El inmarcesible legado de los héroes del Gueto de Varsovia. Jorge Schneidermann
21.04.2025
En momentos en que conmemoramos el octogésimo segundo aniversario del heroico Levantamiento del Gueto de Varsovia (19 de abril -16 de mayo de 1943), la realidad vuelve a interpelarnos demostrándonos que incomprensiblemente la humanidad no ha aprendido absolutamente nada de los errores y horrores de un pasado no tan lejano en que el odio, la voracidad de poder y la indiferencia transformaron este mundo en el peor de los avernos.
Como nunca antes, renovemos comprometidamente nuestro ancestral e irrenunciable compromiso con la vida tributando el más sentido de los homenajes al comandante Mordejai Anilevich y a quienes incondicionalmente cerraron filas detrás de él conformando aquella estoica vanguardia juvenil judía que, sobreponiéndose a la carencia de recursos defensivos y a los efectos del cansancio, opusieron férrea resistencia a los furibundos ataques descerrajados por las tropas nazis durante casi un mes.
Conscientes del inexorable destino que les aguardaba, fueron ellos quienes decidieron cómo habrían de morir.
Al otro lado de la línea de fuego, plenamente convencidos de que el operativo sería un mero trámite, y dispuestos a ofrendarle a Hitler la devastación del gueto como regalo de cumpleaños al día siguiente, las fuerzas alemanas, pertrechadas a guerra y dispuestas a arrasar con todo lo que se atravesara en su camino, se vieron obligadas a retroceder y planificar una contraofensiva capaz de neutralizar la épica rebelión de los partisanos.
En tanto los tanques y los lanzallamas enemigos avanzaban decididamente sobre las ruinas de aquel infierno amurallado aniquilando toda esperanza de vida, Mordejai Anilevich escribiría la que habría de ser su última carta: «Shalom Itzjak: No sé qué escribirte, esta vez dejemos de lado los detalles personales. No tengo palabras para expresar mis sentimientos, hoy nos resulta evidente que todo lo sucedido supera en mucho lo previsto.
Al oponernos a los alemanes hicimos más de lo que nuestras fuerzas nos permitían, pero esas fuerzas van menguando cada vez más; estamos frente a la exterminación. Hemos obligado dos veces a los alemanes a huir, pero ellos retornaron con refuerzos. Una de nuestras unidades mantuvo sus posiciones durante cuarenta minutos y hubo otra que resistió seis horas. Alijel cayó como un valiente junto a su ametralladora.
Desde hace tres días está el gueto en llamas. Anoche pasamos a la guerra de guerrillas. Has de saber que el revólver no tiene valor alguno; necesitamos granadas, fusiles, ametralladoras y explosivos. No puedo describirte en qué condiciones nos hallamos. Solamente unos pocos sobrevivirán; todos los demás habrán de sucumbir, tarde o temprano. Nuestro destino ya está sellado. En todos los refugios donde se hallan nuestros compañeros ya no es posible ni encender una vela por la noche por falta de aire. Benditos seáis vosotros que estáis afuera; puede que suceda un milagro y que algún día nos encontremos. Lo dudo, lo dudo mucho. La última aspiración de mi vida se ha cumplido: la autodefensa judía es ya un hecho. La resistencia judía y la venganza se han cumplido. Me despido de ti, querido, feliz de mí que he sido uno de los primeros combatientes judíos del gueto» (www.daia.org.ar).e los 400.000 judíos inicialmente confinados en el gueto entre octubre y noviembre de 1940, sólo sobrevivieron 50.000.
Parafraseando al gran Albert Einstein, convengamos que el mundo no sigue siendo un lugar peligroso a causa de los malos, sino por la desidia de quienes ante la maldad optan, como en aquellos aciagos años, por mirar hacia un costado...
No permitamos que el olvido y la desmemoria nos dobleguen.
Eterna sea su memoria.
Lic. Jorge Schneidermann. Psicólogo clínico, docente y ensayista.
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