Radicales y moderados

Esteban Valenti

03.06.2024

Los escándalos de proporciones desconocidas son tan cotidianos y huelen tan mal en el Uruguay actual que la tentación de insistir con esos temas es muy grande, por todo lo que significan para el país y el peligro de degradarnos hasta llegar al nivel de algunos países vecinos. Pero voy a concentrarme en un debate abierto o a veces soterrado, encubierto, que viene de la propia izquierda, pero también de la derecha en sus embates contra el Frente Amplio.

Puede surgir la tentación de disputar en la izquierda a quien es más moderado, para ganar votos en el centro y lo peor todavía de gobernar más moderadamente todavía. Tenemos un ejemplo, el segundo gobierno de Tabaré Vázquez 2015-2020 y los pésimos resultados políticos, emocionales y electorales.

Partamos de la definición lingüística del concepto: radical quiere decir que se parte de las raíces de los problemas y que una política se propone modificar las causas profundas de los problemas y plantar con fuertes y profundas raíces las políticas de progreso en todos los planos. Eso es radical.

No es el que grita más fuerte, el que cita más religiosamente algún texto sagrado, el que de hecho ha renunciado a jugar un papel determinante en la vida de un país, para ser solo y resignadamente una voz altisonante en el desierto sin ningún impacto en la vida de la gente.

Por repetir hasta el hartazgo consignas supuestamente "radicales" y mirar el poder, el gobierno con la ñata contra el vidrio, se presenta como revolucionario patentado. Y sobre todo si no se aprende de la historia, de la práctica, social y política, del estudio y la investigación teórica y si no se incorpora la autocrítica como una herramienta fundamental de la izquierda.

El progreso, desde que existe el concepto está basado en el sentido crítico permanente y nunca en la fosilización de las "verdades". Todos las revoluciones que fueron devoradas por el dogma y su principal sirviente, la burocracia, se desmoronaron o vienen fracasando paso a paso, aunque no quieran reconocerlo e intenten mantenerse a represión y silencio. Es solo una cuestión de tiempo, caerán carcomidos desde adentro.

La izquierda cuando asume un gobierno, es decir cuando en democracia, contra la tradición y el gran poder de las fuerzas económicas y sociales tradicionales, contra las costumbres y una buena dosis de mentiras, logra acceder al gobierno, sabe o debería saber que tiene que brindarle a la gente, a su gente y en particular a los menos favorecidos, mejores condiciones de vida en forma de un avance permanente. No nos podemos ocultar detrás de explicaciones, tenemos que ser capaces de superar todas las dificultades, internas y externas. Mejorar la distribución de las riquezas y las oportunidades es la síntesis más completa.

Unir de forma inseparable la economía, la macro economía a los derechos sociales, a las mejoras en la calidad de vida, material y espiritual de las grandes mayorías y en especial de los niños, los adolescentes y las madres solteras, es una responsabilidad primordial básica. Eso es radical en serio.

Es fácil de escribir y es lo más difícil de concretar, porque la macroeconomía puede ser un cepo que paralice las tareas principales de la verdadera izquierda progresista, y el desmadre de la macroeconomía puede ser la seguridad de un fracaso general asegurado. Ese equilibrio, extremadamente delicado y complejo fue uno de los aportes muy positivos de la izquierda uruguaya en sus gobiernos, sobre todo en sus dos primeros gobiernos, incluso con errores y dificultades.

Para manejar esos elementos en conjunto y armoniosamente se necesita claridad política en la estrategia, capacidad profesional y teórica en la gestión y mucha imaginación. No hay modelos, hay necesidad imperiosa de creatividad y una huida permanente de los modelos. Cuando uno se siente cómodo gobernando con un modelo, debe huir rápidamente de él. Y es necesario hacer política y comunicar adecuadamente, librar la batalla cultural desde la fuerza política, mientras se gobierna.

En Uruguay hace falta más que nunca reforzar y actualizar un rumbo de la producción en cambio profundo, en su relación con la tradición y el potencial nacional, con la ciencia y tecnología y la industrialización, el campo inteligente, con la generación energética, con la capacitación permanente de la mano de obra, con una visión estratégica de las infraestructuras y en la relación con el ambiente, en el más amplio sentido de la palabra. No solo defensivo, sino en la valorización de los recursos, todos los recursos.

La batalla por el ambiente no puede ser solitaria, es obligatoriamente formar parte de una alianza regional y mundial contra las emisiones contaminantes, el calentamiento global y ahora se agrega la prevención de las pandemias y epidemias, surgidas en buena medida de los cambios en la relación entre los seres humanos y diversas especies animales.

Ningún gobierno decente, progresista, no puede a esta altura, no prever, construir las condiciones para afrontar nuevas emergencias y reducir su impacto.

Uruguay tiene una ventaja-desventaja, tiene un población muy pequeña y potencialmente puede producir alimentos y materias primas derivadas de la forestación y la agricultura, para una población 8 o 9 veces más grande que el número de sus habitantes, lo que nos plantea la necesidad de radicales medidas para el crecimiento productivo, con el cuidado ambiental y con la capacidad comercial hacia otros países y mercados mucho más amplios. En nada de esto se avanzó en estos últimos 4 años, mucha chachara y discursos altisonantes y nada más. No hablemos a nivel energético.

No hay política integrales y progresistas sin una fuerte inversión en dinero y en capacidades en la educación y la innovación y la ciencia aplicada y la democratización de la educación y de la cultura e incluso del ocio.

Radical son también los cambios entre los habitantes y su entorno urbano, rural y de esparcimiento, no solo por la cantidad desorganizada y ávida de inversiones, sino por programar siempre con una visión estratégica y avanzada en todos los servicios y en el aprovechamiento responsable de los recursos.

El crecimiento de los ingresos salariales, jubilatorios y por esa vía del consumo en los pequeñas y medianas empresas y empresas que trabajan para el mercado nacional, ya se ha demostrado como impactan radicalmente en los indicadores sociales y en la calidad de vida de la gente.

El crecimiento abrumador e injusto de los "mallas oro" no asegura ni la distribución generosa ni el progresos nacional, ni las inversiones productivas y junto con el atraso cambiaria nos impone la calesita financiera. Tenemos cuatro años de experiencia desde el 2020.

Radical es también el papel de la cultura y el ocio en la vida de una sociedad, no como el tiempo perdido, sino como parte fundamental de la calidad en las relaciones sociales, familiares y en la capacidad de producción artística, deportiva y social en general.

Alguien cree que podemos ganarle en serio la batalla a la droga entre los adolescentes y los jóvenes sino atacamos simultáneamente desde todos los frentes y con una gran coordinación y aprovechamiento de los recursos profesionales y académicos. Ni solo con políticas de asistencia social, ni solo con represión. Integralidad y calidad de las políticas públicas en su conjunto.

Ese círculo inexorable entre la política económica, una sociedad en notorio y constante progreso, el crecimiento cultural y educativo, las inversiones públicas y privadas son lo más radical que se pueda plantear en esta etapa, sin desconocer las injusticias estructurales que subsisten y crecen en el mundo y en nuestro continente.

Hay una llave, que abre o cierra todas las puertas de los cambios, la política económica y su directa relación con las políticas sociales. Una política económica fracasada es un gobierno progresista y de izquierda fracasado, por ello una reforma constitucional que maniate totalmente la política económica es la seguridad de un fracaso seguro en un nuevo gobierno de izquierda. Y hay que decirlo alto y fuerte, porque es verdad y por principios.

Obviamente en las izquierdas exitosas hay matices, en las fracasadas muchos menos y una tendencia al monolitismo.

También puede haber diferencias muy grandes y profundas, como el plebiscito por la reforma constitucional, que le podría imponer al futuro gobierno progresista un cepo terrible en todos los frentes, devorando sus iniciativas más importantes. Pero eso aunque se quiera presentar como de "radicales" o de "izquierda" es sindicalismo de la peor especie y del peor reformismo.

Esteban Valenti
2024-06-03T07:00:00

Esteban Valenti.

Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net). Uruguay