Los derechos humanos aburren
Esteban Valenti
20.01.2025
Para las personas oprimidas es importantísimo saber que no están solas. Nunca dejen que nadie les diga que lo que ustedes hacen es insignificante. Desmond Tutu
Hace pocos días escuché de parte de una persona normal, no vinculada a la política, relativamente culta y de mediana edad que dijo "los derechos humanos aburren". Con variantes lo había escuchado antes. Otros lo piensan y no lo dicen y peor aún, otros consideran que el tema de los derechos humanos es una mirada atrasada, hacia el pasado, que nos ancla como sociedad.
Polemistas más filosos que yo o personas que cargan en su pesada mochila de vida dolores y sufrimientos muy duros, tendrían seguramente argumentos mucho más potentes. En esa oportunidad, cuando escuché esa frase. no podía responderle en la cara y me quedé mascullando bronca y pensando. Voy a tratar de que prevalezca lo segundo.
Hace pocos días, el 25 de diciembre se cumplieron 50 años, mucho tiempo, desde que la organización terrorista y asesina de ultra derecha la Triple A, asesinó a Raúl Feldman, un estudiante de humanidades de 26 años que estaba ensobrando en un local en plena ciudad Capital Federal, tarjetas para personalidades argentinas denunciando a la dictadura uruguaya. Gobernaba en Argentina Isabelita Perón, comandaba esas bandas "peronistas" López Rega.
Cincuenta años son mucho tiempo y es un buen punto de referencia sobre la actualidad del tema, de los sentimientos, del compromiso con los derechos humanos, no solo para sus familiares, sus compañeros de militancia en la FEUU y la UJC, sus amigos, lo es para cualquier persona de bien, cualquier uruguayo decente.
La sensibilidad por los derechos humanos definen el espesor moral, la sensibilidad humana de una sociedad, en todos las épocas y en todos los tiempos, al menos debería ser así en la actualidad.
Si la montaña de dolor, de horror, que vivieron decenas de miles de mujeres, hombres y hasta niños durante la dictadura, en todas las maneras posibles, la muerte, las torturas, violaciones, desapariciones, encarcelamientos, exilios, aún con sus notorias diferencias entre sí, no pesan en un ser humano normal y en la mayoría de una sociedad, es una señal de decadencia moral y de pérdida de humanismo básico.
Voy a ir más allá, si no sentimos también el dolor de los que fueron asesinados, encarcelados, que en ese momento estaban de la vereda de enfrente y llevaban un uniforme, los derechos humanos no sirven para repartirlos ideológicamente y a comodidad. Son o no son. Se respetan o no se respetan. Aunque la proporción haya sido abrumadora, y abrumadoramente se hayan violado utilizando los aparatos del Estado (Policía y Fuerzas Armadas) y eso tiene notoriamente otro significado.
Esos tormentos no terminarán ni siquiera cuando los protagonistas, víctimas y victimarios mueran, están enraizados en el alma, en la sensibilidad, en los sentimientos de nuestra sociedad. Como los fusilamientos de Paysandú o la masacre de Quinteros o las deguellos de las guerras civiles. ¿Las fuimos superando? Si, como todas las cosas humanas, pero son parte de nuestra historia, no como hechos académicos o un vago recuerdo, forman nuestra identidad aunque algunos se hagan los distraídos.
En Uruguay, no se registró en 40 años desde la caída de la dictadura un solo acto de revancha, de venganza contra los violadores de los derechos humanos. Y ganas no faltaron y gente con lo necesario para ejecutarlas tampoco. Todos lo sabemos, pero primó la enseñanza asumida de la defensa de la democracia, de la libertad y la república para todos y de la Constitución y la Ley.
Pero batallas civiles y políticas y debate cultural sobre el tema de los derechos humanos fueron interminables y en muchos frentes: legales, plebiscitos, marchas gigantescas y constantes y muchas acciones de recuerdo emocionado de las víctimas. Siempre le dimos un sentimiento emocional por encima de todo y eso nos enaltece. Sobre todo en un país tan politizado como el nuestro.
También el arte y la cultura estuvieron muy presentes en esa sensibilidad, en conectarnos con esas ausencias, esos dolores y horrores.
Hay otro aspecto que debe incluirse en una reflexión: ¿los derechos humanos son una obligación, dentro de ciertas fronteras, geográficas, ideológicas o culturales?
Parece una respuesta fácil, pero a la hora de la verdad, parece que existieran dos clases, dos categorías de derechos humanos, los nuestros y los de los otros. Y eso es negar lo esencial de los derechos humanos, de la condición humana.
El mundo actual es un muestrario horroroso de violaciones de los derechos humanos, desde el campo de concentración y exterminio en Gaza, con casi 50 mil muertos, la mayoría mujeres y niños, hasta Sudan, diversos países de África, Corea del Norte, la India, a pesar de ser una democracia, su sistema de castas es uno de los mayores horrores, Venezuela con miles de presos y un gobierno totalmente ilegítimo incapaz de demostrar el resultado de la urnas y Cuba que fue una revolución y hoy se arrastra con presos políticos en la Isla de Pinos y con el mayor fracaso económico y social, Nicaragua es la dictadura de una pareja de viles usurpadores de la revolución antisomosista o la mueca golpista de Maduro y sus socios militares en Venezuela.
Hay muchos más, cien millones de refugiados en el mundo son un compendio terrible de sufrimiento. Hagamos un breve esfuerzo por imaginarnos en una "patera", cruzando alambrados y fronteras, con los niños a cuesta, sin nada más que un resto de nuestras vidas y tratemos de ponernos en su lugar y veremos que nivel de sufrimiento padece una parte importante de los habitantes del planeta.
La batalla por la defensa de los derechos humanos, no puede ser un lamento, una queja, es parte fundamental de la lucha por la civilización, por el humanismo, por el progreso de los seres humanos y hay que combatirla a nivel político, de la sociedad civil, de la educación, de la cultura y el arte. No es aburrida, es inexorable, nos hace mejores, nos obliga a la solidaridad y a batir a los enemigos de esos derechos humanos, los que promueven un mundo con sojuzgados, discriminados, inferiores, como los palestinos, los africanos, los árabes, los latinoamericanos, los haitianos, los pobres más pobres, la casta de los intocables en la India.
Para ser una batalla justa, fundamental, inexorable en todas las épocas, pero en particular cuando hemos alcanzado los actuales niveles de riqueza, de sofisticación, de tecnología, de producción y se supone que de civilización, no puede ser un retazo alrededor de vallas ideológicas, no hay violaciones de los derechos humanos justificables, en ningún lado.
Venezuela es dictadura no solo porque robó y estafó las elecciones, las fuerzas armadas manejan la economía del país, no hay libertades, hay miles de presos, sino porque violan sistemáticamente los derechos humanos y esos son también nuestros hermanos, gente con la que tenemos el compromiso de ser solidarios. Además porque vaya si los venezolanos fueron solidarios con los "Nica" en su lucha contra Somoza y con los uruguayos durante la dictadura.
Lo fundamental no es la reciprocidad, es por nosotros, por nuestra República, por nuestros sentimientos y sensibilidades que tenemos, estamos obligados a defender sus derechos humanos y sus libertades, porque son las nuestras.
La defensa de los derechos humanos nunca será aburrida, son una parte esencial del nivel alcanzado por nuestra civilización.
Esteban Valenti.
Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).