UY Press - Agencia uruguaya de noticias

26.10.2023

Admirada Joven del Partido Colorado. Con mucha humildad por varias razones me atrevo a escribirte una opinión.

La humildad es por opción de vida, pero además porque somos una generación con muchas deudas y fundamentalmente, como decía Khalil Gibran, vives en la casa del futuro que nosotros no podemos visitar ni siquiera en sueños.

Te diría que no es necesario que los partidos políticos y sus líderes estructurales señalen con el dedo acusador la miseria humana.

El pueblo discierne.

Sí recurro a tu valentía y grandeza para pedirte que reflexiones: Cuando el actual Presidente separó las aguas, alineó detrás de él a los mejores ciudadanos y a los amigos de toda la vida; el Senador por ti mencionado integraba los dos cuadros.

Del otro lado quedamos todos los últimos de la fila y los comunes, los que no tenemos la bendición del monseñor Sturla ni del Pastor Márquez, señalados con el dedo acusador por ambos Partidos de la Coalición (cretinos útiles, vividores, haraganes, parásitos, del Borro o del Cante) y también nos señaló el otro Partido con un manto de superioridad intelectual auto adjudicada.

Esos señalamientos inspiraron la grieta real, que solo puede negar alguien que deambula por los escritorios.

Pero ¿has escuchado tú hablar de amor?

Amor no solo a los de tu Comité, sino a todos los uruguayos, incluidos por supuesto, los últimos de la fila.
¿Han sido esenciales las palabras amor al prójimo en los discursos?

Me atrevo a pedirte que hables con tus compañeros y adversarios, con toda la maravillosa juventud uruguaya para cambiar la mierda que instalamos los mayores y luego juntos irrespeten a aquellos que amparados en el fútbol, en la política y en el dinero, ven con indiferencia o participan en que nuestro país se transforme en centro del lavado, tranza de drogas, prostitución de menores y trata.

Dios te ayude en la tarea de la política que es sagrada cuando el leitmotiv es el amor al prójimo y a no a los carguitos ni los suelditos ni a la pompa ni a la vanidad.

Juan Pedro Ribas