El que esté libre de deudas que tire la primera denuncia... Fernando Gil Díaz
"... pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el Templo. Toda la gente se le acercó, y él se sentó a enseñarles. Entonces, los maestros de la Ley y los fariseos llevaron a una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio del grupo, dijeron a Jesús: -Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la Ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?
Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:
-Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo..."
Evangelio según San Juan 8: 1 -9
Pasó la Semana de Turismo, Criolla, de la Cerveza, de la Vuelta Ciclista o la Semana Santa como se la conoció mucho antes de nacer como República. Precisamente esa connotación cristiana para denominar a toda una semana de asueto nacionalmente disfrutable, me llevó a recordar este pasaje del Evangelio según San Juan que tomo como referencia para el caso de la exministra Cecilia Cairo. Salvando las distancias y la comparación religiosa para quienes no practican esas creencias, la misma vale por cuanto muchos de los que salieron presurosos a pedir su renuncia no resisten el menor archivo. Y ya que estamos en tema, también les cabe aquello de ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio...
Un error inexcusable
Con el diario del lunes somos todos unos cracks, y el suscrito no pretende ser la excepción. Sin embargo no puedo dejar de reconocer que existieron errores que no podemos repetir y que el hecho de que se dieran a poco de iniciado el gobierno debe ser aprovechado como una oportunidad para que no vuelvan a ocurrir.
Y como los errores se pagan, hizo muy bien la compañera Cairo en recapacitar y admitir que su error se debía pagar con una renuncia que no comprometiera al gobierno de Yamandú. Una decisión dolorosa por cuanto estoy seguro que la suya iba a ser una gestión sin precedentes en la cartera, pero aquellos errores del pasado -que debieron subsanarse antes- se cobraron la hermosa posibilidad de poder asistir a una gestión marcada con la impronta de Cairo; no pudo ser.
Ahora bien, los errores son compartidos por muchos y en gran medida por un sistema perverso que nos lleva inexorablemente a tomar opciones a la hora de emprender el desafío de la casa propia. Para cientos de miles de uruguayos, la situación descrita y argumentada por Cairo no le es ajena ni mucho menos. Ante la posibilidad de construirse el techo propio surge de inmediato la opción de hacerlo de forma reglamentaria y ajustada al ordenamiento municipal o hacerlo de forma precaria con la segura intención de regularización posterior. Opción condicionada por la realidad económica de esos cientos de miles de uruguayos que deben decidir entre tener el techo o pagar los permisos lo cual no solo les dilataría la obra sino que a muchos los condicionará a postergarla de forma indefinida por sus altos costos. Es decir, o se elige por tener un techo o pagar los permisos; la decisión resulta obvia.
¿Eso excluye a quien es designada como titular del Ministerio de Vivienda? Obviamente que no, y por ello la decisión de renunciar estuvo correcta, pero no deja de ser una realidad que es imperioso modificar para que, no ya una ministra sino cualquier ciudadano no tenga que optar entre construirse el techo o pagar los permisos y, en cambio, se puedan hacer ambas cosas en simultáneo como corresponde.
Por lo tanto, y repito - con el diario del lunes- era una oportunidad para que Cairo asumiera su error como una prioridad de gestión: que así como ella, todos pudieran regularizar sus viviendas, aggiornando los permisos a la realidad económica de ese millón de uruguayos que están en idéntica situación.
Pero el error se tornó imposible de salvar con el pago de lo adeudado cuando el archivo sacó a la luz un aditivo que la propia Cairo había incorporado como diputada y que condicionaba la refinanciación de adeudos a que se estuviera al día con los impuestos, algo que incumplía la autora de aquella iniciativa.
Conozco a Cecilia Cairo, y estoy convencido que no cometió delito tributario alguno en tanto para cometerlo se debe tener la intención de defraudar al Estado y cuando uno elige entre comprar bloques, chapas, portland "para construirse el rancho" o pagar los permisos, ninguno que tenga la urgencia de contar con su vivienda elige esto último. De ahí que exista casi un millón de uruguayos que no regularizan sus viviendas sino pasado mucho tiempo de su finalización y aún con estas terminadas, no pueden afrontar los costos.
¿Que tenía ingresos suficientes como para pagar esos permisos? Seguramente que sí, no al principio pero sí tiempo después. Pero lo urgente a veces es enemigo de lo correcto y una compañera como ella, que se pasó la vida arreglando la de los demás dejó para atrás lo correcto que era blanquear su situación antes de asumir. Error que es compartido por muchos que la conocemos y que tampoco advertimos que eso debía subsanarse antes de ser ministra.
Piedras huecas
Prestos ante lo que implicaba para el nuevo gobierno hacer caer a una pieza importante de su gabinete, salieron presurosos "fariseos" dispuestos a hacer la lapidación. Muchos de los cuales no resisten el menor archivo pero aún así, faltos de toda ética y/o vergüenza, dieron su dictamen como si fueran inmaculados gestores.
Defendieron a un pedófilo que no vaciló en utilizar el poder para intimidar a las víctimas; fueron autores de compras millonarias de material bélico vetuso, y de licitaciones adjudicadas a proveedores de dudosa trayectoria; firmaron acuerdos oscuros que comprometieron el futuro de nuestra principal puerta comercial por 12 períodos de gobierno; le otorgaron un pasaporte a un narco peligroso y pesado que aún está prófugo de la justicia internacional. Todos ellos hicieron parte de un pelotón de falsos justicieros que no vacilaron ni un segundo en lanzar sus piedras.
Por supuesto que nada justifica que un secretario de Estado no pague sus impuestos, y eso está más que claro y se sanciona con el pago de lo que corresponda de forma actualizada, como cualquier hijo de vecino.
Tampoco se puede justificar que quienes no tienen autoridad moral ni están libres de pecado se apresten a tirar ninguna piedra...
el hombre aceptó la renuncia,
el perro revisó los papeles de su casilla...
Fernando Gil Díaz