A 33 años de la “Guerra del Golfo”

José Vera Arenas, desde Asunción

29.03.2023

En estos días, la prensa internacional más presente, está recordando que se cumplen 20 años de la invasión, que algunos tienen el tupé de llamar guerra, de Estados Unidos contra Irak, pero olvidan, a menudo, seguramente por ingenua coincidencia, que no son 20, sino 33 los años que lleva la ocupación militar y económica de esa nación del Golfo Pérsico, por la cabeza imperial.

En este primer trimestre, se ha cumplido esa cifra, resonante para algunos,  que registra el infame acto del lanzamiento, en la madrugada del 17 de enero de 1990, de la Operación Tormenta del Desierto, que abrió las puertas a una seguidilla de guerras en la región, ‎sucediendo a la llamada guerra fría, que habían protagonizado Estados Unidos y la Unión Soviética, durante 40 años.

Washington y sus aliados iniciaron aquella invasión ‎en momentos que, tras la  caída del muro de Berlín y el Pacto de Varsovia y la ‎URSS en proceso de disolución, se produjo una situación geopolítica, ‎totalmente nueva, que Estados Unidos ha aprovechado con inteligencia y éxito hasta hoy.

Una década antes, la Casa Blanca respaldó al Irak del dictador Saddam Hussein, en la guerra contra el Irán del ayatola Khomeini. Una vez superado el conflicto, Bagdad se fue fortaleciendo, y ello preocupó a EEUU e Israel, que aplicaron la estrategia del «divide y vencerás»: empujando a Kuwait ‎a reclamar el pago inmediato del crédito que ese emirato había concedido a Irak y a perjudicar a ‎este último país mediante la explotación excesiva del yacimiento de petróleo que se extiende bajo ‎la frontera común. ‎

Washington convenció a Saddam Hussein de imparcialidad en ese ‎conflicto, y estimuló su codicia, al punto que, en julio de 1990, Bagdad lanzó sus tropas contra el territorio Kuwaití, sin imaginarse que su aliado imperial ‎montaría una coalición internacional para aplastarlo, con 750 000 efectivos, ‎‎70% estadounidenses, comandados por el general ‎Norman Schwarzkopf. ‎

Esa coalición bélica utilizó contra Irak ‎‎2 800 aviones de guerra que realizaron 110 000 misiones de bombardeos, dejando caer sobre ‎la población iraquí 250 000 bombas, incluyendo las llamadas "bombas de racimo" (cada una ‎libera gran cantidad de pequeños artefactos letales contra las personas). Junto a la US Air Force ‎estadounidense, participaron en esos bombardeos aparatos de las fuerzas armadas de Reino Unido, ‎Francia, Italia, Grecia, España, Portugal, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Noruega y Canadá.

El 23 de febrero del 90, la coalición inició la ofensiva terrestre con más de ‎medio millón de efectivos, ofensiva que terminó a la semana con un «alto al fuego ‎temporal» proclamado por el presidente George Bush padre.

Inmediatamente después, el Pentágono lanzó la Estrategia de Seguridad Nacional de ‎Estados Unidos, emitida en agosto de 1991, con una advertencia a sus adversarios -y también a ‎sus aliados- de que «Estados Unidos es el único Estado con una fuerza, un alcance y ‎una influencia en todos los campos -político, económico y militar- realmente mundiales. ‎No existe ningún sustituto del liderazgo estadounidense».‎

La guerra del Golfo registró  la primera guerra con participación de Italia que, en violación del Artículo 11 de su Constitución, presentó el «Nuevo Modelo de Defensa», ‎afirmando que la misión de las fuerzas armadas italianas es «velar por los intereses nacionales ‎donde quiera que sea necesario».

La OTAN, en su colosal práctica cobarde e hipócrita, declaró  oficialmente que no participó en esa guerra, aunque puso sus fuerzas y bases a disposición de la agresión. Meses después, en noviembre de 1991, lanzó el «Nuevo Concepto Estratégico de la Alianza», consolidado como la guía de las guerras sucesivas que comanda Estados Unidos, desde Yugoslavia en 1999, Afganistán en 2001, Irak en 2003, de nuevo, y Libia y Siria ‎en el 2011, a las cuales hay que sumar la actual de Ucrania, que lleva 13 meses.

Cientos de miles de muertos y gran destrucción material, todas presentadas como operaciones ‎humanitarias para defender la democracia, al criminal precio de millones de muertos, inválidos, huérfanos y  refugiados, obra magnánima que el presidente Bush padre calificaba en 1991 como ‎‎«crisol del Nuevo Orden Mundial».

A ellos se agrega un millón y medio de muertos -‎entre ellos, medio millón de niños fallecidos- durante los siguientes 12 años de "embargo" ‎contra Irak, así como las numerosas muertes provocadas por los efectos, a largo plazo, de las ‎municiones de uranio empobrecido, que Estados Unidos utilizó masivamente contra Irak, en la segunda guerra contra ese pueblo, símbolo de la cultura árabe, desatada por George Bush hijo en el 2003, con la mentira cruel de que Bagdad disponía de bombas nucleares..

A ese genocidio, que habría costado a las arcas imperiales dos mil millones de dólares, hace 20 años, según el Congreso, hay que sumarle los crímenes que continúan cometiendo las potencias occidentales en Afganistán, Libia y Siria, faltando aún contabilizar los muertos que va dejando en pueblos ucranianos y rusos, en la guerra más mediatizada, porque poco o nada se habla de las que se libran en los territorios del Yemen, Etiopía, Somalia, Malí, Mozambique, Sudán, Níger, Nigeria, y varios más, efecto de la creación y financiación, por los servicios del espionaje occidental, del paramilitarismo religioso fanatizado. 


José Vera Arenas, desde Asunción

Columnistas
2023-03-29T13:03:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias