LA CIUDAD PROHIBIDA (*)
Lo que mata es la humedad
23.01.2025
MONTEVIDEO (Uypress/Daniel Feldman) – Prohibir no es para cualquiera, aunque cualquiera puede intentarlo, y cualquier cosa es prohibible, o sea, que puede ser prohibida.
Hay muchas cosas que tienen una explicación científica.
Si hace mucho calor, el cuerpo humano utiliza un mecanismo para disminuir su temperatura. Los días calurosos, el cuerpo transpira, formando en la piel una capa de agua, sales y minerales que, en condiciones adecuadas de temperatura, humedad y viento se evaporan, y así hace que nos refresquemos, nos explica el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de nuestra hermana República Argentina.
El sudor, que está en estado líquido sobre la piel, pasa a la atmósfera en estado gaseoso. Para realizar el cambio de estado, le quita calor a nuestro cuerpo y lo refresca. Si el aire que nos rodea contiene mucha humedad, el sudor no puede evaporarse y permanece en nuestra piel, continúa el SMN.
Como consecuencia, en los días húmedos y calurosos el sudor queda sobre la piel y el cuerpo no puede refrescarse, por eso se produce esa sensación de calor agobiante o "pegote" que le da sentido a la máxima "Lo que mata es la humedad", frase dable de usar en innúmeras situaciones, como viajes en ascensor, salas de espera para ser atendidos por algún tema de salud, colas en oficinas públicas, etc.
¿Qué tendrá que ver lo precedente con la prohibición que hoy nos atañe?
Tranquilos, despacito y por las piedras (en otra ocasión nos referiremos a esta sentencia).
En más de una oportunidad he reiterado que me gusta caminar por Montevideo. Días atrás, mis pies me condujeron a Carrasco, con más exactitud a la esquina de la avenida Arocena con la calle Eduardo Couture, frente al Carrasco Lawn Tennis; el Lawn para los más íntimos.
Pero mis disquisiciones de hoy no van a hacer referencia al deporte blanco. Justo enfrente del club está el coqueto Mercado Arocena, una amplia plaza de comidas con numerosos comercios donde se pueden degustar desde almuerzos hasta cenas, pasando por gustosas meriendas.
El mercado tiene un amplio espacio al aire libre, que me sedujo en una calurosa tarde de verano.
Pero - siempre hay un pero-, el cartel prohibidor me detuvo en seco. Se me anunciaba con destaque, para que mis ojos no pudieran evitar leerlo, que el paso peatonal estaba prohibido, y que para circular debía hacerlo en moto y en bicicleta.
No había venido pertrechado con ninguno de los dos tipos de vehículos, pero imaginé la escena: alguien me quiso acercar una patineta, pero dije tajante ¡no!, ahí dice que circule con moto o bicicleta, o más bien con ambas, moto y bicicleta.
Lo primero fue conseguir dos cascos: uno reglamentario para poder conducir una moto, y el otro de esos que usan los ciclistas que se precian de tales.
Seguí imaginando la escena, me vi consiguiendo una moto y aprestándome a atravesar el pasaje, con el objetivo de llegar a esa mesa vacía que había divisado. Pero grande fue mi asombro cuando, en lugar de jolgorio y algarabía de parte de los comensales fui interceptado por "amables" personas que me indicaron que no podía pasar en moto ya que se trataba de un paso peatonal. Volví a leer el cartel: su texto, la disposición de las palabras, el formato...
Según la Academia de la Lengua, un escribidor es un escritor prolífico; aunque coloquialmente y ya en desuso, también se utiliza la expresión para definir a un mal escritor.
Seguía imaginando la escena e ingresábamos, con las amables personas que me detuvieron, en un debate que podría tildarse de kafkiano. Me veía, ante la atónita mirada de ajenos, explicando que se puede decir que la comprensión lectora es la capacidad de entender lo que se lee, no solo el significado de las palabras, sino también el sentido general del texto, de lo que deducía del aviso que el paso peatonal estaba prohibido, y que debía circular en moto y bicicleta (con ambas a la vez).
No señor, lo que dice es que está prohibido circular con moto y bicicleta (con ambas), me retrucaba mi otro yo.
Fue entonces que se me ocurrió aventurar una definición de "comprensión escribidora", a la que definía como la capacidad del escribidor (sea escritor prolífico o mal escritor) de expresar por escrito una idea de forma tal que se entienda lo que se lee, no solo el significado de las palabras sino también el sentido general del texto.
Moto va, bici viene, llegué a la conclusión de que prohibir no es para cualquiera, independiente de que cualquiera se sienta con capacidad para hacerlo, que nada está garantizado, y que, por suerte, lo que mata es la humedad.
(*) LA CIUDAD PROHIBIDA
No trataremos en esta sección del recinto palaciego de los emperadores de China desde la dinastía Ming hasta la Qing, hoy devenido en atracción turística. Nuestras ciudades contemporáneas poseen suficientes lugares y avisos para dar pie a las líneas que seguirán.
Prohibir, de acuerdo al diccionario de la lengua española, es "vedar o impedir el uso o la ejecución de algo", y cuenta con varios sinónimos, como por ejemplo vetar, proscribir, interdecir, negar, etc.
Su antónimo, es decir aquello que expresa la idea opuesta o contraria, es permitir.
Se podría concluir, rápidamente, que aquello que no está expresamente prohibido está implícitamente permitido.
El "prohibicionismo" podemos definirlo como un paradigma que va en la dirección de que los ciudadanos se abstendrán de realizar acciones si estas son tipificadas como ilegales (delitos, contravenciones a las normas, etc.) si las autoridades hacen de alguna manera cumplir esas prohibiciones.
Analistas de esta temática, tanto desde el punto de vista filosófico como desde el derecho, sostienen que el prohibicionismo es la base de muchos actos de la ley. En especial, se podría comprobar cuando un grupo de una población determinada desaprueba y/o se siente amenazado por la actividad en que participa otro grupo, en este caso más pequeño o con menos poder. De esta suerte, se procura que la actividad en cuestión esté legalmente prohibida.
La mayoría de los objetivos de ese prohibicionismo entra dentro de la categoría de crimen sin víctimas, es decir, que el daño que proviene de esa conducta es inexistente.
La historia de las prohibiciones viene de larga data. A manera de ejemplo, baste recordar el código de Hammurabi, descubierto por una expedición en 1901 y datado allá por el año 1750 a.n.e., compuesto por 282 artículos, donde se hacía una recopilación de leyes para exponerlas públicamente.
Aquí, muchos de los castigos implicaban la muerte de los ofensores.
Por otra parte, ¿quién no ha escuchado hablar de la "ley del talión" (del latín lex talionis)? "Ojo por ojo, diente por diente...", es decir, la idea de que el castigo sea proporcional al crimen cometido.
Pero no naveguemos por los meandros de la criminología dura. Intentemos detenernos en algo calificable como la prohibición nuestra de cada día. En numerosos casos se dice que terminan generando un problema, porque llaman la atención sobre el comportamiento prohibido.
Daniel Feldman | Periodista