Jaime Secco

15.11.2023

Una nueva interpretación del Estado en el siglo XX

 

No es frecuente que aparezca una idea nueva, que posibilite mirar de distinta manera e interrelacionar a cantidad de ámbitos. Y es justo motivo para alegrarse y recomendarla.

Es el caso del libro El Estado proyecto y sus rivales: una nueva historia de los siglos veinte y veintiuno, del historiador estadounidense Charles S. Maier.  publicado el 16 de abril pasado, en el que propone una nueva lectura de lo que pasó, muy distinta de los esquemas aceptados con sus dicotomías de totalitarismo - liberalismo o derecha - izquierda, que le resultan insuficientes. Pero el libro también es una nueva teoría del funcionamiento del Estado y muchas cosas más.

Es inevitable comenzar exponiendo el contenido, pero lo que más interesa en este artículo es la parte final, sobre los ámbitos que potencialmente puede iluminar.

Maier, nacido en 1939, considera este como el final de una suerte de trilogía con Leviatán: La invención del Estado moderno (2005) y En un momento dentro de fronteras: Territorios de poder, riqueza y pertenencia desde 1500 (2015), aunque ya en la presentación que antecede al prólogo avisa que en el interín cambió varias de sus opiniones.

Al autor se lo ha catalogado como influido por el marxismo por su atención a la economía y a los intereses de clases sociales. Sin embargo, siempre fue muy sensible a los factores ideológicos. Su último libro es un compendio de todo ello.

Cuatro protagonistas

En El Estado proyecto, Maier no escribe una historia detallada del siglo y cuarto, ni se detiene en los acontecimientos que primero vienen a la mente, como las dos guerras mundiales. Estudia, en cambio, el protagonismo de cuatro agentes que se interrelacionan en la esfera pública. Lo que llama Estado proyecto, y sus rivales o compañeros de ruta.

El primero, la red del capital, o "los dominios transnacionales del 'capital'".

Luego, los imperios coloniales de recursos "que perduraron formalmente hasta la década de 1960 y, a partir de entonces, dejaron un legado internacional de desigualdad racial y económica que sigue siendo poderoso."

Y finalmente, "las organizaciones supuestamente dedicadas a la "gobernanza" desinteresada." Las instituciones de gobernanza no gubernamental, como universidades, think tanks y organizaciones internacionales que ejercen influencia ideológica sobre el diseño de políticas 

Llama Estado proyecto a un tipo de gobierno surgido en torno a la Primera guerra Mundial, "tanto democráticos como totalitarios, con ambiciosas agendas "para bien o para mal" de transformación de las instituciones políticas, la sociedad civil e incluso las mentalidades". Si bien hubo proyectos nacionales en el siglo XVIII, lo que surge para sustituir la hegemonía del orden británico basado en el laissez faire, la hegemonía naval y el patrón oro, era de naturaleza distinta. Los Estados proyecto nacieron como opción de autonomía y adoptaron el proteccionismo. Estuvieron orientados a objetivos nacionales como ganar guerras, impulsar la industrialización, construir el socialismo, restaurar la grandeza nacional, crear una sociedad de bienestar o construir grandes infraestructuras. Para ello precisan un Estado rector, que sea capaz de poner límites al capital, con un líder respetado, con amplio apoyo y masas movilizadas -muchas veces en partidos políticos-.

Esta manera de centrarse en "protagonistas colectivos diferentes de los héroes y villanos que siguen muchas historias", lo lleva a que su "relato de los últimos ciento y pico años trate de seguir la evolución y el peso cambiante de estos cuatro agentes colectivos, que a veces trabajan unos contra otros y otras en tándem. Esto no significa que nuestras categorías históricas más antiguas, como democracias y dictaduras, sean inválidas u obsoletas. Ni mucho menos. Pero replantear las categorías de análisis histórico a largo plazo puede proporcionar un sentido más amplio de los cambios que se están produciendo desde hace un siglo o más."

Las alianzas y tensiones entre estas fuerzas pueden producir virajes, derrotas, pero también consensos más o menos prolongados, lo que podríamos llamar un sentido común compartido, que Maier prefiere llamar "un espíritu de las leyes", siguiendo a Montesquieu, quien "sostenía que las leyes -con lo que también se refería a las instituciones- debían ser coherentes entre sí; que cuando una cambiaba todas debían cambiar; y que su relación subyacente era lo que él denominaba 'el espíritu de las leyes.'" 

