La flor en el desierto
Marcelo Marchese
09.09.2024
Una foto la muestra de pollerita con sus hermanos. Para ayudar a la madre, había que cantar. Del otro lado del océano, Édith Piaf, cantaba en la calle para vivir.
Todo en ella es genuino y sorprende antes que nada la sinceridad en cada nota. Es una sinceridad que conmueve, y cuando ataca las injusticias de un mundo podrido, siempre, como el Dante, lo antepone a su amor y reivindica su amor.
Cantaba, y pintaba, y hacía arte con barro, arpilleras y alambres, y hacía talleres para enseñar la música de su pueblo y ese arte con barro, arpilleras y alambres, y una vez soñó con una universidad de verdad, una Universidad Popular, por lo que montó una carpa inmensa y llamó a todos los que quisieran contribuir a hacer de cada cual del pueblo, un artista. Fue predicar en el desierto.
Como Debussy, como Bartók, como Stravinsky, como Syd Barrett, como Mateo, no transitó caminos hollados. Estos hablan lengua nueva, la vieja lengua olvidada, el misterio de la música.
Hoy de mañana me regaló el día. Será un gran día. Escribiré algo precioso. Es para mí la poeta de América, desde el Ártico al Antártico. Para mí, cuando llega la noche, es porque ella tiende un manto sobre América y cuando llega el día, es porque ella abre sus ojos y los tiende sobre América.
La cordillera es su columna vertebral y los ríos de América son sus venas. En cuanto a vos y yo, somos sus hijos. De tan generosa, eso, la consuela, pero sólo ansiaba una cosa: amar y ser correspondida.
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias