Lejana de las leyes de los hombres

Lilián Hirigoyen

20.08.2019

Lejana de las leyes de los hombres

 

Adela Zamudio nació el 11 de octubre de 1854 en la ciudad de Cochabamba, Bolivia. Fue hija de Adolfo Zamudio y Modesta Rivero, y según ella misma afirmaba en una carta a su amigo Franz Tamayo, una de las figuras centrales de la literatura boliviana, era descendiente por línea paterna de uno de los próceres de la independencia argentina.

Nacida en el seno de una familia católica y con recursos estables, estudió en la escuela religiosa de San Alberto en su ciudad natal, pero solo cursó hasta el tercero de primaria, pues en esos tiempos y durante la dictadura de Mariano Melgarejo, esa era la única educación a la que podían aspirar las mujeres. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades que existían para la instrucción del mal llamado sexo débil, durante su adolescencia, Adela continuó cultivándose a través de la lectura.

A fines del siglo XIX, después de que el Partido Liberal asumiera el Gobierno, comenzó a trabajar como profesora en la misma escuela donde se había educado. En 1905 llegó a ser directora de la Escuela Fiscal de Señoritas, el primer colegio laico de Cochabamba.

Escribió artículos para El Heraldo, uno de los periódicos más importantes de la ciudad, donde no solo protestaba por la discriminación que sufría la mujer sino también contra la enseñanza religiosa que se impartía en las escuelas. De hecho con su poema ¿Quo vadis?, enfrentó de tal manera a la Iglesia Católica que sectores conservadores de la sociedad boliviana recolectaron firmas para el envío de una carta de desagravio al papa. Dicen que fue excomulgada.

En 1913 publicó su novela Íntimas, no muy bien recibida por el público. Un reconocido crítico literario del momento incluso llegó a recomendar a la escritora que "retorne a la poesía; el ilustre señor viene a decirle que la novela no es cosa de mujeres". El machismo imperante una vez más  golpeaba a su obra.

Pero aun así y contra viento y marea, varios de sus poemas sirvieron de inspiración a las mujeres que se atrevieron a desafiar las reglas de su época.

Generalmente, sus contemporáneos le atribuían al tenor de sus poemas una desilusión amorosa. Sin embargo y a pesar de la situación en que vivía la mujer, inmersa en una sociedad patriarcal, Adela desafió con sus ideas y su obra al status secundario al que se la relegaba, cosa que le valió el aislamiento que de hecho traduciría en el seudónimo con que firmaba sus escritos, por lo menos en sus primeras épocas: Soledad.

A pesar de todo, en 1901 fundó una academia de pintura en Cochabamba y, en 1916, el Liceo de Señoritas, que lleva su nombre.

Se la llegó a considerar en algunos ámbitos bolivianos como "una de las escritoras más grandes de América, que lamentablemente no ha alcanzado la fama de Gabriela Mistral, ni de Juana de Ibarbourou".

El 28 de mayo de 1926 el presidente Hernando Siles Reyes reconoció a Adela Zamudio como la más elevada exponente de la cultura en Bolivia.

La escritora falleció en Cochabamba el 2 de junio de 1928 a los 73 años de edad. En su tumba se puede apreciar el epitafio que ella misma escribió:

Vuelo a morar en ignorada estrella

libre ya del suplicio de la vida,

allá os espero; hasta seguir mi huella

lloradme ausente pero no perdida.

Después de 52 años de su fallecimiento y en homenaje al nacimiento de la poeta, el gobierno de la presidenta Lidia Gueiler Tejada (recordemos que fue la segunda mujer en asumir la presidencia de un país latinoamericano, luego de Isabel Perón) instituyó en 1980 el Día de la Mujer, que en Bolivia se celebra cada 11 de octubre, día del natalicio de Adela.

Adela Zamudio ha publicado poesía, cuentos, novelas y ensayos y fue considerada una de las precursoras del feminismo boliviano

Cultivó la poesía neorromántica y la prosa. Con una lírica fluida, sus temas recurrentes son la vida, la naturaleza, las cuestiones filosóficas, los sentimientos. Su obra también cuestionó la situación a la que se veía relegada la mujer.

Uno de sus poemas, Nacer hombre, trata justamente este tema. El otro ¿Quo vadis? fue con el que enfrentó a la Iglesia.

 

NACER HOMBRE

¡Cuánto trabajo ella pasa

Por corregir la torpeza

De su esposo, y en la casa,

(Permitidme que me asombre).

Tan inepto como fatuo,

Sigue él siendo la cabeza,

Porque es hombre!

 

           Si algunos versos escribe,

           De alguno esos versos son,

           Que ella sólo los suscribe.

           (Permitidme que me asombre.)

           Si ese alguno no es poeta,

           ¿Por qué tal suposición?

           -Porque es hombre.

 

Una mujer superior

En elecciones no vota,

Y vota el pillo peor.

(Permitidme que me asombre).

Con tal que aprenda a firmar

Puede votar un idiota

Porque es hombre.

 

           El se abate y bebe o juega.

           En un revés de la suerte:

           Ella sufre, lucha y ruega.

           (Permitidme que me asombre.)

           Que a ella se llame el "ser débil"

           Y a él se le llame el "ser fuerte".

           Porque es hombre.

 

Ella debe perdonar

Siéndole su esposo infiel;

Pero él se puede vengar.

(Permitidme que me asombre.)

En un caso semejante

Hasta puede matar él,

¡Porque es hombre!

 

           ¡Oh, mortal privilegiado,

           Que de perfecto y cabal

           Gozas seguro renombre!

           En todo caso, para esto,

           Te ha bastado

           Nacer hombre.

 

 

¿Quo vadis?

Sola, en el ancho páramo del mundo,

Sola con mi dolor,

En su confín, con estupor profundo

Miro alzarse un celeste resplandor:

 

¡Es Él! Aparición deslumbradora

De blanca y dulce faz,

Que avanza, con la diestra protectora

En actitud de bendición y paz.

 

 

Inclino ante Él mi rostro dolorido

Temblando de ternura y de temor,

Y exclamo con acento conmovido:

- ¿A dónde vas, Señor?

 

- La Roma en que tus mártires supieron

En horribles suplicios perecer

Es hoy lo que Los césares quisieron:

Emporio de elegancia y de placer.

 

Allí está Pedro. El pescador que un día

Predicó la pobreza y la humildad,

Cubierto de lujosa pedrería

Ostenta su poder y majestad.

 

Feroz imitador de Los paganos,

El Santo Inquisidor

 

Ha quemado en tu nombre a sus hermanos...

¿Adónde vas, Señor?

 

Allá en tus templos donde el culto impera

¿Qué hay en el fondo? O lucro o vanidad.

Cuán pocos son los que con fe sincera

Te adoran en espíritu y verdad!

 

El mundo con tu sangre redimido,

Veinte siglos después de tu pasión,

Es hoy más infeliz, más pervertido,

Más pagano que en el tiempo de Nerón.

 

Ante el altar de la Deidad impura,

Huérfana de ideal, la juventud

Contra el amor del alma se conjure

Proclamando el placer como virtud.

 

Las antiguas barbaries que subsisten,

Sólo cambian de nombre con la edad;

La esclavitud y aun el tormento existen

Y es mentira grosera la igualdad.

 

Siempre en la lucha oprimidos y opresores!

De un lado, la fortuna y el poder,

Del otro, la miseria y sus horrores;

Y todo iniquidad... Hoy como ayer.

 

Hoy como ayer, Los pueblos de la tierra

Se arman para el asalto y la traición,

Y alza triunfante el monstruo de la guerra

Su bandera de espanto y confusión.

 

Ciega, fatal, la humanidad se abisma

En Los antros del vicio y del error.

Y duda, horrorizada de sí misma...

Adónde vas, Señor?

 

(*) AL RESCATE DE POEMAS, columna emitida en el programa radial LA PUERTA, por FM CIUDADELA - 88.7, el 16 de julio de 2019

Lilián Hirigoyen
2019-08-20T00:01:00

Lilián Hirigoyen / Escritora