NUEVA SERIE
La ciudad prohibida
09.01.2025
MONTEVIDEO (Uypress/Daniel Feldman) – No trataremos en esta sección del recinto palaciego de los emperadores de China desde la dinastía Ming hasta la Qing, hoy devenido en atracción turística. Nuestras ciudades contemporáneas poseen suficientes lugares y avisos para dar pie a las líneas que seguirán.
Prohibir, de acuerdo al diccionario de la lengua española, es "vedar o impedir el uso o la ejecución de algo", y cuenta con varios sinónimos, como por ejemplo vetar, proscribir, interdecir, negar, etc.
Su antónimo, es decir aquello que expresa la idea opuesta o contraria, es permitir.
Se podría concluir, rápidamente, que aquello que no está expresamente prohibido está implícitamente permitido.
El "prohibicionismo" podemos definirlo como un paradigma que va en la dirección de que los ciudadanos se abstendrán de realizar acciones si estas son tipificadas como ilegales (delitos, contravenciones a las normas, etc.) si las autoridades hacen de alguna manera cumplir esas prohibiciones.
Analistas de esta temática, tanto desde el punto de vista filosófico como desde el derecho, sostienen que el prohibicionismo es la base de muchos actos de la ley. En especial, se podría comprobar cuando un grupo de una población determinada desaprueba y/o se siente amenazado por la actividad en que participa otro grupo, en este caso más pequeño o con menos poder. De esta suerte, se procura que la actividad en cuestión esté legalmente prohibida.
La mayoría de los objetivos de ese prohibicionismo entra dentro de la categoría de crimen sin víctimas, es decir, que el daño que proviene de esa conducta es inexistente.
La historia de las prohibiciones viene de larga data. A manera de ejemplo, baste recordar el código de Hammurabi, descubierto por una expedición en 1901 y datado allá por el año 1750 a.n.e., compuesto por 282 artículos, donde se hacía una recopilación de leyes para exponerlas públicamente.
Aquí, muchos de los castigos implicaban la muerte de los ofensores.
Por otra parte, ¿quién no ha escuchado hablar de la "ley del talión" (del latín lex talionis)? "Ojo por ojo, diente por diente...", es decir, la idea de que el castigo sea proporcional al crimen cometido.
Pero no naveguemos por los meandros de la criminología dura. Intentemos detenernos en algo calificable como la prohibición nuestra de cada día. En numerosos casos se dice que terminan generando un problema, porque llaman la atención sobre el comportamiento prohibido.
Me encontraba caminando por las canteras del parque Rodó -disculpas por subir de la profundidad filosófica a la trivialidad cotidiana- cuando me topé con esta imagen.
Bueno, exageré un poco. En realidad, camino casi a diario por ahí, y elegí el momento en que no hubiera nadie contraviniendo la prohibición, no fuera cosa que registrara algún rostro y la señora Lucía me tildara de buchón.
Pero es así. Un día sí y otro también, veo gente escalando la "montaña prohibida". Hasta ahora nunca he sido testigo de algún desprendimiento de roca, pero si el aviso está, asumo que el riesgo existe, y me pregunto -un día sí y otro también- por qué hay gente que, además de la excitación del escalamiento se somete a un riesgo avisado. Capaz que es parte de la vida; tal vez sea eso que decíamos más arriba de que la prohibición cumple también la función de llamar la atención sobre lo prohibido.
Me pregunto también si la comuna tendrá algún inspector de escalamientos prohibidos, y en esa eventualidad, ¿cuál será el castigo a la violación de la prohibición?
¿Cómo sería, en este caso, la aplicación de la ley del Talión?
Hoy dejamos por acá; en próximas notas seguiremos explorando la ciudad que se nos presenta prohibida.
Daniel Feldman | Periodista