Ante nuestros ojos tantas y tantas cosas desfilaron

Lilián Hirigoyen

16.07.2019

Ante nuestros ojos tantas y tantas cosas desfilaron

 

YORGOS SEFERIS (1900-1971) fue un poeta, ensayista y diplomático griego, Premio Nobel de Literatura en 1963, el primero de su nacionalidad en alcanzarlo. Formó parte del servicio diplomático de su país: cónsul en Albania, vicecónsul en Londres, y desde 1953 embajador en el Líbano, Siria, Jordania e Irak. Finalmente, permaneció como embajador en Londres hasta 1962, año en que se retiró del servicio.

Su vida se desarrollará entre guerras (Balcánicas, Primera Guerra Mundial, Catástrofe de Asia Menor, Segunda Guerra Mundial), ocupaciones (italiana y alemana) y dictaduras (Pángalos, Metaxás, los Coroneles).

De joven, estudiando en Londres, se empapa de las nuevas corrientes artísticas que trasladará a la poesía griega.

En 1953 y 1954 Seferis realizó dos fugaces viajes a Chipre, cuando se estaba gestando la insurrección contra la presencia colonial británica en la isla. Chipre reabre las viejas heridas del poeta, que vuelve  a presentir la inminencia de tiempos difíciles. Fruto de estos viajes y de la compenetración con la tierra y la gente de la isla, surge el que, para mí, es uno de sus poemas mejor logrado: Helena. Este texto forma parte de su Diario de a bordo III y contiene la lírica más sentida en relación con su concepto de "helenismo", un conjunto de factores reales e ideológicos que convertirá en fundamento ineludible no solo en su poesía sino también en su propia vida.

En 1967 se pronunció en contra del Coronel Giorgios Papadópoulos, en el inicio del  período dictatorial conocido como "Régimen de los coroneles".

Pero la muerte le impidió ver el regreso a la democracia. Su entierro se transformó en una demostración imponente de duelo popular y su poema Negación se convirtió en un himno por la resistencia.

En cuanto a su obra, estuvo influenciada sobre todo por Constantin Cavafis, T.S. Elliot, Ezra Pound, entre otros. En 1931 publicó su primer poemario y un año después apareció su segunda colección. En 1935 vio la luz Mithistorima, uno de sus libros más conocidos.

Su poesía combina las experiencias vitales con los temas históricos y mitológicos y está impregnada de amor y nostalgia por el mar Mediterráneo y por Esmirna, su ciudad natal.

El primer poema que elegimos, Helena, tiene un epígrafe extractado de una tragedia de Eurípides, que también se llama "Helena" y que en pocas líneas traza el contenido del texto de Seferis. Se concluye con esto que la presencia de Helena en Troya fue un engaño, nunca llegó allí más que un simulacro de ella, una nube con sus facciones, tal como lo había cantado Estesícoro en su palinodia (retractación) en el siglo VI a.C. y que probablemente fue la inspiración de la "Helena" de Eurípides.

Entonces, el mito de Helena, rescatado en este caso por Seferis a partir del epígrafe de Eurípides, traslada la fábula antigua a la realidad del mundo actual.

Confluyen dos períodos muy alejados entre sí en un único poema. En la Helena de Seferis encontramos el aire antiguo con su trasposición al presente. Con este texto Yorgos Seferis encuentra a través de la interpretación del mito la manera de acercarse a la situación histórica de ese momento en Chipre y a través de su sensibilidad logramos percibir desde otro ángulo los horrores de una guerra temida y los sufrimientos que se avecinan.

Helena no solo es un poema hermoso, tiene la virtud, además, de rescatar una leyenda muy lejana en el tiempo que a pesar de sus más de 3000 años de antigüedad, se vuelve vigente como un firme alegato contra todas las guerras, cualquiera sea su causa.

El otro elegido, Astianacte, también toma un nombre de La Ilíada, el del hijo de Héctor y Andrómaca. Sin embargo no se percibe en el poema el destino fatal del niño, solo se ligan con profundo sentimiento a la tierra y a la naturaleza, la historia de ese pueblo al que no nombra y la pequeña vida que entrega.

 

HELENA (Del poemario "Diario de a bordo III")

(epígrafe)

Teucro: A la tierra de Chipre, en medio del mar, donde

Apolo dispuso mi nuevo hogar, la llamaré

Salamina, en memoria de mi isla, de mi patria

perdida.

