Todo llegó conmigo

Lilián Hirigoyen

30.07.2019

Todo llegó conmigo

 

Carmen Conde Abellán, fue una escritora española muy prolífera, nacida en Cartagena, Murcia, el 15 de agosto de 1907 y muerta en Majadahonda el 8 de enero de 1996. Formó parte de la Generación del 27, junto a escritores de la talla de Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, entre otros. Fue la primera mujer que entró como académica de número en la Real Academia Española.

A los 19 años comenzó sus estudios en la Escuela Normal de maestras de Murcia

A partir de 1928 y por varios años, mantuvo una fluida correspondencia con la poeta Ernestina de Champourcín donde ambas reconocen la influencia recibida de Juan Ramón Jiménez, Gabriel Miró, y de clásicos como Santa Teresa o Fray Luis de León.

En 1930 terminaría sus estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Albacete y un año más tarde contraería matrimonio con Antonio Oliver Belmás, también poeta, crítico e historiador. Juntos pondrían en marcha la primera Universidad Popular de Cartagena con la idea de extender la educación a todas las capas sociales.

En 1933 fundaron la revista Presencia, órgano de la Universidad Popular que contaba con biblioteca de adultos y niños, cine educativo y en donde se celebraban conferencias y exposiciones. Uno de los poetas invitados fue Miguel Hernández, que pasó a ser amigo íntimo del matrimonio.

En 1934 publicó Júbilos, prologado por Gabriela Mistral, otra de sus grandes poetas admiradas.

En 1936, mientras estudiaba en la Universidad de Valencia, conoció a Amanda Junquera, también escritora y esposa del catedrático de Historia Española, con la que mantuvo una relación amorosa según ha afirmado José Luis Ferris, autor de la polémica biografía sobre Carmen Conde titulada Vida, pasión y verso de una escritora olvidada. El investigador afirma que tanto la vida como la obra de la poeta, textualmente, "se van a ver definidas por esa batalla interior que Carmen hubo de librar hasta el final de sus días, una lucha íntima, secreta acaso, entre las sombras del pasado y el presente junto a Amanda Junquera". Para Ramón Guerra de la Vega, la pasión por Amanda Junquera le inspiró algunos de los libros más intensos, como Ansia de gracia y Mujer del edén.

Al estallar la Guerra Civil, Carmen Conde y su esposo Antonio Oliver se unieron al ejército republicano al frente de la Emisora Radio Frente Popular. En marzo de 1937, además de otras actividades, ella impartió clases a adultas analfabetas en la Casa de la Mujer de la Agrupación de Mujeres Antifascistas.

Al acabar la guerra su esposo vivió recluido en Murcia en casa de su hermana y Carmen, durante un año, escondida en el domicilio de los Junquera en Madrid, escribiendo el poema en prosa El arcángel, inédito hasta los años 60. En 1940, se instaló en El Escorial con Amanda Junquera, donde escribió gran parte de su obra.

En la década del 40 firmaba con los seudónimos Magdalena Noguera o Florentina del Mar. Con el de Magdalena Noguera publicó obras de tono religioso y como Florentina del Mar cuentos y teatro para niños, ensayos y relatos. También realizó traducciones del francés y del italiano.

El matrimonio Oliver-Conde finalmente se reunió en 1945.

El 28 de julio de 1968 murió su esposo y tres años más tarde publicó la edición de sus obras completas. Después, volvió a vivir con Amanda Junquera, viuda también.

En 1978 fue elegida académica de número de la Real Academia Española, ocupando el sillón "K".

En 1982 se le diagnostica la enfermedad de Alzheimer, aunque no deja de publicar. En 1985 viaja a Montevideo y Buenos Aires como Académica para impartir conferencias. En 1987, año en el que falleció Amanda Junquera, Conde recibió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Canciones de nana y desvelo. Muere en 1996, a la edad de 88 años. Tras su fallecimiento su sillón en la Real Academia Española lo ocuparía la novelista Ana María Matute, escritora que posteriormente, en el año 2010, ganaría el Premio Cervantes.

Entre los galardones recibidos por Carmen Conde destacan:

Premio Doncel de Teatro Juvenil con la obra A la estrella con la cometa (1961)

Premio Nacional de Poesía (1967)

Premio Benito Pérez Galdós de Periodismo (1979)

Premio Adelaida Ristori del Centro Cultural Italiano (1979)

Premio Ateneo de Sevilla con la novela Soy la madre (1980)

Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil otorgado por el Ministerio de Cultura de España, por Canciones de nana y desvelo (1987)

La producción literaria de Conde es vastísima, abarcamdo poesía, novela, relato, literatura infantil, ensayo, etc. y en casi todas sus vertientes ha sido premiada. Sus temas constantes son el amor, el erotismo, la sensualidad, el cuerpo femenino, la experiencia de Dios. El tiempo que ya no se recupera también deja huella en sus versos: lo que fue, lo que ya no es, lo que no será. Su poesía, que por momentos podría parecer antigua, tiene la fuerza que da la intensidad, porque todo en Carmen es rotundo y lo manifiesta en cada imagen que utiliza. Leerla, conocerla, permite descubrir un universo insospechado que se va desnudando de a poco.

De la profusa obra poética de Carmen Conde hoy rescatamos tres poemas, de muy diferente tenor:

En la tierra de nadie

En la tierra de nadie, sobre el polvo

que pisan los que van y los que vienen,

he plantado mi tienda sin amparo

y contemplo si van como si vuelven.

Unos dicen que soy de los que van,

aunque estoy descansando del camino.

Otros "saben" que vuelvo, aunque me calle;

y mi ruta más cierta yo no digo.

Intenté demostrar que a donde voy

es a mí, sólo a mí, para tenerme.

Y sonríen al oír, porque ellos todos

son la gente que va, pero que vuelve.

Escuchadme una vez: ya no me importan

los caminos de aquí, que tanto valen.

Porque anduve una vez, ya me he parado

para ahincarme en la tierra que es de nadie.

 

El universo tiene ojos

Nos miran;

nos ven, nos están viendo, nos miran

múltiples ojos invisibles que conocemos de antiguo,

desde todos los rincones del mundo. Los sentimos

fijos, movedizos, esclavos y esclavizantes.

Y, a veces, nos asfixian.

 

Querríamos gritar, gritamos cuando los clavos

de las interminables vigías acosan y extenúan.

Cumplen su misión de mirarnos y de vemos;

pero quisiéramos meter los dedos entre sus párpados.

 

Para que vieran,

para que viéramos frente a frente,

pestañas contra pestañas, soslayando el aliento

denso de inquietudes, de temores y de ansias,

la absoluta visión que todos perseguimos.

 

¡Ah, si los sorprendiéramos, concretos,

coincidiendo en la fluida superficie del espejo!

 

Nos mirarán eternamente,

lo sabemos.

Y andaremos reunidos, sin hallarnos como mortales

en tomo a la misma criatura intacta

que rechaza a los ojos que ha creado.

¿Para qué, si no vamos a verla, aunque nos ciegue,

hizo aquellos y estos innumerables ojos?

 

Amante

Es igual que reír dentro de una campana:

sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.

Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo

y yo te transparento: soy tú para la vida.

 

No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.

No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya

esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,

cuando clama la voz en desiertos de llanto.

 

Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,

y el amor se consuela prodigando su alma.

Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,

y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.

 

Solamente tú y yo (una mujer al fondo

de ese cristal sin brillo que es campana caliente),

vamos considerando que la vida..., la vida

puede ser el amor, cuando el amor embriaga;

es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;

es, segura, la luz, porque tenemos ojos.

 

Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres

de desear y ser mucho más que la vida...?

No. Ya lo sé. Todo es algo que supe

y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.

 

(*) Lilián Hirigoyen, escritora. AL RESCATE DE POEMAS, columna emitida en el programa radial LA PUERTA, por FM CIUDADELA - 88.7, el 18 de junio de 2019

 


Lilián Hirigoyen
2019-07-30T00:04:00

Lilián Hirigoyen / Escritora