La flecha del dios
Lilián Hirigoyen
13.08.2019
La flecha del dios
Albert Chinualumogu Achebe, más conocido como Chinua Achebe, fue un escritor, poeta, profesor y crítico nigeriano que nació en Ogidi el 16 de noviembre de 1930 y murió en Boston, Massachusetts, el 21 de marzo de 2013.? Su primera novela Todo se desmorona es el libro más leído dentro de la literatura africana moderna.
Cuando tenía doce años, dejó su familia para trasladarse a la localidad de Nekede, donde se matriculó en la Central School. Allí, Achebe se compenetró con el mbari, un arte tradicional que trata de invocar la protección de los dioses a través de sacrificios simbólicos en la forma de esculturas y collages.
En la biblioteca de la secundaria tomó contacto con la literatura y posteriormente, él mismo recordaría que como lector "tomó partido con los personajes blancos contra los salvajes" y además esas lecturas le trasmitían la idea de que el "hombre blanco era bueno y razonable e inteligente y valiente. Los salvajes desplegados en contra de él eran siniestros y estúpidos o, a lo sumo, astutos".
En la universidad, Achebe escribió sus primeros cuentos donde combina detalles de la vida rural de Nigeria con las instituciones e iconos cristianos. Más adelante, exploró el campo de la historia del cristianismo y las religiones tradicionales africanas.
Después de una serie de complicaciones, logró publicar su primera novela Todo se desmorona, que se convirtió en uno de los libros más importantes de la literatura africana.
En reconocimiento de su carácter universal, la obra ha sido incluida en la colección de la Biblioteca Mundial "propuesta por cien escritores originarios de cincuenta y cuatro países diferentes, compilado y organizado en 2002 por el Club del Libro Noruego. Esta lista trata de reflejar la literatura mundial, con libros provenientes de todos los países, culturas y períodos".
Wole Soyinka, el premio Nobel nigeriano, describió la obra como "la primera novela en inglés que habló desde el interior del carácter africano, en lugar de retratar al africano como un exótico, forma en que el hombre blanco suele verlo".
En 1961 Achebe se casó con una compañera de trabajo y de ese matrimonio nacieron cuatro hijos.
En esa época fue elegido como Editor General de la serie African Writers, que se encargó de difundir la literatura postcolonial de África al resto del mundo.
Un punto a considerar es que este escritor no escribió sus novelas en su lengua materna, el igbo, sino en inglés "la lengua de los colonizadores" y lo hizo, según sus propias palabras, "para infiltrarse en las filas del enemigo y destruirlo desde dentro". Su obra maestra Todo se desmorona, escrita en inglés, fue traducida a más de sesenta idiomas, sin embargo no lo está en igbo. Achebe puede considerarse entonces, el escritor africano más traducido de todos los tiempos.
Cuando la región de Biafra se separó de Nigeria en 1967, Achebe se convirtió en defensor de la independencia de la nueva nación y actuó como su embajador e hizo un llamamiento de ayuda a los pueblos de Europa y América. Durante la guerra, él continuó escribiendo, pero la mayor parte de su trabajo creativo tomó la forma de poesía. Las relaciones entre los escritores en Nigeria y Biafra fueron tensas. En Londres, Achebe y el poeta nigeriano John Pepper Clark tuvieron una tensa confrontación sobre sus posiciones opuestas en el conflicto.
Después de que el gobierno de Nigeria recuperase la región en 1970, Achebe se involucró con partidos políticos, pero pronto renunció, frustrado por la corrupción y el elitismo del que fue testigo. El escritor en Nigeria, dijo: "El antiguo maestro blanco todavía tenía el poder... Había adquirido un puñado de títeres negros para hacer su trabajo sucio por una comisión". Por esa época, fue participe de la fundación de dos revistas: una de nombre Okike, que estaba dirigida al arte, ficción y poesía africana y la otra enfocada en mostrar la tradición oral y los cuentos de la comunidad igbo.
Ya después de la guerra, la Universidad de Massachusetts le ofreció una cátedra por lo que se trasladó a Estados Unidos con su familia.
Regresó a la Universidad de Nigeria en 1976. Allí también demostró que no limitaba sus críticas a blancos europeos ya que arremetió contra el arquetípico intelectual nigeriano. En octubre de 1979, Achebe fue galardonado con el primer Premio de Mérito Nacional de Nigeria.
En 1982 se retiró de la Universidad de Nigeria y se convirtió en un miembro activo del People's Redemption Party (PRP), un partido político de izquierda. Pero más adelante se alejó del PRP y se dedicó a dar discursos, asistir a conferencias y a trabajar en una próxima novela. También continuó ganando premios y títulos honoríficos.
Debido a un accidente automovilístico quedó paralizado de la cintura para abajo.
A partir del 2009 y hasta su muerte en el 2013, se desempeñó como profesor en diferentes universidades estadounidenses y catedrático de Estudios Africanos de la Universidad Brown en los Estados Unidos.
Cariñosamente fue llamado el "abuelo de la literatura nigeriana" y según Nelson Mandela, fue "el escritor que enseñó África al mundo".
Si bien en su narrativa ha sido criticado como un autor sexista, por su representación acrítica de la sociedad igbo con su tradición patriarcal, su poesía, muchas veces dolorosa y testimonial, conmueve, tal vez de manera casi austera, por su sensibilidad. La intensidad que trasmite en ella, como él mismo lo afirma, está acorde con su estado de ánimo, tomando en cuenta que el grueso de su obra poética fue escrita cuando el conflicto de Biafra.
Hoy rescatamos dos de sus poemas, de los más crudos que he leído hasta ahora. Cada uno, es un retrato de quienes viven entre las ruinas de la guerra o mueren por falta de alimento.
UNA MUJER EN UN CAMPO DE REFUGIADOS
Ninguna Virgen con el niño podría conmover
Su ternura por un hijo
Pronto debería olvidar...
El aire estaba tan pesado con los olores de diarrea,
De niños no lavados con costillas macilentas
Y traseros desecados balanceándose con pasos dificultosos
Detrás de vientres vacíos reventados. Otras madres allí
Hace rato han parado de cuidar, pero no ésta:
Sostiene una sonrisa fantasmal entre sus dientes,
Y en sus ojos la memoria
Del orgullo de una madre....ello lo había bañado
Lo había masajeado con las palmas desnudas.
Ella tomó de su atado de posesiones
Un peino roto y peinó
El cabello color ladrillo que quedaba en su cráneo
Y luego-zumbando en sus ojos-comenzó cuidadosamente a separarlo
En su antigua vida esto era tal vez
Un pequeño acto cotidiano sin consecuencias
Antes de su desayuno y escuela, ahora ella lo hizo
Como poniendo flores en una tumba diminuta.
NAVIDAD EN BIAFRA
Este momento en que los ojos hundidos se tambalean
lentamente por la pendiente rocosa encima de
huesos rotos temerosos, hacia el horror
de desechos de dolor reunidos en el valle,
se convertirá no obstante en otro año perdido.
Una Navidad irrecuperable en las alturas,
su infierno explosivo transmutado
por las distancias cósmicas hacia la calma
de una fría estrella parpadeante... a las tumbas
de este momento llegaron sonidos lejanos de
los cánticos de otros hombres flotando en el crujido de las olas,
burlándose de nosotros. ¿Con remordimiento? ¿Esperanza? ¿Anhelo? Nada de
eso, extrañamente tampoco desesperación,
más bien puro, odio trascendental destilado...
Más allá de la puerta del hospital
las buenas monjas habían instalado un pesebre
de palmeras para ofrecer refugio
a una fina escena de Belén de escayola. La Sagrada
Familia estaba en el centro, serena, el Niño
Jesús rollizo con mirada sabia y mejillas rosadas: uno
de los Reyes Magos, de acuerdo con la leyenda,
como un Otelo negro en trajes suntuosos. Otras
figuras de hombres y ángeles parados
a distancia calculada del
corazón del milagro divino
y el buey de siempre mirando fijamente
con un sagrado asombro...
Más pobre que los pobres devotos
que habían pagado su homenaje
con el lamentable ofrecimiento de nuevas monedas
de aluminio que algunos comerciantes habrían aceptado y
un desgastado billete de cinco chelines,
ella se persignó y rezó con los ojos abiertos. Su
hijo, apoyado como un lagarto muerto
en su hombro, los brazos y las piernas
cauterizados por el hambre eran para su clase
un milagro. Grandes ojos hundidos
afligidos por el aburrimiento del pasado hasta una llana
e irreconocible viscosidad, iban a acabar lejos e
inmóviles en su hombro...
Terminada su oración
le dio la vuelta al niño y señaló
esas bonitas figuras de Dios
y ángeles y hombres y bestias,
una escena que remueve el corazón
de un niño. Pero todo lo que él concedió
fue una lenta mirada inexpresiva totalmente
irreconocible y de nuevo comenzó
a girar su enorme cabeza a un lado,
agotado como antes en la distancia vacía...
Ella encogió los hombros, se persignó
otra vez y se lo llevó.
(*) AL RESCATE DE POEMAS, columna emitida en el programa radial LA PUERTA, por FM CIUDADELA - 88.7, el 16 de julio de 2019
Lilián Hirigoyen / Escritora