Helena: Jamás estuve en Troya fue un simulacro

El mensajero: ¿Qué dices?

¿Entonces hemos sufrido por una nube?

 

(Eurípides, Helena)

 

"Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres."

 

Tímido ruiseñor, escondido en la respiración de las hojas,

tú que regalas la frescura musical del bosque

a los cuerpos separados y a las almas

de aquellos que saben que no regresarán.

Ciega voz, que tanteas en la memoria nocturna

pasos y gestos, no me atrevería a decir besos;

y la amarga agitación de la furiosa cautiva.

 

"Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres."

 

¿Qué es Platres? ¿Quién conoce esta isla?

He pasado mi vida oyendo nombres desconocidos:

nuevos lugares, nuevas locuras de los hombres

o de los dioses; mi destino, que oscila

entre el último golpe de la espada de un Ayax

y una nueva Salamina, me trajo aquí a esta playa.

La luna surgió del mar como Afrodita;

ocultó las estrellas de Sagitario, va ahora a encontrar

el corazón de Escorpio, y todo lo cambia.

¿Dónde está la verdad?

Yo también fui arquero en la guerra:

mi destino, el de un hombre que no dio en el blanco.

Ruiseñor, juglar,

en una noche como ésta en la playa de Proteo

te escucharon las esclavas espartanas y prorrumpieron en lamentos,

y entre ellas -quién diría- ¡Helena!

Aquella que perseguimos durante años junto al Escamandro.

Estaba allí, al borde del desierto; la toqué, me habló:

"No es verdad, no es verdad", gritaba,

"No entré en la nave de proa azul.

Nunca pisé la valiente Troya".

Con el cóncavo corpiño, el sol en los cabellos y aquel talle,

sombras y sonrisas por todas partes,

en los hombros, en los muslos, en las rodillas;

fresca la piel, y los ojos

de largas pestañas,

estaba allí, a orillas de un Delta.

¿Y en Troya?

En Troya nada -un simulacro.

Así lo quisieron los dioses.

Y Paris se acostaba con una sombra como si fuera un cuerpo sólido;

y nosotros matamos durante diez años por Helena.

Un gran dolor había caído sobre Grecia.

Tantos cuerpos arrojados

a las fauces del mar, a las fauces de la tierra;

tantas almas entregadas como trigo a la piedra de los molinos.

Y los ríos se henchían de sangre y de lodo

por una onda de lino, por una nube,

por el aleteo de una mariposa, por un plumón de cisne,

por una túnica vacía, por una Helena.

¿Y mi hermano?

Ruiseñor ruiseñor ruiseñor

¿Qué es un dios? ¿Qué no es un dios? ¿Y qué entre los dos?

 

"Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres."

 

Ave llorosa, en Chipre la besada por el mar

donde fue dispuesto que me acordara de la patria,

anclé sólo con esta fábula,

si en verdad esto es fábula,

si en verdad los hombres no volverán a morder

el viejo cebo de los dioses;

si en verdad otro Teucro, después de años,

o algún Ayax o Príamo o Hécuba

o algún desconocido, alguien anónimo, que sin embargo

vio un Escamandro rebosante de cadáveres,

no tiene en su destino oír

al mensajero que viene a decir

que tanto dolor tanta vida

fueron al abismo

por una túnica vacía, por una Helena.

 

 

ASTIANACTE (de Mithitorima) 

 

Ahora que te vas toma al niño

que vio la luz debajo de aquel plátano

un día en que sonaban las trompetas y brillaban las armas

y se inclinaban los caballos sudorosos para tocar

en el abrevadero con los hocicos húmedos

la superficie verde de las aguas.

 

Los olivos con las arrugas de los padres

las rocas con la sabiduría de los padres

y la sangre de nuestro hermano viva en la tierra

eran augusta norma gozo fuerte

para las almas que conocían su plegaria.

 

Ahora que te vas y que despunta el día

de saldar las cuentas, ahora que nadie sabe

a quién ha de matar ni cómo acabará,

toma contigo al niño que vio la luz

debajo de las hojas de aquel plátano

y enséñale a pensar en los árboles.

 

(*) Lilián Hirigoyen, escritora. AL RESCATE DE POEMAS, columna emitida en el programa radial LA PUERTA, por FM CIUDADELA - 88.7, el 5 de marzo de 2019

 


Lilián Hirigoyen
2019-07-16T01:53:00

Lilián Hirigoyen / Escritora