Convención Nacional: ¿una formalidad?
Eduardo Vaz
28.05.2014
Faltan pocos días para votar, y estamos ante una oportunidad para elegir la dirección más representativa para el Frente Amplio.
Como faltan unos días para votar, es una oportunidad propicia para preguntarse si no estamos perdiendo una enorme oportunidad de elegir a la dirección más representativa posible del Frente Amplio, tanto a nivel nacional como departamental.
El partido Frente Amplio hace rato que ya no es un frente tradicional: ha pasado todas las pruebas; tiene su historia, sus mártires, sus líderes, su simbología, sus tradiciones -lo fundamenta muy profundamente desde hace tiempo, entre otros, Jaime Yaffé -.
Lo que existen son diversas y plurales formas de serlo: comunista, socialista, emepepista, vertientista y varias decenas más -según la cantidad de grupos que están reconocidos-, amén de los no reconocidos y las formas personales que no encajan en las anteriores. Estamos hablando de, en el peor de los casos, un 40% inamovible que muestran todas las encuestas y elecciones desde hace unos 15 años; prácticamente, un millón de personas.
Está muy bien que se respete la independencia de cada grupo y se reconozca la dualidad coalición/movimiento: ha sido la forma de interpretar esa nueva entidad que generó una identidad política diferente a las originarias, que las incorporó sin liquidarlas y que les dio, a ellas mismas, un nuevo perfil. Así que no se trata de borrar partidos y grupos existentes, al contrario, que florezcan y se multipliquen según las necesidades de la gente. Tampoco es cuestión de borrar a los comités de base, forma territorial que ha jugado un papel trascendente y tiene un rol intransferible a jugar.
Adoptar la Convención como máximo órgano de dirección sería un incentivo muy importante para que las internas cobraran otro dinamismo y densidad, más allá de decidir la fundamental candidatura única (y, en gran medida la vice, aunque no se explicite claramente, por desgracia). Naturalmente, ella bien puede elegir un Plenario más reducido para el funcionamiento regular, o la Mesa Política. Bien puede seguirse eligiendo la presidencia del FA en otro momento y con voto directo.
Pensando en voz alta, pues sería imposible tener una propuesta individual acabada y erraría el camino de construcción colectiva e innovadora que necesitamos, habría que sumar las voces de los frenteamplistas por vertiente, que ayuden a conocer mejor cada ámbito y a formular políticas sectoriales más afinadas, que no se empantanen en la segmentación partidaria. Lo mismo acerca de los independientes, que siempre fueron un rico patrimonio del FA, hoy son más aun y, sin embargo, no pesan nada. Ni que hablar de las redes y futuras formas de ser que no pueden estar bajo sospecha durante una década para probar su fidelidad.
El Congreso actual es muy restrictivo en su conformación y guarda unos equilibrios que están bastante lejos del enorme campo frenteamplista. Bien podría incorporar otras modalidades que incluyan más gente, realidades, visiones, sentires, deseos, que lo hagan más fértil y más cercano a su propio universo.
En fin, tenemos el desafío de pensar al FA para una nueva realidad que está instalada, provocada por los enormes cambios de la última década y el fin de una época pautada por la conducción de grandes líderes surgidos de la izquierda frenteamplista fundacional. Ya están en el horizonte inmediato algunas nuevas caras, muchas de ellas posteriores al nacimiento del propio FA y debemos trabajar por destapar muchísimas más. Pero eso no alcanza pues si heredan un viejo aparato disfuncional a la etapa, hecho a imagen y semejanza de sus creadores y sus circunstancias, la historia les pasará por arriba muy rápidamente.
Hay que pensar una nueva forma de ser del FA, mucho más amplia y metida en la sociedad para que este gran partido político, coalición y movimiento, refleje más y mejor al pueblo real, amplíe su base social y política y despliegue el enorme potencial que le dan sus cientos de miles de adherentes que se identifican con sus valores esenciales.
Necesitamos más fuerzas para nuevos y mayores desafíos; por ende, deberíamos promover formas que faciliten y amplíen la participación, discusión, elaboración y acción en el marco más democrático y transparente posibles.
Vayamos a votar el domingo, a Constanza o Tabaré, a incidir en la elección de la vicepresidencia, que todo importa mucho. Pero, ¿quién dice que no precisemos la Convención Nacional, bien representativa, para dar un salto en los próximos años sin tener que esperar a la próxima elección?
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias