La libertad no depende de poder escoger las anteojeras, sino de poder avanzar sin ellas
Federico Filippo
19.05.2013
Imagínense por un instante vivir en un mundo en el cual muchos de nuestros referentes, aquellos que creemos casi absolutos en el mundo digital, tienen otros nombres, son diferentes a lo que conocemos en Nuestra versión de la era digital.
La mayúscula en la palabra "Nuestra" no es un error de tipeo, es una forma de reafirmar que hay una versión comercial de las redes sociales para occidente y que existe otra para oriente, particularmente en China. Y este hecho no deja de sorprenderme y llama poderosamente mi atención últimamente. Tengo entendido que todos los intentos realizados en otras latitudes por copiar algo tan global como la Coca Cola fracasaron, lo mismo con las hamburguesas rápidas, el café para todos, y otros productos que pusieron a prueba el poderío cultural y comercial de los Estados Unidos. Pero esta nueva era parece que se apresta a ofrecernos una batalla más pareja, ya ofrece algunos indicios de una competencia que amenaza con emparejarse y confundir nuestra existencia.
Los referentes empresariales que yo conozco de las redes sociales provienen mayoritariamente de los Estados Unidos. Un hecho que no hace más que confirmar el poderío creativo y emprendedor de una nueva generación de empresarios norteamericanos en la nueva era: Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Whatsapp, Skype, Ebay, Amazon, son los estandartes de este avance. Es probable que si les menciono nombres como Weibo (una especie de Twitter), Ren Ren y Kaixin (copias de Facebook), Taobao (inspirado en el formato de Ebay que tiene más de 380 millones de usuarios), QQ y Weixin (para mensajes instantáneos), Netease (celebre portal chino), no le suenen a nada, pero corresponden a los homólogos asiáticos de las versiones occidentales de las plataformas digital más exitosas.
Detrás de esta competencia hay por supuesto valoraciones de tipo económico, pero también las hay de índole cultural e ideológica. Yo le presto mucha más atención a estos fenómenos culturales y sociales, y creo que todos deberíamos hacerlo. Me pregunto que llevó a que una potencia como China que aspira a posicionarse como el nuevo líder mundial se viera obligado y motivado a crear sus propias armas de participación masiva. Ningún país periférico y pequeño se le ocurriría crear su propia red social, el secreto del negocio está en la globalidad de la audiencia. Pero China es lo suficientemente grande, y defensor de su identidad, que sí se lo puede permitir. Entonces me pregunto si debido a que ya tomé partido, sin más opciones de las que tengo a mi alcance, qué implicancias podrá tener este determinismo digital. Y saben, llego a una inquietante sensación, en la cual creo que este es probablemente un partido que aún no está definido, y que muy probablemente veremos en un futuro cercano a más competidores, a redes sociales más segmentadas y de acuerdo a diferentes gustos y expectativas. Hasta podrán existir y alcanzar cierta relevancia las redes sociales de los anti-redes. Se movilizarán por el ciberespacio y el mundo real con pancartas que digan "Facebook Go Home".
Es evidente que seguirán existiendo los grandes proveedores de soluciones a escala global, las marcas más globalizadas, pero es probable que comiencen a convivir con un sinnúmero de otras redes menores o incluso tengan que compartir, de igual a igual, con una red china o hindú. Quizás me apunte a las anti-redes, a aquellas que respeten un poco más mi intimidad, me dejen en paz a la hora de empujarme a que participe si paso más de una semana fuera de ellas, una red que me garantice que no venderá su base de datos sobre mis gustos y preferencias, y que solo se financia a través de publicidad. Últimamente estoy recibiendo insistentemente mensajes que cruzan información de mis amigos sobre las universidades donde estudiaron y me invitan a que actualice mi perfil escogiendo entre tres posibles centros de estudio. No me interesa compartir mi origen académico, tampoco donde nací, menos donde vivo, si estoy casado, quienes son mis parientes, que película me gusta o cuales libros. Me lo reservo para mí, parecen no conformarse con que comente de a ratos que hago, que compro, que me gusta y que planes tengo para los próximos días, a quien admiro y a quien no. Déjenme en paz, eso no "me gusta".
Tengo la sensación de que estamos entrando en la etapa de ir poniendo algunos límites a tanta intromisión y mercantilización de Nuestros gustos. No me malinterpreten, no voy a defender la estupidez de desconectarme. El periodista norteamericano Paul Miller, en una suerte de auto-investigación, lo hizo durante 365 días (trabaja para el sitio web The Verge, dedicado a las nuevas tecnologías). Una vez finalizada la experiencia sostiene que fue una completa idiotez, vivenció empíricamente que su auto infligido experimento estaba condenado a un fracaso personal y social. La experiencia de Paul nos demuestra de alguna manera que la vida actual tiene una importante dosis de realidad en el mundo virtual y viceversa. Lo que sí me interesa señalar es que debemos estar más atentos a los que nos imponen cosas en una realidad que es probable que no podamos entender en toda su complejidad y amenazas. No nos puede vencer un determinismo digital de seducciones binarias. Mi única recomendación es que seamos listos, estemos atentos a las alternativas, sigamos y alentemos el debate y defendamos el poder seguir viviendo sin anteojeras como caballos desbocados, para que nuestra visión del mundo siga siendo lo suficientemente amplia para ser Nosotros y no un desdibujado "como Todos".
Federico Filippo (*)
(*) Como decía mi abuelo, "Cittadino del Mondo"
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias