El gran tablero mundial en 2025. Segunda parte.

Jorge Jouroff

20.12.2024

En la primera parte analizamos la situación con el triunfo de Trump. En la segunda parte intentaremos analizar los principales jugadores de este juego, sin analizar las potencias regionales, como Turquía, India e Israel. No porque no tengan importancia, sino porque, aunque influyen, son colaterales en juego global. Importa también ver como perciben los restantes actores estos dilemas de la política norteamericana, que por su importancia los afectan de una forma u otra.

La situación en Europa

La estabilidad que Europa disfrutó desde el fin de la segunda guerra mundial, y que le permitió aplicar las políticas socialdemócratas de bienestar comenzó a verse amenazada desde hace un tiempo, pero se agudizaron con el primer gobierno de Trump. No sólo desde el punto de vista económico, sino también militar. El paraguas de defensa, financiado en su mayor parte por Estados Unidos, posibilitó a los países europeos destinar buena parte de sus recursos a otros fines, pero también le restó autonomía estratégica y la hizo cada vez más dependiente de las políticas de seguridad de los americanos. Una dependencia que tuvo un punto de quiebre cuando fueron los americanos quienes resolvieron la crisis en la antigua Yugoslavia, que era netamente "un asunto europeo", porque éstos no querían o no podían resolverla, a pesar que Europa cuenta con organismos colectivos de defensa. Se demuestra así que la seguridad es muy cara, pero cuando no está a la altura se paga más caro aún.

 

La defensa europea

Como es habitual, las políticas de defensa y la diplomacia van de la mano. Luego de creada la Unión Europea, y como parte de una estrategia global, en 2017, en el primer período de Trump, se lanzó la Revisión Anual Coordinada de la Defensa (CARD, por sus siglas en inglés) y que pretende formar parte de  la "brújula estratégica" de la Unión Europea, el documento que posiciona a Europa en estos temas. Sirve además, como elemento de planificación colectiva y para el desarrollo de "capacidades colaborativas", es decir, para pensar la defensa de Europa en su conjunto y por tanto planificar y pensar en adquisiciones de material en conjunto. Se considera a la CARD un ciclo de dos años sincronizado con la Cooperación Estructurada Permanente (CEP) y con el Proceso de Planeamiento de Defensa de la OTAN (PND).

Además, Europa tiene la Conferencia de Munich,  que es el encuentro político para discutir temas de defensa. Cuando asumió Trump el su primer período, en la conferencia se consideró, y se dijo públicamente, "que los americanos ya no eran un aliado confiable", y comenzaron a encarar la realidad de la defensa en Europa. El problema, por supuesto, es el presupuesto. Hace unos meses, Joseph Borrell lo expresó de esta manera: "los gobiernos europeos han gastado demasiado poco en defensa, y de forma demasiado fragmentada. El resultado es que carecemos de las capacidades militares necesarias para garantizar nuestra propia seguridad o servir como un socio capaz para la OTAN. Tenemos que gastar más, y tenemos que sacar mayor rendimiento de ese gasto conjunto"

La postura de Trump obligó a aumentar los presupuestos de defensa de los países de Europa, pero resultaba muy difícil aumentar los presupuestos de la manera que lo exige la producción de armamentos para la guerra moderna. Se afianzó la posición de Alemania, y en  segundo lugar Francia, y cuando estaban en eso, triunfaron Biden y los demócratas.

 

La guerra de Ucrania

 

Una de las primeras cosas que hizo Biden fue intentar recomponer la situación con Europa relanzando la OTAN y proponiendo a Ucrania entrar en ella, cosa que sabía muy bien los rusos no tolerarían. En un juego muy complejo de intereses, comenzó la invasión rusa. Por lo anterior es que consideramos que es, a través de Ucrania, que Estados Unidos combatía con Rusia. Ucrania no hubiese podido sostener el conflicto si  no fuese por la constante ayuda norteamericana y europea; las cifras de la ayuda militar y la destinada "a la reconstrucción" alcanzaron cifras muy altas y muy difíciles de mantener. La situación de los aliados no era la misma. Es importante recordar que Europa era dependiente del gas ruso, y, en otros ítems, de la cadena de suministros china. Entonces, lo importante, más allá de las operaciones militares, es remarcar cuatro aspectos:

 

  • En primer lugar, un cambio en cuanto a la gran estrategia: si bien se seguía sosteniendo que el adversario principal era China, el conflicto de Ucrania, por su magnitud y por estar a las puertas de Europa, implicaba que ése era el escenario principal. Aquí caben dos posibilidades: o bien efectivamente hubo una desorientación en cuanto a la elección de los escenarios (y los adversarios) o bien hubo un grave error de apreciación en cuanto a suponer que Rusia no sería capaz de un conflicto prolongado y su derrota sería rápida, cosa que no ocurrió. Trump comprendió cual era su rival, pero Biden no estaba dispuesto a pagar ese precio y así se llegó a la situación actual. En cualquier caso, los europeos ya estaban en el juego.

 

  • Consecuentemente, Estados Unidos utilizó la guerra para galvanizar las posiciones (y su posición) en Europa a pesar de las reticencias de algunos países que eran los más afectados por las consecuencias del conflicto. El mejor ejemplo es la nueva doctrina de la OTAN y el ingreso de los países bálticos y los escandinavos, principalmente. Ello también implica mayores ejercicios militares, más extensos, y, sobre todo, más gastos en armamento y reclutamiento que los europeos se vieron obligados a efectuar. También a proporcionar bases para operaciones de inteligencia, como el atentados al gasoducto Nord stream2, que permiten monitorear constantemente las fronteras rusas.

 

  • Estados Unidos no limitó la guerra al plano militar: al poco tiempo de iniciado el conflicto, comenzaron las medidas económicas contra Rusia, intentando afectar su estabilidad económica reduciendo el comercio y las transacciones financieras con Europa. En efecto, no sólo presionó (y consiguió) que se dejara de comprar gas ruso, sino que comenzara el abastecimiento con gas norteamericano, más caro que el ruso. También estaba el problema de las cuentas rusas en el exterior, y en ese sentido fueron los británicos quienes propusieron, y más de una vez, congelar los activos rusos en bancos occidentales. El aspecto económico fue mostrando la otra cara de la guerra: los negociados. En Lugano, Suiza, comenzaron las reuniones "para la reconstrucción de Ucrania", que por unanimidad resolvió que los aportantes serían europeos, cristianos y respetuosos de los derechos humanos. Es decir, ellos mismos, sin participación de terceros, sobre todo chinos.

 

  • Galvanizar posiciones implicaba también aparecer como los abanderados de occidente y poder así implicar más países al conflicto. Desde el inicio lo planteó como una guerra de la democracia contra las ambiciones de un dictador despiadado y buscó, por todos los medios, sostener a Ucrania con dinero, material y últimamente sobre todo, con asesores para la inteligencia y el manejo de sistemas de armas complejos.

 

El escalamiento del conflicto

 

El error de apreciación en cuanto a la duración del conflicto y la subestimación de la capacidad militar de Rusia llevó inevitablemente a implicarse cada vez más en el conflicto en personal, material y sobre todo, en grandes sumas de dinero para mantenerlo. Y más grave aún, a la amenaza del uso de armas atómicas, como expresamente aclaró la OTAN en primer lugar y Rusia inmediatamente después. La autorización del uso de misiles de rango medio, que podían alcanzar territorio ruso, se consideraría no como un ataque de Ucrania, sino como un ataque de la OTAN, lo cual implica represalias contra los países europeos. Aún así, se autorizó el uso de estos misiles y la respuesta rusa fue contundente: estrenó el misil Oreshsnik,  un misil supersónico que hasta ahora no puede ser detectado a tiempo por los sistemas de alerta. La autorización de, uso de misiles no logró los resultados esperados por Biden y los rusos esperan, con el conflicto empantanado, provocar una grave derrota política a Estados Unidos si Trump al asumir interrumpe el suministro de fondos y Ucrania se ve obligada a terminar la guerra cediéndole territorios en disputa a Rusia. Si es así y el conflicto no escala peligrosamente de nuevo, significaría una grave derrota de las ilusiones norteamericanas de derrotar a Rusia. Una doble derrota, en realidad, puesto que la otra consecuencia, más grave aún,  habría sido fortalecer la alianza chino-rusa. La gran pregunta es cómo queda posicionada Europa si la estrategia de Estados Unidos, como todo hace prever, da un nuevo giro.

 

En la tercera y última parte intentaremos recoger la otra visión del problema, la de China y Rusia.

Jorge Jouroff
2024-12-20T12:43:00

Jorge Jouroff