La decadencia de la resignación

Esteban Valenti

21.10.2024

Además de una batalla eminentemente política, en la campaña electoral se libran, de manera directa o camuflada otros enfrentamientos, algunos culturales cuyo resultado actuará durante varios años o de forma permanente en la propia identidad de una sociedad.

Confrontaciones ideológicas camufladas debajo de mensajes publicitarios, de discursos, del tono general de las campañas. Desde el punto de vista histórico, son mucho más importantes que el propio debate político-electoral. En realidad no pueden separarse de los años previos de gobierno, tanto del oficialismo como de la oposición.

Me refiero en particular a la resignación, a establecer límites muy poco ambiciosos, muy limitados sobre las alternativas de crecimiento, de justicia social, de integración territorial, de metas para los indicadores sociales, de como afrontar los grandes y nuevos problemas que enfrenta la sociedad uruguaya, de las relaciones internacionales y el papel del país.

El oficialismo que en algunos casos ha banalizado de manera constante graves problemas sociales, morales, de los servicios va mucho más hondo, quieren que nos resignemos a que los gobernantes - todos - están sometidos a las tentaciones del poder y TODOS invariablemente caerán en la corrupción, el acomodo, los escándalos por los más diversos temas, incluso bien cerca, pegados a la cima del gobierno. Quieren que todos nos resignemos que eso es inevitable, es parte inseparable del ejercicio del poder.

Es un retroceso en la conciencia cívica, en el nivel de nuestra sensibilidad democrática y de las capacidades del mundo político a enfrentar con vigor esos graves problemas para el erario público, para la decencia y la estabilidad institucional y sobre todo para la confianza en la democracia y en la viabilidad del país.

En el Uruguay, en la comunidad espiritual que reclamaba Wilson Ferreira Aldunate con gran justicia, no sirve solo para existir y promoverse en medio de dos gigantes como Argentina y Brasil, es un elemento fundamental que nos viene desde nuestra historia para crecer en todos los terrenos y en los nuevos tiempos.

José Artigas, en los albores de la Patria transmitió muchos mensajes, de identidad, de justicia, de libertad, de mirarse en los espejos institucionales y constitucionales de los países más avanzados de su época, y la suma de todo eso, de sus escritos, de su trayectoria fue una batalla contra la resignación, contra la entrega de las banderas esenciales y definitorias, aún a costa de su propia libertad y de su trayectoria de vida.

Su exilio fue un grito ensordecedor de rebeldía contra la entrega de los valores de la descentralización democrática del poder en la Provincias Unidas.

La obra de José Pedro Varela en su tiempo, como adelantado de una profunda revolución educativa con la escuela pública como estandarte, sigue hasta nuestros días transmitiendo un mensaje muy potente sobre la propia identidad de los uruguayos y de profundo sentido avanzado.

Las grandes reformas de mediados del siglo pasado, encabezados por José Batlle Ordoñez que construyó el Estado del bienestar, en las narices de sus teóricos a miles de kilómetros de distancia y mostró que no era solo un problema coyuntural de riqueza, sino un conjunto indivisible del avance económico, social, de la infraestructura, de los derechos y en síntesis de la democracia entre las más avanzadas del mundo.

En la batalla democrática contra la dictadura, la resignación era por lejos el arma más poderosa de los tiranos y hay dos figuras que en planos diferentes fueron un ejemplo de la rebeldía contra esa plaga que asoló el país durante 12 años, Liber Seregni y Wilson Ferreira Aldunate y los miles de combatientes, que pagaron con su vida, su libertad, sus terribles sufrimientos, su exilio la lucha por derrocar la dictadura cívico-militar y su constante batalla por doblegarnos, por resignarnos.

A Seregni hay que agregarle su papel fundamental en la unidad de la izquierda más amplia para terminar con el proceso de decadencia nacional impulsado por la derecha cívico-militar, iniciado en los años 50 y que además de empobrecer el país, hacerlo más injusto y menos libre, quiso imponer la entrega de la democracia, de los partidos, de los sindicatos, de buena parte de la cultura y el arte nacional.

