Los pequeños enanos
Florencio Luzardo
10.03.2014
Una información televisiva de todos los días, (con un pequeño detalle): uno de los canales privados informa que en un incidente en un barrio de la capital falleció una persona de 34 años y otra fue herida en un pie y que ambas perseguían a un ladrón, que pocos antes le había arrebatado una mochila a una persona mayor en una esquina del barrio. La información agregaba… que el muerto tenía varios antecedentes penales.
Luego se confirmó la noticia, el muerto y el herido vieron el robo a una persona del barrio y se dedicaron a perseguir al ladrón en un acto encomiable y de solidaridad con un vecino. ¿Qué tenía que ver, que agregaba el dato de los antecedentes penales del muerto? Nada, mejor dicho, es el trámite normal y burocrático de una noticia, si hay un muerto que sea claro sus antecedentes y condiciones para estar en esa situación. Es la burocracia mental de la crónica roja.
Hay dos explicaciones, por un lado la tradicional, la de los pequeños enanos fascistas que todos llevamos adentro y que hay que alimentarlos desde los medios para que crezcan y un riego probado es demostrar que una parte de los muertos en las calles se debe a los ajustes de cuenta y que un delincuente muerto, una persona con antecedentes, su muerte tiene una natural justificación. La segunda es que la crónica roja a partir de esa realidad desarrolla reflejos condicionados, no hay que averiguar que estaba haciendo el muerto, cual es el motivo de su asesinato, sino si tiene antecedentes penales, porque es el camino más corto para resolver el enigma y la explicación de todo. Los que tienen antecedentes penales son asesinados "naturales".
La vida es más compleja, más variada, más implacable y resulta que en este caso el asesinado con un arma de fuego por un ladrón en fuga estaba persiguiendo al delincuente porque trataba de recuperar un bolso robado a un vecino del barrio. Las personas con antecedentes también pueden tener este tipo de gestos y descolocar todo el razonamiento "profesional" de los medios de prensa y de una parte de los telespectadores. Cuidado, el tema de la estatura es bastante transversal y cruza el espectro político e ideológico, aunque la derecha obviamente se lleva las palmas.
Tomemos un ejemplo. El senador Jorge Larrañaga no tenía un discurso de extrema derecha en materia de seguridad, incluso en el tema de la baja de imputabilidad para los menores de edad no acompañó a las posiciones más extremas, pero entre sus gigantescos carteles en las calles aparecen dos consignas: Patrullaje militarizado de la ciudad y Mano dura con la delincuencia.
No hay mucho que agregar, ni siquiera aparece la imagen del candidato, simplemente esa consigna. Casualmente un periodista brasilero amigo vio esos carteles y me preguntó alarmado si la situación era tan grave como para una campaña a ese nivel. Y es alguien que conoce los indicadores de criminalidad de ambos países, que sabe de crónica roja, que vive en San Pablo y que considera a Montevideo como una ciudad excepcional en relación a la gran mayoría de las ciudades de América Latina. Nosotros los uruguayos nos quejamos y tenemos nuestras razones. Mi respuesta fue simple: estamos en campaña electoral y todo se hace catastrófico, sobre todo para la oposición. No quedó muy conforme, consideraba, no sé si lo sigue haciendo, que la política uruguaya es mucho más sutil. En el tema de seguridad cortamos cada día más grueso.
Si la prensa corta grueso y lo primero que hace ante un asesinato es dar los antecedentes del muerto, aunque este sea la víctima o un ciudadano que trataba de evitar un delito, si los candidatos gritan desde los muros que hay que militarizar el patrullaje de la capital. Un pequeño comentario: buen clima para los visitantes de los cruceros, para los turistas y ni que hablar para los uruguayos, vivir en una ciudad patrullada por militares...
Montevideo en pocos meses será la capital con mayor cantidad de cámaras de vigilancia de la región y que seguramente se irán extendiendo por toda la ciudad. En los comercios ya son una plaga, al punto de que cada rapiña es filmada y transmitida casi en directo.
Muchos, siempre somos demasiados los que hemos sufrido algún hecho delictivo y eso nos enfurece, nos saca de quicio y muchas veces de nuestras convicciones. Cuando sucede, no hay explicación sociológica o humana que valga, nos robaron, nos rapiñaron, nos asaltaron, nos despojaron de cosas que son nuestras y penetraron en nuestra intimidad. Nos agredieron y eso nos saca de quicio y el enano crece y crece. A veces logramos controlarlo y luego de un tiempo variable para cada uno volvemos a razonar. Algunos canales de televisión se especializan en entrevistar a las víctimas unos instantes después de haber sufrido el delito. Las declaraciones son obviamente calcadas, seguramente si en ese lugar estuviéramos nosotros, diríamos casi lo mismo.
Lo más grave de todo es cuando una sociedad paga el precio más alto, más irreparable por los delitos, por el clima que se crea, por la burocratización roja de la información: el precio de desatar y dejar cada día más libres a los pequeños enanos. Con perdón de la gente bajita, la condición larvada de fascistas no distingue tamaños ni edades y cada día menos posiciones políticas. Crecen las reacciones irracionales y brutales. Y llegan a los candidatos.
Florencio Luzardo
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias