Soy quien soy
Lilián Hirigoyen
04.09.2019
Soy quien soy
James K. Baxter nació el 19 de junio de 1926 en Dunedin, segunda ciudad en importancia de la Isla Sur de Nueva Zelanda y lugar donde se asentaron mayormente inmigrantes escoceses. Murió en Auckland, el 22 de octubre de 1972. Fue un poeta, dramaturgo y activista neozelandés, conocido por su apoyo a la preservación de la cultura maorí. Su padre había sido un objetor de conciencia durante la Primera Guerra Mundial.
Se cuenta que en su primer día de clases, Baxter se quemó la mano en una estufa y luego utilizó este incidente para representar el fracaso de la educación institucional. De niño, comparó el orden social representado por su abuelo materno con la mentalidad de clan de su padre escocés y con frecuencia trazaba analogías entre los clanes de las Tierras Altas y las tribus maoríes. Según él mismo afirmaba, comenzó a escribir poesía desde niño.
Su primera colección, publicada en 1944, Beyond the Palisade (Más allá de la empalizada), fue aclamada por la crítica a pesar de que tenía solo 17 años y era estudiante de la Universidad de Otago cuando se editó. Desde este comienzo prematuro en las letras, durante sus 46 años de vida produjo unos trece volúmenes de poesía, cinco de obras de teatro, cuatro de crítica literaria y uno de reflexiones espirituales. Después de su muerte se publicaron otros siete libros de poemas, una colección de sus obras de teatro, dos más de reflexiones espirituales y una novela.
En 1948 se casó con Jaqueline Sturm, también poeta, primera mujer maorí en completar un título universitario de grado seguido de una maestría en Filosofía y además también la primera escritora maorí en publicar su obra en inglés. Durante ese año, James se adhirió a la iglesia anglicana. En 1952 nació su hijo John. En 1954 estuvo vinculado a Alcohólicos Anónimos debido a su fuerte adicción a la bebida.
James integró el "grupo de Wellington", un movimiento de poetas de los años 50 y 60 que trabajaban y vivían en Wellington, capital de Nueva Zelanda, y que utilizaban algún grado de simbolismo maorí en su obra.
A fines de los años 50 James se une al catolicismo romano, lo que provocó la separación de su esposa, una anglicana comprometida.
Su primera colección de poemas publicada internacionalmente, In Fires of No Return: Poems (1957), fue influenciada por su renacimiento personal a través del catolicismo. Además de reflejar su nueva perspectiva religiosa sobre la vida, su escritura comenzó a tener una visión más crítica de la sociedad de Nueva Zelanda, sobre todo después de que recibió un estipendio de la UNESCO en 1958 que le permitió viajar a Asia, especialmente a la India.
Durante la siguiente década, Baxter escribió tanto poemas como drama al aceptar la beca Robert Burns de la Universidad de Otago. Su programa de radio, El sueño de Jack Winter, le granjeó reconocimiento internacional. Sin embargo, en 1968, el poeta afirmó que había sido instruido en sueños para ir a Jerusalén. Persuadido por esta visión, Baxter abandonó su trabajo para mudarse a un pequeño asentamiento maorí conocido como Hiruharama, o "Jerusalén", en el río Whanganui (los principales asentamientos a lo largo de este río fueron renombrados en homenaje a otras ciudades del mundo: Jerusalén, Corinto, Atenas y Londres) Abandonó su puesto de trabajo y según dicen partió solo con una biblia. En 1969 adoptó la versión maorí de su nombre, Hemi. Durante los años restantes de su vida, Baxter vivió modestamente en el asentamiento maorí, escribiendo poesía que exploraba sus fuertes convicciones sociales y políticas. Las duras privaciones que había adoptado en esta etapa pasaron factura a su salud. En 1972, estando demasiado enfermo para seguir viviendo en Jerusalén, se trasladó a una comunidad cerca de Auckland. El 22 de octubre de ese año sufrió una trombosis coronaria en la calle y murió. Tenía 46 años. Baxter fue enterrado en Jerusalén en tierra maorí, con una ceremonia que combinaba las tradiciones maorí y católica.
Además de poeta, Baxter fue comentarista y crítico social y literario, profesor, dramaturgo, cartero, obrero, editor, catequista y filósofo. Su imagen en la mente de su pueblo es la del poeta-profeta pero es considerado a nivel mundial como uno de los poetas neozelandeses más importantes del siglo xx.
Su poesía, vital, fresca, nostálgica, a veces triste pero muy intensa, en apariencia cotidiana, deja siempre una puerta entreabierta. La luz que deja ver esa puerta no totalmente cerrada, es el misterio último de su universo, desencantado, difuso, pero a la vez maravilloso.
Hoy rescatamos dos poemas de James Baxter:
MI AMOR CAMINA
Mi amor camina tardíamente por los pasillos blancos
de una lluvia que desgarra mis palabras,
aunque muchas voces nocturnas se burlen
y la sonrisa sepulcral de la luna
hiera las raíces de nuestra recién nacida canción.
Observa, amor, la última cosecha de grano luminoso,
el resplandor del fruto obtenido en la dura faena.
Mi corazón es un campo abierto.
Allí podrías perderte o esperar en casa,
no te arredraría ni el hueso del gigante
ni su escudo roto,
ni la zarza atrapada bajo una piedra de fuego,
ni el miedo, en la semilla rota, haría que mi halcón
se internara en tus alados sueños
manchando de sangre el suspiro del viento.
Déjalo que se mueva en la hondonada de tus sueños,
amor, en las guaridas de la esperanza
que germina en tus ojos.
Yo le canto al arpa de la lluvia que renueva la luz,
a las sombras deshechas y al brillo del fénix ardiente
que perdí entre los papeles rasgados del tiempo
y las tumbas quemadas.
Mi amor camina erguido por el sendero
de la abundancia esta noche.
LA BAHÍA
En el camino a la bahía había un lago de juncos
donde nos bañábamos a veces y nos vestíamos entre los bambúes.
Ahora es mejor detenerse y decir:
cuántos caminos tomamos que no nos llevaron a ninguna parte,
el callejón cubierto de maleza, que ahora no significa sino pérdida:
y no ese auténtico jardín donde todo era tan sencillo.
Y por la bahía misma había acantilados con nombres grabados
y una cabaña en la orilla junto a un horno maorí.
Jugamos carreras en barcazas en las riberas del arroyo de piedra pómez
o nadamos en esas otoñales reservas
que crecían frías en agua ámbar, montando troncos
corriente arriba, y esperando por la taniwha.*
Así que ahora recuerdo la bahía y las pequeñas arañas
aferradas a los maderos, tan venenosas y veloces.
Los acantilados grabados y los grandes rudos oleajes
con corrientes entre las rocas y los pájaros alzando el vuelo.
Miles de veces se desgarra una hora
y arde con el fin de continuar viviendo.
Pero yo recuerdo la bahía que nunca fue
y continúo de pie como una roca sin darle la espalda.
.
* en maorí: espíritu del agua.
Columna emitida en el programa radial LA PUERTA, por FM CIUDADELA - 88.7, el 6 de agosto de 2019
Lilián Hirigoyen / Escritora