Ahora nos quieren imponer un nuevo ciclo de resignación a la decadencia que hay que saber desentrañar y denunciar, ahora en la recta final de la campaña electoral, pero mucho más allá, porque desde un gobierno progresista, que es la posibilidad más cierta o desde la continuidad de este pésimo gobierno de derecha, la lucha por la confianza de los uruguayos en su destino y en sus posibilidades es un capital fundamental. Obviamente será diferente si gobernamos nosotros.

Diferente no porque con el simple hecho de gobernar ya habremos resuelto los principales problemas, la confianza en nosotros mismos, que en todos los sectores sociales haya una inyección de confianza, de impulso a metas más ambiciosas, de afrontar los nuevos temas, del trabajo, de la lucha contra el narcotráfico, de la defensa del ambiente, de construir nuevas estructuras - en particular - urbanas en el área metropolitana, pero en realidad en todo el país, de superar la situación de retroceso en la salud y colocarla como un factor de confianza y seguridad y en resumen mejorar todos los indicadores sociales de manera significativa, la pobreza, en particular la de los niños en todas sus manifestaciones, la vivienda social y la erradicación de la miseria en las periferias de la capital y de muchas ciudades.

Hay dos factores para batir la resignación que son inseparables, tanto en la campaña como luego de ella: en primer lugar, ser implacables en las denuncias de la realidad, de la inmoralidad, de la entrega de la soberanía, del manoseo infame de la salud y de la educación, cubierta con palabras rimbombantes o con la pandemia y del amiguismo en todas las estructuras. Y eso vale en primer lugar en nosotros mismos si estamos gobernando. Nada nos exime, al contrario.

La segunda, es promover y planificar soluciones concretas, mejores instituciones, más eficientes, más rigurosas, más modernas en todas las instancias del estado y en su relación con la sociedad.

La comunicación es parte esencial de esta batalla, tanto para los que la han querido imponer como algo natural, igual para todos, utilizando sistemáticamente la mentira y la decadencia de las instituciones, inclusive de la Presidencia de la República, como los que debemos enfrentarnos SIEMPRE a esas profundas deformaciones del poder.

Derrotar a la resignación, no es un lujo, un atributo para exigir, es el combustible del progreso, del avance nacional. Un verdadero proyecto de bienestar nacional, nunca funcionará si en la mayoría de la población no superamos plenamente la resignación ante la delincuencia, ante la pobreza y en particular la pobreza infantil, ante una enseñanza insuficiente y rutinaria, una salud en retroceso y en crisis, una producción estancada en sus niveles tecnológicos y de productividad y en síntesis una economía creciendo por encima del promedio histórico al servicio del bienestar de la mayoría de la población y no el enriquecimiento del 5%, como sucedió en estos 5 años.

Hay dos indicadores que quiero resaltar de la decadencia y la resignación: hoy vuelven a irse del país más uruguayos de los que regresan, eso lo habíamos superado luego de muchas décadas, es una señal indiscutible de retroceso nacional. El segundo es el de la libertad, uno de cuyos pilares es la libertad de prensa. En el año 2019 ocupábamos el lugar 19 en libertad de prensa, entre los países más avanzados del mundo, hoy caímos al lugar 54. Es imperdonable y ese tobogán fue construido por el poder, en base a prebendas, a presiones y a las peores prácticas.

No nos resignemos a nada, tampoco a nuestras propias debilidades y mucho menos a proponernos simplemente retocar algunas cosas. Somos diferentes a ellos, por eso nacimos, soportamos la dictadura feroz, nos fortalecimos notoriamente en nuestras convicciones democráticas y tenemos por delante enormes tareas para sacar el Uruguay de un nuevo lustro de decadencia.

La resignación es siempre más cómoda, pero ningún proyecto transformador se puede basar en ella. Es su negación, una plaga.

Esteban Valenti
2024-10-21T06:34:00

Esteban Valenti.

Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net). Uruguay