ser total. Y única. Todavía en 1776 y en todo el siglo xix, quedaba prístino que era un nuevo estado (aunque constituido por varios nuevos estados).

Por eso Roxanne Dunbar-Ortiz (Monthly Review, 2017) llegará a mostrar su rechazo a tanta falsedad histórica: "¡Basta de decir que EE.UU. es una nación de inmigrantes!"

La cuestión racial siempre ha resultado decisiva dentro de EE.UU. Los elencos de gobierno siempre han tenido estrecha relación con la racialidad imperante. Por eso, durante cerca de dos siglos, se puede hablar de una élite WASP.

El orgullo racial y racista se encarna, por ejemplo con mucha intensidad en un poeta clave del American Way of Life, como Walt Whitman.

Todavía en pleno siglo XX, se expone, "científicamente", a un pigmeo africano para que los "humanos" en EE.UU. confirmen su superioridad y para acentuar la exclusividad de los mirones, el prisionero está enjaulado.[7] 

 

(FIN DE LA PRIMERA PARTE)

 

Luis E. Sabini Fernández

https://revistafuturos.noblogs.org/

 


[1]  Fue el nombre que recibió un cacique que unificó la resistencia de algunas naciones indias contra el avasallamiento constante que las poblaciones amerindias sufrían por la toma de tierras de los europeos durante dos largos siglos. Toro Sentado (1831-1890), también conocido como Tatanka Iyotanka o Sitting Bull, fue un jefe guerrero de la tribu siux. Fue un líder espiritual, político y militar que luchó por defender las tierras ancestrales de su pueblo.

[2]  Howard Zinn, Voices of a people's history of the U S, Seven Stories Press, 2004.

[3]  ibíd.

[4] Discurso de Tecumseh a los osage, 1811/1812 en Zinn...

[5]   Zinn, ob. cit.

[6]   La etnia yaqui, literal y oficialmente exterminada en EE.UU. -1911-, logró escapar parcialmente del territorio que había morado; en México se los reconoció como etnia, conservando allí su existencia, identidad e idioma.

[7]   Ota Benga era originario de la etnia batwa, pigmeo. Sin reconocerle idioma, se lo exhibe con un chimpancé. 1906. El "trofeo" medía 1,40 y pesaba 46 k.

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2025-03-30T20:46:00

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