La reforma de la caverna

Juan Manuel Romero

08.11.2023

 

Sumergidos en el contexto de una nueva reforma, a pocos meses de implementarse en el bachillerato, es indispensable reflexionar y cuestionarse la veracidad de los pilares de este proyecto, que tanto ha alterado el panorama educativo.

Al analizar su propósito desde una perspectiva social, podríamos afirmar que los estudiantes (y sobre todo las próximas generaciones) estamos inmersos en una imposición que me recuerda mucho a la alegoría platónica.

Confinados en una caverna, cada vez más privados de la posibilidad de reflexionar, observando (como prisioneros del sistema) una pared que refleja intereses laborales, cegándonos de la autenticidad, despojándonos de la formación de ideas, perdidos ya entre fuertes sombras capitalistas.

En la entrada de la caverna, nos encontramos con una puerta cerrada con llave. Aquella llave de la que hablamos es la reflexión y el pensamiento libre. Lógicamente, las cadenas son la imposición anti-reflexiva a la que nos están sometiendo. Parece lógico, no tiene sentido darles la llave de la caverna a tus prisioneros. Y, mucho menos, si aquellos que nos están aprisionando se benefician en el acto de nosotros.

La única solución para vislumbrar el exterior de la caverna, que nos brinda tanta claridad, es el pensamiento crítico, aquel que en última instancia nos expande la mente y nos permite ver más allá de dicha caverna.

A su vez, me surge la duda sobre la libertad que poseemos los estudiantes (y muchos docentes) en la educación. Para el que comprende la alegoría platónica relacionándola con el contexto actual de la educación, sabrá entender la poca libertad de la que gozan (y gozarán) los estudiantes. Incluso aquellos que ven más allá de la caverna, siguen de una forma u otra, atrapados en ella.

De hecho, pienso que estamos atrapados coercitivamente en esta caverna desde hace ya varios años. Creo, por tanto, que los estudiantes logramos vislumbrar la luz de la salida en base a la reflexión, y, como consecuencia, se implementó la reforma de la caverna, haciéndola de un material más fuerte y con cadenas más pesadas, dificultando aún más nuestra capacidad de escapar de ella. Asimismo, el resultado consecuente es alejarnos de aquel concepto fundamental que remarcaba Vaz Ferreira: "estudiar para saber y no para demostrar que se sabe". El aula comienza a ser un reflejo de la competencia laboral y en efecto, cada vez el estudio se vuelve más competitivo.

Naturalmente, para evaluar si esto es acertado, debemos preguntarnos por el fundamento del estudio y del conocimiento, respectivamente.

¿La esencia del conocimiento reside en la competencia?

Por naturaleza, los seres humanos obtenemos información a través de los sentidos (concluimos, entonces, que carece de fundamentos afectar asignaturas que potencien el desarrollo de ellos) y todo conocimiento se transforma en aprendizaje. Podríamos observar que, si la esencia del conocimiento fuese de carácter competitivo, este aprendizaje estaría constantemente estimulado por el aprendizaje de los demás, de forma excluyentemente productiva, ya que no se aprendería de los demás, sino que se aprendería a superar lo que los demás aprendieron. Y esto podría considerarse una adquisición no deseable del conocimiento, ya que, en lugar de usar los sentidos para interiorizarlo correctamente, se perdería el tiempo recibiendo estímulos con el afán de ganar una batalla inexistente.

Y, de esta forma, los sentidos se ocupan principalmente de seguir el progreso del otro, en vez de potenciar el progreso propio. Por lo tanto, implementar una mentalidad competitiva de asignaturas con fines laborales es contradictorio con la esencia natural del conocimiento.

Es prudente, en efecto, preguntarse qué asignaturas potencian la razón y enriquecen los sentidos.

De manera análoga, es indispensable cuestionarse también qué asignaturas (impuestas en este caso) priorizan enriquecer nociones laborales antes que fortalecer la personalidad del colectivo estudiantil.

En el contexto de la reforma, resulta razonable concluir que nos están imponiendo una alienación, en donde a los estudiantes se les priva de herramientas críticas para poder reflexionar lo que están estudiando

Como consecuencia, se extrapola la escasez de herramientas reflexivas (sepamos diferenciar recursos de potencial) a la vida personal del estudiante, y, de hecho, esto genera un impacto social. El estudiante, ya contemplando las fronteras de la adultez, afrontará la toma de decisiones que le marcarán como individuo de forma potencialmente superficial, y seguramente, sin el cuestionamiento que merecen dichas decisiones.

Esto derivará en la pérdida invariable de matices en la personalidad, de la formación ideológica, en definitiva, de la capacidad de autoconocimiento, y también de la falta de reflexión sobre el entorno que le rodea.

Pensemos; ¿qué le conviene al sistema capitalista?

Posiblemente se nos vendrá a la mente un determinado tipo de persona. En el ámbito laboral, es fácilmente visible el estereotipo de persona que el sistema espera formar. Esta persona se dedica rigurosamente a producir lo que el sistema demanda, mientras que el sistema se beneficia de su producción. Sin embargo, la capacidad de reflexionar no se ajusta a las conveniencias que busca el sistema, ya que a menudo implica desmontar estructuras establecidas. Desde el punto de vista capitalista llamaremos a este estereotipo de trabajador como "objetivo".

Por tanto, la educación servirá como formación anterior a este objetivo, en donde se educará a cada persona con dichos intereses. Estamos hablando, en efecto, de la educación como "fábrica".

Se convierte en una verdadera fábrica de personas, cuyo destino se reduce únicamente al ámbito laboral, representando así un atentado contra la libertad

Lo más grave aún es tratar a la persona como objeto. Al momento de "fabricar" personas, estamos invariablemente otorgándole propiedades predeterminadas, con fines funcionales, obviando completamente el hecho de que esta persona pueda aspirar a otro deseo. Es fácil concluir que toda imposición es un robo de la libertad.

 

Y aquí surge la cuestión más trascendental: ¿quiénes deben decidir el rumbo de la educación?

Los datos (99,2% de las asambleas técnico docentes liceales de todo el país rechazaron la propuesta) derrumban cualquier argumento que alegue por la validez de la opinión del colectivo educativo. En efecto, no se está considerando en absoluto la opinión de aquellos que conviven día a día con el panorama educativo y que, sin duda, están más capacitados para decidir sobre su rumbo.

En definitiva, nos están imponiendo una reforma desde afuera, que desde adentro no aceptamos.

Bien vale pensar ¿El poder es capacidad?

¿Ser poderoso o tener cierto estatus implica necesariamente estar capacitado?

Resulta fundamental comprender que remontarse a cualquier hecho histórico en el que personas poderosas impusieron su forma de pensar por encima de la opinión del pueblo es recordar una injusticia y, posiblemente, anticipar un terrible desenlace.

Concluimos que el poder no es necesariamente capacidad y que, sin embargo, un colectivo especializado sí denota una capacitación para opinar y decidir sobre el rumbo del área en el que están especializados.

Incito, en base a esta conclusión, a que la educación sea un sistema en donde el estudiantado, el cuerpo docente, adscriptos y directores, estén unidos para defender su libertad, luchar por el futuro de la educación y manifestar la voz del colectivo, gritar desde adentro, para que nos oigan desde afuera. Y quizá, podamos no solo ver más allá de la caverna (cuestión que ya de por sí es muy importante), sino además comenzar a desprendernos de las cadenas.

Porque, en definitiva, ver más allá de la caverna es comenzar a salir de ella.

Pero recordemos que no somos solo un prisionero, somos varios.

Y dar el ejemplo de luchar es incentivar a que todos podamos comenzar a desprendernos de las cadenas, y comencemos a ver la luz que se oculta afuera de la caverna, siendo en efecto, libres en el acto.

Ocupemos, movilicémonos, defendamos los derechos de la educación como la historia marca y, ante todo, mantengamos la pizca de humanidad que nos quieren robar, y que tanto le falta al mundo de hoy en día.

 

* Juan Manuel Romero. Estudiante de bachillerato. Ajedrecista.

 

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2023-11-08T11:07:00

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