¿Quién empuja a Israel al abismo?

Marcelo Marchese

12.04.2024

A la hora de buscar los cuerpos de los palestinos bajo los escombros, habrá que buscar también el cuerpo suicidado del sionismo.

En pocos meses Israel ha perdido el prestigio que le quedaba incluso entre gente fanatizada y sometida al peor lavaje de cerebro que recuerde la Historia. Si alguien dudaba que existieran fuerzas por encima de los Estados que determinaran guerras, pandemias y economías digitales, lo que estamos viendo debería traerlo de manera violenta a la realidad.

Lo primero que debemos aclarar, para asombro del lector, es que el objetivo de Israel no es matar palestinos sino provocar un daño más profundo.

Los franceses descubrieron en Indochina que la desaparición de un soldado enemigo generaba en la comunidad un daño mayor que su muerte. Un cuerpo permite el duelo, pero sobre la nada nada se puede trazar.

El objetivo de los ejércitos no es matar enemigos, sino herirlos, pues cada herido inutiliza a tres personas, lo que lleva a que la industria de la guerra no trabaja para matar, sino para herir y desarticular.

Israel ha descargado sobre Gaza, multiplicado, el potencial de destrucción lanzado sobre Hiroshima y Nagasaki, y sin embargo, el número de muertos palestinos es bastante menor, lo que lleva a concluir que toda esa potencia de fuego no busca matar, sino destruir, primero, los aspectos materiales de la cultura palestina, y luego, los aspectos espirituales de la cultura palestina.

Así como en la trinchera se crispaban los nervios del soldado que oía los gritos del compañero que perdiera su pierna, en la noche de Gaza, los palestinos, hacinados en el campo de exterminio más grande de todos los tiempos, escuchan el dolor de los amputados sin antibióticos ni morfina.

Se trata de derrotarlos moralmente para que abandonen por fin su tierra.

Lejos de manifestar la menor autocrítica sobre su racismo descontrolado, Israel provoca a Siria, Líbano e Irán. Uno supone que los gobiernos de estos países no deberían jamás entrar en una guerra que de ninguna manera ganarían, salvo que sus gobiernos también sean manejables y colaboren con el desastre en ciernes.

El tema es que mientras Israel le dice a los palestinos que marchen al sur y los bombardean mientras marchan, y cuando llegan, los bombardearan, y además bombardean hospitales y apuntan a médicos, periodistas y toda persona con intenciones piadosas, y mientras en los hospitales derruidos cauterizan miembros sin anestesia, la humanidad entera se pregunta cómo puede suceder este disparate y que nadie haga nada.

Este disparate que va más allá de la razón no hay poder que lo enfrente. Es como si se hubieran desatado todos los infiernos ante nuestra impotencia.

Cada noche de bombardeos le cava una fosa más profunda a la ONU, que para colmo, fue la creadora de este disparate al permitirle a un grupo de fascistas hacer un País donde ya había un País. Cada noche de bombardeo le cava una fosa más profunda al sionismo, habida cuenta que es un nacionalismo.

Así que tenemos que parte del plan es destruir a la ONU para crear un nuevo organismo de control global.

Se trata de erosionar el concepto de soberanía nacional, pues como vemos, puede llevar a desatar las fuerzas asesinas que anidan en el hombre. Si un organismo internacional soluciona este disparate, saldrá vencedor el derecho internacional sobre los derechos nacionales, preámbulo necesario para una dictadura global.

¿Por qué cree el lector que se arrojaron sobre el Japón ya derrotado las bombas atómicas? La respuesta es bien sencilla: esas bombas se arrojaron contra toda la humanidad. El Poder hizo una clara manifestación de poder, como si dijera: "¿Ves el poder que tengo? Es inversamente proporcional al poder que no tenés vos."

Con los palestinos sucede lo mismo: se los amputa y mata para darnos una paliza a todos nosotros, ya que se supone que nada podemos hacer. Se los amputa y mata para que presionemos a un poder razonable y global que detenga esta inmundicia inaceptable.

Pero el plan macabro va más allá. Ayer fui a ver el bodrio del film "Oppenheimer". Es el mismo discurso que el otro bodrio llamado "Sin novedad en el frente". No se trata de mostrar el horror de la guerra y de la inteligencia al servicio del mal, sino de mostrar cómo el ser humano tiene una tendencia al mal que dejada en libertad, destruirá el planeta en una reacción en cadena.

La industria del cine prepara la dictadura global en donde gente racional, la más racional de todas las gentes, los científicos, logren dominar toda animalidad del hombre y su tendencia a la violencia, al egoísmo y la ruina.

El Titiritero prepara un futuro sin guerras, para lo cuál debe generar guerras, hambrunas, pestes, apagones cibernéticos y desastres a mansalva que lleven a la humanidad a lanzar un grito de socorro.

El panorama es desolador. Si alguien se alegra por la inevitable ruina del sionismo, le aviso que será sustituido por algo peor, pues los que crearon el sionismo decidieron que ya cumplió su rol histórico.

Vamos derecho a un mundo sin fronteras, sin guerras, sin políticos, sin propiedad privada, salvo la propiedad privada del capital financiero que será dueño de todo, y sin sexo, ya que la humanidad será criada en laboratorios.

¿Hay esperanzas para todos nosotros? Por supuesto que sí, pero no si seguimos los caminos trillados. Esos caminos llevaron al desastre. La verdad es que el mundo que vemos está en nuestra mente. Todo está en nuestra mente, lo que quiere decir que todo lo podemos cambiar, que todo lo podemos hacer.

De momento, el hombre, olvida el mayor poder que le ha sido dado, y que no es otro que la imaginación.

 

 

Marcelo Marchese
2024-04-12T07:42:00

Marcelo Marchese

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias