La pata, la mano y el alma. Esteban Valenti
20.02.2025
Estos tres temas obligatoriamente serán una prioridad del próximo gobierno.
Primero porque es un nuevo gobierno de izquierda y cualquiera de las tres circunstancias son diferentes, graves e importantes: meter la pata, meter la mano o entregar el alma. Segundo, porque reconquistamos el gobierno y la gente nos exigirá mucho más. Tercero porque es un gobierno con mucha gente nueva, sin experiencia en un momento muy particular a nivel mundial, regional y nacional.
No son algo parecido, son cosas totalmente diferentes, pero a las tres hay que brindarles mucha atención y responder adecuadamente.
Los errores, es decir meter la pata, son sinónimos y nadie puede exigir que no existan en un gobierno, pero todo depende de la importancia política, económica o técnica del error. De cual sea su precio para el país, para las políticas principales, para la economía nacional y para el estado de ánimo de la población y dentro de ella de los frenteamplistas. Ya no estamos vacunados contra cualquier cosa, contra cualquier metida de pata porque es nuestra. Eso se terminó luego de 15 años de gobernar, tenemos derecho, mejor dicho, la obligación de ser más exigentes, muy exigentes. Mejores.
Esa exigencia le corresponde al propio gobierno, en su estructura, al Frente Amplio, a la opinión pública informada con transparencia. La oposición se ocupará con entusiasmo de hacerlo notar, incluso inflando su impacto e importancia. Pero no podemos permitirnos escudarnos detrás de la explicación de que son hechos políticos y aprovechamientos políticos. Así funciona la política ¿Y?
La prensa, que en la mayoría de los casos no nos será favorable y benévola, se encargará de difundir y calificar los errores, no tenga nadie la menor duda. Este hecho tampoco sirve de excusa. Hay que evitar los errores, pueden comprometer el rumbo y el contenido de un gobierno de izquierda. Los que cometió y cometa la derecha es un problema de ellos.
Meter la pata no puede ser una excusa reiterada porque no se metió la mano en la lata. Es una muestra de debilidad, de incapacidad, de falta de rigor y responsabilidad. Hay que estudiar mucho, escuchar mucho más, no subirse en ninguna soberbia y asumir la responsabilidad al nivel que ocupemos.
La mano en la lata, sabemos que ha sucedido con diferentes frecuencias y dimensiones en todos los gobiernos, no nos hagamos ni los desentendidos ni los distraídos. No todos fueron iguales, entre otras cosas porque la mejor cobertura para los amorales consecuentes es instalar en la sociedad el concepto que los políticos y más, los gobernantes, son todos inmorales. No es cierto y es una gran injusticia.
La inmoralidad, el uso del dinero público de forma liviana e ilegal, es la peor forma de apropiación de la riqueza y de explotación de la sociedad, es totalmente diferente que la relación entre el trabajo y el capital. Es la mayor injusticia y como tal debemos asumirla los que somos de izquierda. Tuvimos oportunidad de aprenderlo a los duros golpes de la vida.
No alcanza con la autocrítica tardía, es necesario más que antes disponer de medios legales, institucionales y sobre todo políticos de una alerta extrema de parte del poder y de la Justicia para combatirlos, derrotarlos, sancionarlos e impedir por todos los medios que se transformen en una parte aceptable y aceptada de la política por la sociedad. Eso pudre todo, tenemos ejemplos cercanos. La mano en la lata es un gravísimo atentado contra cualquier proyecto de cambio, porque la moralidad, la transparencia, la decencia son aspectos irrenunciables, fundamentales. Hay metidas de mano en la lata que se transforman en la venta del alma.
La oportunidad para reaccionar, la severidad y serenidad, la correcta relación entre los poderes del Estado es básico.
Los clavos en cualquier sillón son una afrenta a toda la sociedad, a la gente honesta, políticos o no políticos y es dilapidar el dinero público. Incluyendo en esto las designaciones a mansalva, el amiguismo y los cargos a dedo, incluyendo en las intendencias.
Uruguay sale de un quinquenio una de cuyas características ha sido la sucesión de escándalos de corrupción, de meter reiteradamente y por montos millonarios las manos en la lata y eso no tuvo en absoluto una respuesta proporcional de la izquierda y de la Justicia.
No vale en absoluto que de aquí en adelante tratemos de justificar la menor, la mínima metida de mano en la lata, recordando los descalabros de este gobierno, el más corrupto de la historia nacional, aunque algunos sigan mostrando el apoyo al presidente que se va. Este último dato es una demostración de que la inmoralidad además de pudrir los bolsillos, pudre el alma.
Nosotros estaremos tan vigilantes y sensibles como lo estuvimos en el pasado gobierno, no hay metidas de mano malas de los otros, y buenas de los nuestros.
Por último, gobernar no implica solo moverse entre estos dos límites, que existieron desde que los seres humanos se organizaron primitivamente y sigue hasta hoy. Existe un tercer elemento: vender el alma, inmolarla en aras de la practicidad, de la urgencia, del realismo. Siempre habrá una explicación, una razón para explicarlo y muchas y muy profundas para rechazarlo.
Vender el alma es entregar el carácter transformador, popular, ciudadano, donde la libertad es el elemento clave de la democracia y de nuestra propia identidad actual, es innegociable.
Las grandes palabras se han desgastado mucho en estos tiempos de fanatismos, de ultras, de presidentes ultraliberales y estafadores, de asechanza de los grandes poderes.
Tenemos alma y la reivindicamos siempre y más aún cuando ejercemos el poder y nos comprometimos con la gente.
Tenemos alma de igualdad de oportunidades, de promover por todos los medios la fraternidad entre los seres humanos, de proteger la naturaleza y su equilibrio con la producción y la vida de los seres vivos y todo con libertad, una palabra a la que le damos una importancia concreta en su ejercicio, y espiritual en su significado. Somos y tenemos que ser grandes luchadores por la libertad, incluso por la libertad de la necesidad de toda la sociedad, comenzando por los niños.
No nos rendimos, ni nos rendiremos ante las explicaciones estadísticas, ante la administración del Estado y sus complejidades en la búsqueda de una vida mejor para los uruguayos, todos, en especial los más débiles y rezagados. Eso es alma concreta y medible de la izquierda.
Nuestra alma es que este pequeño gran país recupere y supere su amor a si mismo, las expectativas de todas las generaciones, pero sobre todo la de niños y jóvenes y en particular los que viven de su trabajo, físico o intelectual. Hacer arte, educar, curar, investigar y hacer cultura es también trabajo.
Por ello es necesario restablecer la seguridad en nuestro país, no replegarnos ante nada, menos ante el narcotráfico y todas sus derivaciones. Esa es nuestra batalla nacional impostergable y el que no se sienta con capacidad de dar una gran batalla, no está en el lugar justo.
El delito, sobre todo la delincuencia organizada, los narcos, los sicarios, son hoy el mayor atentado contra el alma de los uruguayos, no solo contra su seguridad.
En países muy diversos, en ciudades que fueron el ejemplo de la inseguridad y reino de las peores bandas, fue derrotada, el mejor ejemplo es Medellín y Comuna 13 y nosotros lo vamos a lograr aquí. Esa es nuestra alma y no hay banda nacional o internacional que nos pueda derrotar.
No todas las almas son iguales, forman parte de la propia identidad, por ello debemos resaltar las prioridades que definen en este gobierno, nuestra alma, además de mejorar substancialmente la calidad de vida de la gente, la distribución más justa de la riqueza, la igualdad de oportunidades en especial entre mujeres y hombres, la lucha contra todo tipo de discriminaciones, el cuidado de nuestro ambiente, nuestra capacidad de crecer y de hacerlo al ritmo de los cambios tecnológicos y de la inteligencia. Es ser de izquierda y esa alma no la entregamos nunca.
Esteban Valenti.
Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).