El siglo XX

En las tres partes de su libro Maier analiza el nacimiento del Estado proyecto durante la Primera Guerra, su multiplicación entreguerras, su evolución en posguerra y sus heridas de muerte a partir de la crisis del petróleo de 1973, junto a las relaciones y alianzas cruzadas con los otros tres agentes.

Tras reconocer que centra su estudio en Europa Occidental y Estados Unidos, "a expensas, muy probablemente, de hacer justicia a importantes corrientes de pensamiento y aspiraciones políticas que emanaron de América Latina, Asia y África", espera que sus conclusiones sirvan para iluminar otras realidades.

Maier encuentra un espíritu de las leyes compartido en la posguerra, durante los llamados treinta años gloriosos del capitalismo.

En los años 70, sin embargo, este consenso se agota. Maier analiza varias explicaciones, como que la suba del petróleo estresó a los extractores de materias primas, que los objetivos nacionales habían trocado -especialmente en los EEUU- en una obsesión por la Guerra Fría, que la inflación apagó el entusiasmo popular, e incluso el propio éxito en alcanzar los objetivos. Un Estado proyecto precisa grandes metas que enamoren, como se dice ahora; no meras mejoras de gestión.

En los 80, el Estado ya no era capaz de controlar al capital privado el que, junto a los buscadores de materias primas se había aunado a la academia y los organismos multilaterales para un nuevo consenso sociopolítico neoliberal, cuya agenda de fondo era la distribución de la riqueza en beneficio de los más poderosos; no siempre sin apelar a la fuerza del Estado, pero con bancos centrales y acuerdos internacionales que alejan lo más posible las decisiones importante de la deliberación democrática.

Johnathan Ira Levi, en una reseña del libro de Maier junto con uno sobre la presidencia de Clinton, muestra cómo éste inició su gobierno con iniciativas de proyecto progresista, como un sistema de salud, una política industrial liderada por el Estado y un nuevo acuerdo financiero internacional que sustituyera al de Bretton Woods, banco central mundial incluido. Sin embargo, en su propio gabinete, representantes de Harvard y de Goldman Sachs lo convencieron de que todo eso era inviable y terminó aplicando la política más neoliberal, desreguladora y el recorte más desalmado de los sistemas de protección social. De hecho, ni siquiera se percató de la necesidad de cultivar un electorado para su progresismo, al despreciar a los sindicatos. A esta altura, el problema de la socialdemocracia europea no era tanto que perdiera elecciones, como que se pasó entera al pensamiento único neoliberal.

Las protestas masivas contra la globalización a partir de 1999 y más adelante la crisis de 2008, que mostró la debilidad del orden neoliberal, separaron a las instituciones de gobernanza de las redes de capital.

En este momento, los populismos de derecha no tienen más proyecto nacional que la protección étnica. El capital financiero y, en general, las multinacionales, no temen mayores regulaciones, incluso cuando desearían alguna, como en el caso de la inteligencia artificial. Las instituciones de gobernanza no parecen tener ninguna idea que pueda entusiasmar. Y el populismo de izquierda a veces aparece con ambición de reconstruir un Estado proyecto sin movilizar fuerzas sociales y con partidos que casi se limitan a su cabeza. El resto, parece acotar su ambición a gestionar criteriosamente para sortear los temporales.

Maier no descarta algún camino de renacimiento del Estado proyecto, pero tampoco que, simplemente, estemos entrando en un nuevo tipo de organización política.

Qué puede iluminar Maier

Maier escribió un libro de interpretación histórica (no una historia al uso, que cuente los hitos fundamentales). Su historia es más bien un meticuloso seguimiento del comportamiento mutuo de los cuarto agentes de poder. Pero, como se dijo al inicio, es también un aporte a la teoría del Estado y puede iluminar varios otros ámbitos. Mencionamos a continuación alguno de los más relevantes que vienen a la mente.

El libro se inscribe en una serie sobre la evolución del poder político moderno. Con frecuencia oímos hablar del "poder real" en relación a grandes capitales. Una expresión fácil, que suene levemente marxista, pero que parece no precisar ninguna explicación sobre sus mecanismos. 

Si queremos quedar en el terreno del marxismo, viene a la mente el debate entre Ralph Miliband y Nicos Poulantzas. El británico reconocía que Marx "nunca intentó formular una teoría amplia y sistemática sobre el Estado", sobre el que en sus escritos hay "un cuerpo de ideas extremadamente complejo y absolutamente ambiguo". El griego acusaba a Milliband de tener una concepción "instrumentalista" del Estado, el que sería un mero instrumento de las clases dominantes. En trabajos posteriores, Poulanzas analizó cómo diversos sectores sociales influyen y a veces intentan colonizar diversas ramas del Estado. Meier propone un funcionamiento más o menos orgánico de cuatro agentes, que puede relacionarse con el último Poulantzas a la vez que darle una perspectiva mayor.

La inclusión entre esas fuerzas de lo que llama "imperios coloniales de recursos", abre la puerta a estudios cuya falta mencioné en una columna anterior. "Vivimos turbulentas ondas de reflujo del colonialismo. La historia de Occidente se ha escrito casi tomando solo en cuenta lo que ocurrió en Europa y Estados Unidos", se expresó. "Pero en realidad no puede entenderse la historia, no la entenderemos, si en la explicación no incluimos en el panorama a los países coloniales, comprendiendo el nuestro. Esa es una tarea por hacer". Maier incluye las acciones de países subordinados en la explicación, por ejemplo, de la crisis de los años 70 que concluyó en el neoliberalismo. Y, por ende, su papel clave en la posibilidad misma de haber podido desarrollar antes el Estado de bienestar socialdemócrata.

En el mismo artículo, se mencionó a la "melancolía de izquierda" según la analizó Enzo Traverso, que incluye la falta de proyectos a futuro con los que sustituir lo que entusiasmó en los 60. Ahora el pasado está cerrado y no se recuerda a los luchadores, sino en su categoría de víctimas.

Maier nos invita a englobar este estado de ánimo en una desilusión más general con los proyectos y da muchos elementos para comprender la debilidad de los actuales populismos, tanto de derecha como de izquierda, así como de la falta de perspectivas globales que den sentido a los frecuentes estallidos de ira que, mayormente, se consumen en la nada.

¿Y si está equivocado?

Uno tiene la inclinación a entusiasmarse cuando aparece una idea nueva. Con el tiempo y el ensayo y error para probarla ante distintos problemas, suelen aparecer las inconsistencias. 

De hecho, una de las mejores reseñas sobre El Estado proyecto y sus rivales la escribió el historiador alemán Anton Jäger, quien luego de presentar al libro, ya realiza una serie de críticas. En particular, en varias ocasiones sostiene que Maier expone bien qué pasó, pero no por qué.

Jäger trae a cuento la elaboración del filósofo Max Horkheimer, de la Escuela de Frankfurt, en los años 50, del concepto de sociedad de pandillas, que incluía el debilitamiento de las corporaciones tanto cámaras patronales como sindicales, que veía sustituidas por "hermandades". El concepto lo había elaborado el economista Friedrich Pollock, también de la Escuela de Frankfurt, y Horkheimer lo relaciona con Joseph Schumpeter quien había afirmado que "la era del emprendedor heroico ha terminado". De hecho, muchos analistas en Europa y Estados Unidos hoy sienten que se está ante un Estado tironeado por buscadores de rentas. Y, por ende, por la abolición e los mercados como reguladores. Hemos descrito en los últimos años el predominio del empresariado rentista en Uruguay desde el segundo cuarto del siglo XX.

Jäger Sostiene que, en los últimos 30 años, con su demolición de la esfera pública y la pulverización de las instituciones de la sociedad civil, hemos pasado de una sociedad de pandillas fraternal a una neopatrimonial, que caracterizaría a los Trump, los Berlusconi o los Kaczynski. Esta área de análisis podríamos haberla incluida en el listado anterior de invitaciones a investigar.

Pero puede haber errores más evidentes. ¿Por qué supone Maier que los mecanismos que explican a Mussolini, Roosevelt y Atlee sirven para Kwame Nkrumah en Ghana?

¿Son sólo esas cuatro fuerzas las que actúan? ¿La prensa no juega algún papel? Si juega, ¿dónde la ubica? ¿Las masas organizadas, son sólo bazas bajo la manga de los líderes estatales? ¿No son agentes activos que juegan en los juegos cruzados de alianzas? Los estados proyecto convencionalmente clasificados como totalitarios cayeron, pero ¿fue por la evolución del juego de alianzas de sus rivales?

En fin. En el apuro por comunicar lo que pareció una buena nueva, esto se escribió sin leer las cuatrocientas páginas del libro, que promete ser muy cuidadoso incluso sacando conclusiones de comparaciones. En Internet pueden encontrarse extractos, numerosas reseñas y otros escritos de Maier. Sirva esto como una invitación. 

 

Jaime Secco
2023-11-15T04:49:00

Jaime Secco

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias