La broligarquía gobierna en Estados Unidos. Ernesto Kreimerman
31.03.2025
Dominique de Villepin, escritor y político francés, varias veces ministro, ha marcado en más de una ocasión que la desidia puede asociarse a la dejadez, la indolencia, el desgano, el desinterés, la holgazanería, la pasividad y la vagancia... todos elementos vinculados a la desmotivación que un individuo, incluso un colectivo, manifiesta frente a una determinada situación.
Viene esta referencia a de Villepin pues es necesaria una reflexión acerca de esta realidad política insostenible, que reclama no postergar más las decisiones fundamentales para reencaminar el futuro inmediato y el de mediano plazo. Es ineludible dar prioridad a estas definiciones, que tienen que ver con la construcción de nuevos equilibrios en los organismos multilaterales, dándoles nuevas proyecciones de colaboración tecnológica y de solidaridad integracionista.
Neologismo, bro!
Muchas veces simplifica, y al mismo tiempo ratifica la condición de concepto novedoso, el denominar al nuevo fenómeno apelando a un neologismo. Con más o menos este empuje, comenzaron a hablar de broligarquía cada vez que se referían a un grupo reducido de empresarios del sector tecnológico estadounidense, todos ellos vinculados directamente a la administración de DT.
Otra aproximación algo más rigurosa, nos llega desde el lado de la etimología, es decir, del estudio del origen de las palabras y su evolución a lo largo del tiempo. Esta disciplina se concentra en investigar y analizar cómo han cambiado las palabras en su forma y significado, proporcionando un marco para entender el desarrollo del lenguaje. La etimología, no olvidar, está asociada a la filología y la lingüística histórica, y su función es determinar el origen de las palabras y la razón de su existencia.
Volviendo, tengamos presente que la broligarquía es un neologismo utilizado en referencia al grupo/conjunto de grandes empresarios del sector tecnológico en Estados Unidos vinculados al Gobierno de Donald Trump. El término deriva de la abreviación de bro (de brother, 'hermano' en inglés), utilizada en la jerga algo más juvenil para mencionar a alguien que pertenece al mismo grupo social; y la palabra oligarquía, que es la forma de gobierno en la que el poder lo ejercen unos pocos. En el caso del fenómeno estadounidense, la idea ha surgido para hablar de los dueños y CEO´s de las principales empresas de Silicon Valley por su papel y sus cercanas relaciones con la Administración Trump.
Con el auxilio de la etimología podemos conocer el origen de una palabra, descubrir las raíces, las transformaciones del o los conceptos a los que dio significados. También es útil para aproximar la historia de la palabra y contrastar los cambios con las transformaciones, que ha reflejado la historia del idioma. Una precisión más; estas transformaciones también podrían denominarse sofisticaciones de la lengua, y valorarlas como una contribución más intensa, ya sea cualitativa como cuantitativamente. Tiene que ver con una armonización para una mejor ortografía y sumar hacia la consolidación de un más amplio vocabulario.
En síntesis, este neologismo, broligarquía, en inglés, broligarchy comprime bro, de brother, con oligarquía, que como ya se advirtió, es el modo de gobierno ejercido por unos pocos. Los primeros que adaptaron este nuevo concepto, que inicialmente se adueñaron de la creación, fueron algunos "notables", emergentes ellos del movimiento neoreaccionario, impulsores de un nuevo sistema, liderado por un núcleo central de empresarios, a los que por estas vías se los está invitando a ser protagonistas de las decisiones políticas trascendentes que la crisis exige adoptar. La broligarquía es uno de los bandos en pugna.
Los agraciados principales de los beneficios fiscales, al involucrarse con esta intensidad, prontamente se transformaron en los mayores donantes del Partido Republicano. Para financiar una batalla de estas proporciones, donde cada votante significa una oportunidad para ir tras la victoria, lo que se traduce en la necesidad de tantos recursos para las acciones de marketing así como para cooptar la mayoría de los 270 millones de votantes aproximadamente.
Biden no ocultaba su preocupación por el surgimiento de esta broligarquía. Preocupación compartida por buena parte de la alta dirección del Partido Demócrata, en particular, el senador Bernie Sanders.
Sin pudor, con ostentación...
En el mundo de las ideas, de los procesos políticos, la complejización y el acumulado de la base doctrinaria, de las adhesiones y el sentido de pertenencia, llevan su tiempo de maduración, de involucramiento creciente, de ir conquistando espacios, hasta generar la capacidad de sistematizar una plataforma que por iniciativa propia genere dos cuestiones: una, la agenda diaria de medios; dos, ir dejando una estela en el camino, un trayecto.
Los que fueron aportando recursos millonarios para que la oferta política fuera consolidándose, también pujaban por las posiciones que iban trabajosamente instalándose. El puzzle electoral se disparó a partir del momento en el que Trump logró dar forma a su propuesta electoral que lo llevaría a su primera presidencia. Fueron años en los que Trump intentó destruir el legado de Obama. Pero la derrota del intento reeleccionista a manos de Joe Biden instaló dudas e incertidumbres sobre el futuro electoral de Trump.
Llegada la segunda oportunidad, la debilidad de los otros aspirantes republicanos y la precariedad física del presidente Biden se combinaron para asegurarle la victoria a Trump.
Con el control del aparato partidario, Trump y sus financiadores iniciaron una etapa de mayor colaboración; así, aún antes del 20 enero la broligarquía comenzó a gobernar. En aquel acto formal de asunción, estuvieron ubicados en primera fila los tres hombres más ricos del mundo: Elon Musk (Tesla, SpaceX o X), Jeff Bezos (fundador de Amazon) y Mark Zuckerberg (Meta). También, pero una o dos filas más atrás estaban Sundar Pichai (CEO de Google), Tim Cook (CEO de Apple) y Shou Chew (TikTok).
Este círculo más inmediato de Trump constituye en sí mismo la definición acerca del rumbo que ha tomado Estados Unidos. No sólo se han distribuido posiciones, sino que están gobernando sin asumir responsabilidades. Las ideas reaccionarias de los broligarcas ahora van la acción decisiva, una encerrona o un conflicto severo que abra las puertas a un régimen autoritario y concentrador de poder e impunidad.
Eso es Trump. Solo espera la revancha del fracasado 20 de enero. Allí o un poco antes se jugará otro partido para dirimir la contradicción democracia-dictadura. Por ahora, van ganando los malos.
(*) Publicado originalmente en El Telégrafo el 30/03/2025
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