Sin signos de violencia

Fernando Gil Díaz

29.03.2023

El gobierno ha querido imponer la versión (distorsionada) de una realidad que está muy lejos de ser la que pretenden en base a discursos vacíos de voceros incompetentes. Una realidad que demuestra –cada vez más- que la violencia instalada está consolidada y alejada de cualquier señal reduccionista.

Pretendieron, de manera discursiva, torcer la imagen decadente de una sociedad que no logra resolver sus conflictos de manera civilizada y donde el crimen (organizado y desorganizado) campea sin recibir una respuesta efectiva que lo contenga. A tres años de mandato, recién aparece un intento de buscar los consensos que tanto se reclamaron al principio, en un velado reconocimiento del fracaso antes que del éxito tan promocionado. Si algo es realmente imperdonable es que hayan demorado tanto en buscar acuerdos para tratar un tema que los ha superado notoriamente. Contaron con la ayuda de unos medios que llegan al exceso como el que dio título a esta columna, cuando una cabeza que apareció en Barros Blancos, fuera contextualizada como "sin signos de violencia", excediendo todo límite periodístico. La violencia es el principal problema a resolver, sin embargo las autoridades siguen concentrando sus argumentos en el narcotráfico como principal causa. Sin desmedro de que tenga su cuota parte de responsabilidad, la violencia es la primera y principal razón del estado de situación que atraviesa nuestro país y la región. Si no somos capaces de enfrentarla con inteligencia y apelando a construir convivencia en lugar de concentrar más represión, seguiremos agravando el problema... 

Los titulares que faltan

Por mucho menos de lo que ocurre hoy día, se llenaba de titulares de prensa pidiendo la renuncia del Ministro del Interior. El "Renunciá Bonomi" era el latiguillo impuesto a muy poco de iniciada su década de gestión al frente de la cartera de seguridad.

Hoy, lejos de no perdonarle "el éxito", le perdonan todos los días el rotundo fracaso, omitiendo los titulares que antes vomitaban hasta el exceso. 

Se valieron de una pandemia que les redujo notoriamente las estadísticas, a pesar suyo, pues hicieron todo lo posible por empeorar un estado de situación que revienta en la actualidad con un desenfreno que bien pudieron evitar de no haber discontinuado políticas a las que ahora apelan como si inventaran la rueda.

El tan comentado plan de Estrategia de Seguridad Integral y Preventiva, no hace otra cosa que reflotar muchas de las propuestas que se venían aplicando y fueron discontinuadas por la actual administración. Un sinsentido producto de los prejuicios de un gobierno que se creyó tener la fórmula y termina pidiendo auxilio ante el rotundo fracaso. Un auxilio que llega tarde, tras perder más de la mitad de su período de gobierno, y que intenta ponerle un pienso a la equivocada política aplicada hasta el presente.

La solución surgirá del acuerdo, ese consenso que implica asumir la responsabilidad integral de un tema que trasciende los gobiernos y que requieren de un largo aliento para consolidar ese cambio cultural que consolide el camino iniciado. Principio quieren las cosas y este documento es un primer paso, que se da de forma tardía pero es el implícito reconocimiento a un rumbo equivocado que se pretende cambiar. Claro que falta y mucho en ese compilado de propuestas ya que hay un tema principal y fundamental para los uruguayos que es la realidad, el momento actual, ese que no admite dilatorias para ser atendido. 

También faltan temas que deben ser atendidos y el documento preliminar no los contempla como es el tema del narcotráfico que tanto vale como argumento para justificar la gestión pero que -insólitamente- no se aborda en el documento.

Una ola de sangre

Aunque parezca intencional, la cita no refiere al deporte que practica nuestro primer mandatario, sino a la incomprensible y consolidada tendencia de asesinatos que registra nuestro país. Lejos de haber solucionado el tema, desde julio de 2021 -fin de la pandemia y retorno de la actividad social y comercial en el país- el delito más grave de nuestro ordenamiento jurídico no ha cesado de crecer. Y lo ha hecho ante el inexplicado hecho de un (también) inusitado crecimiento de las muertes dudosas, una categoría que abandonó la media de las 80 por año para más que duplicarse a partir de 2020, cerrando el año 2022 con el récord de 200. Una cifra que, sumadas a la de los homicidios oficialmente admitidos por el Observatorio del Ministerio del Interior, implican el récord absoluto de muertes desde que se lleva registro. Superando -incluso- el año 2018 de la gestión frenteamplista.

Los hechos no ocurren por casualidad, la remoción de la cúpula policial -salpicada por hechos de corrupción- es el lapidario síntoma de una gestión contaminada que mal podía recoger otros resultados. El espejo en que se reflejan los subalternos, al decir de Julio Guarteche, devolvía imágenes distorsionadas y contaminadas que lejos de servir de ejemplo eran la peor imagen de una Policía que retrocedía muchos casilleros.

Encima, la realidad puja su peor parto manchando de sangre los fines de semana de este país con vista al mar (6 en el último fin de semana, que se suman a la más de 100 muertes violentas en lo que va del año).

No hay fórmulas mágicas, ni tampoco frases que las contemplen. Aquella orden de no aflojar, junto a aquel recreo que pretendían terminar, solo fueron parte de una dialéctica marketinera; mensajes que carecían de un verdadero y efectivo contenido que aportara alguna solución al problema de la inseguridad.

Por más que insistan con sus cifras, la población percibe otra realidad que no se cambia con palabras sino con hechos concretos.

La violencia sigue intacta, a pesar que digan que no hay signos de su presencia...

 

el hombre cambió de canal,

el perro ladraba al Gran Hermano...

Fernando Gil Díaz
2023-03-29T07:14:00

Fernando Gil Díaz