La faz oculta de la guerra de Ucrania. El negocio de la reconstrucción

Jorge Jouroff

17.07.2023

Las guerras, al decir de Klausewitz, no son más que la prolongación de la política, o dicho en su formulación clásica, la guerra es la continuación de la política por otros medios, precisamente por medios violentos.

 

También podríamos añadir que la política es a veces la continuación de los negocios. En una relación que la historia no se cansa de demostrar, guerra, comercio y política suelen ir de la mano y la guerra de Ucrania no es la excepción.

Por debajo de la ayuda que tan generosamente Estados Unidos y sus aliados europeos le están brindando a Ucrania para que continúe la guerra, y más allá de los intereses geopolíticos y económicos que hay detrás, y que son su verdadero móvil, ya se está avizorando el negocio de la guerra: la reconstrucción de Ucrania una vez que finalice el conflicto.

 

Lugano, Suiza.

El año pasado se reunieron en Lugano una serie de financieros y empresarios para discutir la reconstrucción. Movidos por su afán humanitario, resolvieron que la reconstrucción debía ser efectuada por empresas que compartieran los valores democráticos de occidente,  es decir, iguales a ellos.  Con lo cual excluyen a los que no son considerados tales; para decirlo más sencillo, implica la exclusión de las empresas chinas y cualquier otra que no se haya plegado  a la coalición  de Estados Unidos y sus aliados europeos, y consecuentemente, a este orden mundial.   Irónicamente, estas conferencias tienen como antecedente  la llamada Conferencia de la Reforma, que tenía como meta declarada erradicar la corrupción, en la cual la ONG Transparency International catalogaba a Ucrania en los peores lugares, junto con México y Filipinas en 2021,  justo antes que comenzara la guerra. Es de esa época,  justo es decirlo, que el Sr. Hunter Biden, hijo del actual presidente, se dedicaba junto con su amigo Zelensky a hacer pingües negocios en Ucrania por los cuales lo investigó e investiga la justicia americana. Una consecuencia fue la adopción de los llamados "principios de Lugano",  según los cuales Ucrania debe dirigir el proceso de reconstrucción e impulsarlo, pero también debe fortalecer su Estado de derecho de manera sistemática, y combatir de forma eficaz la corrupción. Y algo muy importante: además, la financiación para la reconstrucción debe ser justa y transparente. Algo que se repetirá en Londres y que suena muy bonito pero con escasas posibilidades dados los anteriores procesos en Ucrania.

 

Londres, 21 de junio de 2023

En el día inagural de la llamada "Conferencia por la Reconstrucción de Ucrania" se hicieron presentes sesenta estados, con cerca de mil delegados, un número no determinado de ONGs y unas cuatrocientas empresas: nadie quiere quedarse fuera del festín. Como si hiciera falta, el objetivo de la conferencia es asegurarse los inversores parar preparar "el relanzamiento de Ucrania", y como no podía ser de otra manera, el presidente Zelensky estuvo presente en todas las discusiones. Apareciendo en video conferencia, se dirigió a los actores "políticos, económicos, líderes de opinión" presentes en Londres. En una curiosa asociación, proclamó que "reconstruyendo Ucrania estaremos reconstruyendo la libertad". Más dramático aún fue su convencimiento de que "la estabilidad mundial depende de la estabilidad en Ucrania", esperando inversores para la agricultura y la energía.

Entre la representación institucional estuvo presente el primer ministro británico, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, los jefes de la diplomacia americana, francesa, polaca y japonesa, y dos representantes de Alemania: la ministra de relaciones exteriores, Annalena Baerbock y la ministra de desarrollo, Svenja Schulze, entre otras personalidades. Hoy se comienzan  a manejar algunas cifras, bastante más abultadas que hace un año. Dado que todos están apresurados por demostrar su solidaridad con la reconstrucción de Ucrania, fueron presentadas varias propuestas y anuncios: Francia, por ejemplo, presentó un mecanismo de ayuda sostenido por la Banca Francesa de Desarrollo.

Según un estimativo del Banco Mundial, la Comisión Europea, las Naciones Unidas, a marzo de 2023, se necesitarían unos cuatrocientos once mil millones de dólares, costos que deberían ser cubiertos por inversiones privadas y públicas, y que deberían extenderse por un plazo de diez años. Ucrania, en cambio, los estima en unos setecientos cincuenta mil millones de dólares.

Del lado británico, el premier Rishi Sunak anunció a su vez la garantía de un préstamo de tres mil millardos (tres mil millones) de dólares, para una reconstrucción, y para no ser menos, Bélgica propuso cincuenta mil millones de euros. Y para no quedar atrás, en medio del torbellino de cifras, Estados Unidos se comprometió en  mil trescientos millones de dólares de ayuda suplementaria destinada sobre todo a infraestructuras esenciales. El secretario de estado Antony Blinken, con  gran generosidad,  indicó que "en tanto Rusia siga destruyendo Ucrania, nosotros estaremos allí para ayudar a la reconstrucción."  Mientras se esperan todavía nuevas adhesiones ya se comenzaron a diseñar soluciones a los problemas concretos: la continuidad del flujo de préstamos, la transparencia, las oportunidades de inversión y los mecanismos para minimizar los riesgos de las inversiones.

Como el dinero es una cosa muy seria, un punto aparte es la exigencia, por parte de los inversores internacionales, de la seguridad que Ucrania debe ofrecer a las mismas, haciendo especial hincapié en la seguridad del estado ucraniano, su estabilidad y su transparencia a la hora de las adjudicaciones.

Quizás por ello los alemanes no se mostraron ni tan generosos ni tan entusiastas como sus pares norteamericanos; considerando fundamental asegurar la seguridad de sus préstamos y la transparencia, algo de lo que Ucrania no puede jactarse hasta ahora. Se considera que el tema es clave para "motivar" a los inversores privados, puesto que la ayuda institucional no sería suficiente, además de que deben ratificarse por los respectivos parlamentos. Por ello estaban los otros paneles que comentáramos, sobre todo el de los nuevos modelos de seguros; en buen romance, garantías de pago. Por parte alemana, se remarcó que las financiaciones sólo se efectuarían si hay una tregua o un tratado de paz.  Blinken, más diplomático, sólo habla de "crear un ambiente apropiado para los inversores". Los alemanes insistieron en su punto de vista, afirmando que se necesitan formas de control legal, especialmente para los próximos pagos, proponiendo a Ucrania abrir un proceso de adhesión a la Unión Europea.

 

Una propuesta de financiación

Es lógico entonces que Londres haya planteado, y esté buscando consenso, la idea de hacer pagar a los propios rusos las inversiones. En efecto, comenzó a circular la idea de hacer pagar a Rusia por la reconstrucción con nuevas sanciones que no le permitan moverse en el ambiente financiero europeo. Londres, antes que nadie, anunciaría nuevas sanciones a los denominados "oligarcas rusos" para las próximas semanas.

Se trata del dinero de inversores rusos en los bancos de occidente. Luego de la caída de  la URSS, los inversores extranjeros, con el filantrópico Soros a la cabeza, y con la complicidad de personajes del gobierno de Yeltsin, comenzaron a apropiarse de las grandes empresas rusas, comprando activos por monedas, y a veces sin siquiera las monedas.  Estaban interesados sobre todo por el sector energético y en la construcción de una sociedad "democrática", es decir, subordinadas a sus propios intereses y, lo más importante, que  pudiera actuar dentro del sistema legal occidental.

Por ello invirtieron además grandes sumas en medios de prensa y televisión. Esos oligarcas son llamados empresarios por occidente, y los modelos son Borís Berezovsky y su sucesor, Román Abramovich. Un punto de choque crucial para Putin y el gobierno ruso, que justamente chocó con la mayoría de esos "oligarcas buenos" y pro occidentales. Los actuales, que continuaron sus negocios con el gobierno ruso,  son los "malos".

A su vez,  y esto plantea un problema serio, como los negocios son lo primero, muchos empresarios y parte del sistema financiero occidental están comprometidos con Rusia, o al menos con la neutralidad del sistema. Suiza es un ejemplo: ya anunció que no tocará los depósitos porque eso implicaría a su vez cambiar las reglas que los posibilitan. Tampoco el oro ruso que aceptó conservar en sus bóvedas.

Los alemanes también hicieron pingues negocios  sobre todo través del Dresdner Bank y el Deutsche Bank. Mucho dinero Salió de Rusia por estos bancos, pero no sólo por ellos. Quizás sea la razón por la que no se muestran tan entusiasmados con la política norteamericana y prefieren la prudencia, porque allí también la política es la continuación de los negocios.

Jorge Jouroff
2023-07-17T20:33:00

Jorge Jouroff