Hay que hacer lo que se dice y decir lo que se hace. Carlos Pérez Pereira

10.04.2025

El novel gobierno de izquierda necesita un vocero diario, que explique a la población todo lo que hace o lo que no está haciendo y las razones que lo asisten. Es más necesario aún para el propio Frente Amplio.

El actual ambiente de confusión (en parte producto del momento, y en parte alentado por intereses creados) no solo favorece a la derecha, sino que, desde las propias tiendas de la izquierda, saltan las inconformidades. Algunas justificadas y dentro de lo aceptable y otras fuera de contexto y extemporáneas.

El llamado a dar la "batalla cultural" por parte de conspicuos derrotados, se hizo con el mandato de poner manos a la obra de inmediato. Y lo están haciendo. Porque esta batalla no es solo por las concepciones de vida, sino, más que nada, por el relato de quien hace mejor las cosas. Las energías opositoras apuntan a errores y debilidades que naturalmente surgen en un gobierno que asume, mucho más cuando no pocas de esas debilidades derivan de actos del gobierno saliente, de compromisos contraídos a largo plazo, de deudas impagas, de falta de atención a sectores con grandes dificultades y otras transferencias tipo "el que venga, que apechugue".  Son las reglas de juego y en ese sentido hay constancia, pero no hay quejas. Un gobierno entrante, obligado a dar tranquilidad a los mercados y evitar suspicacias a acreedores, prestamistas e inversores, no tiene alternativas. Le pasó al gobierno de Lacalle Pou, cuando la ministra de Economía confesó a los mercados del mundo, que recibían una economía floreciente y sin dificultades. El país que les dejó el anterior gobierno, era el mejor país del mundo. Y si bien eso (aunque exagerado) era cierto y demostrable (soportar la pandemia y luego la sequía fue posible gracias a las fortalezas que el gobierno del FA dejó en las finanzas públicas), ellos lo negaban en la interna, con pertinacia y fervor inusitados. Justificaban así la crispada campaña política, con amenazas de auditorías reveladoras de estafas, corrupciones, acomodos, peculados, amiguismos, derroches de bienes públicos, y otras prácticas turbias jamás vistas en la historia del Uruguay. Hasta que... la montaña parió al ratón. Una aceptación pública, les impediría justificar las medidas previstas para su gestión de signo contrario: desmantelar las políticas sociales e inclinar la balanza en favor de los más poderosos en detrimento de los sectores postergados. No desperdiciaron las oportunidades. Las consecuencias de la pandemia y de la sequía, recayeron más sobre los sufridos integrantes del pelotón que sobre los "malla oro", tal como lo confesó, sin remordimientos, el presidente Lacalle Pou. El fracaso de esa gestión fue estrepitoso (una ventaja inesperada de más de 100 mil votos en las elecciones nacionales). Pero los que perdieron, demoran en masticar su derrota, y al salir no solo dejan el campo minado, sino que preparan con tiempo el retorno en 2029. Y para eso, el acoso inicial al nuevo gobierno es vital. No dan respiro. Palos porque bogas, y porque no bogas, palos. Aprovechan que Yamandú y Carolina aún no se han acomodado en sus sillas, para atacar por todos los frentes posibles.

No podemos decir que Yamandú y Carolina, no estaban avisados de que esta reacción tan agresiva de los coaligados se expresaría tal como está sucediendo. Mucho se habla de que el FA necesita manejar mejor los medios de comunicación, pero parecería que perdura en la izquierda aquella vieja consigna cuasi bíblica de que "por sus acciones los conoceréis". Escuché decir por algún veterano militante de izquierda: Si el FA hace un buen gobierno, la derecha no podrá revertir nuestra influencia en la gente que se beneficia. Esto es cierto hasta cierto punto. En la actualidad la comunicación, por su poder de penetración, es cualitativamente diferente en sus efectos sobre la población, a lo que era hace apenas 20 años, o menos. Y ya nos demostraron, con creces, que es suficiente con que tengamos un problema difícil de resolver por cualquier gobierno (la seguridad, por ejemplo, el déficit fiscal también) para que los voceros políticos, hábiles manipuladores de la opinión pública, eleven las consecuencias de esos problemas a niveles apocalípticos. Todo con fines electorales, porque puestos a gobernar, no solucionaron el problema de la seguridad y ampliaron el déficit fiscal a guarismos históricos, endeudando más al país y sin resolver otros temas de fondo como la pérdida salarial, la pobreza de la población y, sobre todo, la pobreza infantil.

Y hay una vuelta de tuerca en todo esto. Lo más peligroso del caso, no es la reacción de la oposición, que cumple con su papel en el juego del Antón Pirulero, sino la postura de franca controversia que surge en la propia izquierda. No hablo de la izquierda testimonial, la que añora las glorias pasadas y perimidas, sino de la propia oposición interna de la izquierda en el gobierno. De tal modo, el coro de los descontentos se amplía y contamina toda la escena política, al punto de acorralar al nuevo gobierno, cuando aún no se ha acomodado en las sillas presidenciales. Es "fuego amigo", pero fuego al fin.

A veces con razón, a veces sin ella o con poco de ella, muchos compañeros (hay que decirlo, sobretodo quienes no participan en la interna del FA, en sus comités, sectores y plenarios), sin haber leído o sin haber profundizado el Programa, arremeten con mucha energía contra decisiones que toma (o que no toma) el presidente o alguno de sus ministros. Por las redes saltan quienes piden la derogación de las AFAPS, el incremento de las jubilaciones y sueldos, la ruptura de relaciones con Israel, el retiro de la delegación de Universidad al Instituto Científico de Jerusalén, etc. Aparecen otras que, si nos ponemos a analizar, no concluimos si son realmente demandas de frenteamplistas, o son ironías y quien las capta las capta, como no dar ningún cargo a la oposición en los organismos públicos, instalar comisiones investigadoras en todos los ministerios anteriores, denunciar a los intendentes corruptos para hacerles un juicio político, en fin. Hay para todos y a vos también te toca.

No pretendo banalizar las demandas de compañeros y compañeras que utilizan su derecho a pedir lo imposible, porque lo posible demora unos días y lo imposible un poco más. Y me consta que son compañeros valiosos y fieles a sus principios de izquierda. Empero, hay contextos y situaciones que obligan a manejar la prudencia, para evitar precipitaciones de las que luego nos podemos arrepentir, por muchos años. Estamos seguros que ya nadie alimenta aquella horrible patraña de "cuanto peor, mejor", que colaboró, sin proponérselo, a precipitar circunstancias terribles para el Uruguay. No es el caso, esta claro.

Ya nos pasó, en otro contexto y en otras circunstancias. Cuando nos pasó, cuando olvidamos aquella máxima de la democracia "con el pueblo todo, sin el pueblo nada", priorizamos el interés de sectores o de espacios de opinión por encima de las posibilidades reales de una fuerza política y su poder de convocatoria. No nos puede ocurrir otra vez.

 

Carlos Pérez Pereira

 

Columnistas
2025-04-10T10:49:00

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