Uruguay y la seguridad: llegó la hora de explorar otros caminos

Fernando Gil Díaz

29.01.2025

Uruguay ha transitado un camino sin retorno -hasta ahora - en lo que a seguridad se refiere; un trayecto empedrado de medidas represivas que estuvieron lejos de alcanzar los resultados esperados.

Por el contrario, las cifras de homicidios (el indicador testigo de la seguridad de un país), dan cuenta de un largo recorrido in extremis que se ha empeorado mucho más en este período de gobierno que culmina. Pasaron gobiernos de todos los partidos y todos fracasaron con singular éxito, es hora de pensar colectivamente en una salida que bien puede ser la de copiar ejemplos exitosos en el mundo. Llegó la hora de intentarlo...

Hace unos días un amigo me recomendó ver una entrevista realizada por el periodista argentino Luis Novaresio en el canal de Youtube de La Nación, al analista (también argentino pero radicado en Portugal) Andrés Malamud. La entrevista es de casi una hora de duración, pero promediando la mitad de la misma, habla sobre la inseguridad y sus dilemas, particularmente el que tiene a las drogas como protagonista.

Honestidad imposible

En un momento determinado la entrevista gira sobre el tema de las drogas, y expresa que "no se puede ser honesto en un país donde la droga es ilegal", hablando de su país, Argentina, porque en ese escenario "la regulación se produce de manera ilegal... Los narcos, los policías y los políticos, pactan para que el tráfico se realice minimizando el daño... para que no haya muchos asesinatos...", explicó. Algo que enseguida lleva a la comparación con el caso uruguayo en que se reguló el consumo de cannabis durante el gobierno de José Mujica, una experiencia que se continuó en esta administración y que aún hoy continúa dando debates, a favor y en contra.

Malamud basa su afirmación apelando al "trilema de Lessing", por el cual -afirma - es imposible combatir al mismo tiempo, al narcotráfico, la corrupción y la violencia. Conforme a ese trilema "si se reprime el tráfico de drogas sube el precio de los sobornos y los funcionarios tienen más incentivos para corromperse, mientras que si se lucha contra la corrupción los narcos pueden recurrir a más violencia para mantener su negocio... cuando tratás de combatir a las tres a la vez, una te explota", expresa.

"Hay que elegir entre uno u otro", afirman otros expertos como Andreas Feldman; alguien que explica la relevancia en el aumento de la violencia que adquirieron las bandas de narcotráfico en América Latina, a pesar de la opinión contraria de nuestro presidente en retirada que lo puso en duda siendo senador, en una recordada interpelación al fallecido Eduardo Bonomi.

Sin llegar al extremo argentino, al Uruguay le llega una oportunidad inmejorable de explorar -finalmente - un recorrido diferente donde la batalla por los votos no tenga a la seguridad en el medio y se encare definitivamente una instancia donde todos converjan hacia el común y único objetivo de poner en práctica salidas consensuadas, sólidas y de largo aliento.

Uno de esos caminos podría ser copiar experiencias exitosas que el mundo nos ofrece y que están allí para ser copiadas.

Entre Bukele y Goulao

Hoy existen varios modelos que pujan por ser la solución a un problema que no es fácil ni mucho menos. En Chile por ejemplo, la población ve con buenos ojos las medidas del presidente salvadoreño Bukele y empujan al gobierno de Boric a explorar medidas que incluyan la intervención militar en la lucha contra el narcotráfico. Algo que no repara en las contraindicaciones que tiene la medida y que hoy sufre El Salvador, como es la corrupción, algo que - por supuesto - no se difunde. Feldman explica que la solución salvadoreña es "pan para hoy y hambre para mañana", porque la misma gente que hoy pide mano dura queda expuesta a sufrir las consecuencias siendo víctima de actos de corrupción de las fuerzas represivas (coimas para que no se realicen allanamientos, por ejemplo).

Lo que pasa hoy en El Salvador es que se cambia un problema por otro que más temprano o más tarde terminará explotando, con consecuencias aún peores.

En otro orden y a pesar de lo que se dijo en nuestro país sobre las tasas de homicidios de Argentina, los expertos argentinos que analizan y conocen muy bien la situación de su país lejos de jactarse de la misma la exponen de forma cruda y triste. Los actores públicos del otro lado del Plata, que tienen el monopolio de la fuerza, negocian con actores criminales dando independencia para que actúen en sus negocios y de ese modo bajan la violencia. Eso, que no se dice, invalida absolutamente cualquier comparación de nuestras tasas de homicidio con las del país vecino. Sin embargo, durante mucho tiempo se ha utilizado de forma flagrante esa comparación sin pudor alguno. "Las comisarías en la provincia de Buenos no se sortean, no es al azar... se licitan", afirma Malamud. Es, ni más ni menos, que la triste comprobación del trilema de Lessing en acción.

Entonces, con este trilema impuesto, ¿cuál es la solución? Sin que la misma sea todo lo clara que necesita dadas las urgencias, hay caminos a seguir que hoy reportan singular éxito. Hay países que son efectivos en la represión, pero allí la droga lo que hace es mudarse, explica Malamud. "Los narcos no cambian de rubro, cambian de país, o de provincia, o de ciudad..." Ejemplo de ello son Colombia y Ecuador, el primero muy violento que tuvo una política de pacificación muy efectiva (plan Colombia, con apoyo de EEUU), lo que llevó a que los narcos se mudaran a Ecuador, y este aumentó los niveles de violencia de forma exponencial (de 7 a 70 homicidios cada 100 mil habitantes; mataron al candidato favorito a ganar las elecciones).

 Despenalizar, ¿un camino posible?

No hay soluciones fáciles para el combate al narcotráfico, quien afirme lo contrario se equivoca. Hoy estamos en un cruce de caminos que nos pone en una situación inmejorable para avanzar juntos y sin mezquindades. Porque todos pasamos por el gobierno y tomamos las decisiones que creíamos acertadas y los resultados no fueron los esperados. Todos cometimos errores, y todos contribuimos a este estado de situación que no puede seguir empeorando.

Quedó demostrado que "la guerra al narcotráfico" no resolvió nada, solo aumentó el problema disparándolo en varias direcciones y casi siempre afectando a los eslabones más bajos de la sociedad. Carne de cañón inexorable de víctimas que elevaron las cifras de homicidios a tristes récords de muertes en un quinquenio desde que hay registros.

En el año 2000, en Portugal, el 1% de su población murió de sobredosis de heroína, allí se propuso una alternativa a explorar como respuesta a esa problemática: la despenalización. No fue legalizar la droga, que siguió siendo ilegal, pero en lugar de cárcel, se aplicaron multas; y si se acepta un tratamiento y no se afecta al orden público, tampoco hay multa. El tráfico es ilegal, el consumo no. Tal como ocurre en nuestro país. Hasta ahí estamos iguales, pero con resultados diferentes.

La diferencia viene con la argumentación y reglamentación de la puesta en práctica de esa despenalización, sugerida por Joao Goulao* y adoptada por su gobierno. En Portugal, cualquier ciudadano puede tener acopiada cantidad de droga suficiente para su consumo por 10 días (cantidad que varía según el tipo de droga). Y no se distingue entre drogas duras o blandas. El sistema incluye el tratamiento para las adicciones, algo que -sin dudas- requiere de recursos pero que a la larga resulta mucho menos oneroso que la represión o sus efectos colaterales como el incremento de los homicidios.

Los resultados fueron casi que inmediatos, entonces surge claramente la pregunta si no es tiempo de ir por ese camino y dejar de lado la tentación de incrementar -aunque sea por consenso - la violencia represiva como instrumento y apelar a estas otras herramientas. Apoyados en nuestra propia experiencia acumulada de regulación del cannabis, pero ampliando la despenalización al estilo portugués.

Los efectos inmediatos se tradujeron rápidamente en la desaparición de las sobredosis, la transmisión de enfermedades y un descenso de los crímenes. Al punto que Lisboa pasó a ser de las ciudades más seguras de Europa.

Es hora ya de buscar alternativas a la represión pura y dura que lejos de mitigar aumentó los índices de violencia. Los resultados son la prueba irrefutable del camino fallido que no hay que repetir buscando otras experiencias como la portuguesa. Un camino que nos lleve a que las drogas pasen a ser liberadas y el mercado se encargue de regularlas, como pasó con el alcohol.

Hoy son otros Al Capone que tienen a los Eliot Ness del siglo XXI, derrotados con total éxito. Entonces, ¿no será tiempo ya de intentar otro rumbo y dejar que sea el mercado el encargado de resolver lo que no pudo la fuerza?

Mientras eso no ocurre, hay caminos intermedios como el portugués (y el nuestro mismo, que podemos mejorar mucho más), que alimentan la idea de una alternativa posible sin violencia.

No sé si esta puede ser la solución definitiva, pero vale la pena intentarlo.

 

*Director de la Dirección General de Intervención en Conductas y Dependencias Adictivas (Serviço de Intervenção nos Comportamentos Adictícios e nas Dependências) (SICAD), dentro del Ministerio de Salud de Portugal. También es presidente del Instituto de Drogas y Drogadicción de Portugal (Instituto da Droga e da Toxicodependência) (IDT)


el hombre cocinaba bifes,
el perro ladraba en portugués...

Fernando Gil Díaz
2025-01-29T10:46:00

Fernando Gil Díaz