El vínculo con la muerte es el vínculo con la vida
Marcelo Marchese
06.12.2024
Donde uno mire observa la deriva de la humanidad hacia un remolino. La gente ya no acude a los cementerios, salvo, como paseo, pues las catedrales se transforman en shopping y los camposantos con sus esculturas en mármol y sus mensajes desgarradores escritos en piedra, en destinos turísticos.
Me dice alguien que vende flores frente a un cementerio, que los pobres gastan lo que no tienen, pero los ricos compran un clavel y regatean. No digo esto como crítica a los ricos, sino porque son la vanguardia de la nueva sensibilidad, así como lo que sucede en Europa sucederá aquí.
No tenemos vínculo con nuestros muertos, lo que significa que estamos desarraigados de nuestra vida.
En los últimos años descubrí que en los velorios, los ataúdes están cerrados. Pido a los deudos abrir la tapa para despedirme del muerto. No hay manera. Pregunto quién tomó la decisión: nadie sabe. O me mienten, o es la funeraria, todas las funerarias, las que toman esa decisión estúpida.
La idea del velorio es permitir el duelo. Uno ve al muerto, y al principio no lo reconoce, pues le falta algo, algo que ya no está, pero luego, se da cuenta que es él, y si lo toca o le da un beso de despedida, resulta que está helado, pero de un helado profundo que no alcanza el mármol.
Tampoco hay palabras de despedida. Algo del muerto ha convocado a la gente, todos se están haciendo preguntas, pero nadie dice nada, nadie despide al muerto y le habla a los vivos.
Siento, cuando alguien muere, su presencia, y entonces es el momento de decir adiós. Luego, se va. Leí hace poco, no sé si era el Dante o Blake o Sófocles, que al tercer día el alma se eleva, lo que me da otro argumento contra la cremación.
¿Por qué la gente decide cremarse? Les da pánico pensar en su cuerpo consumido por los gusanos, que es el destino natural de todos nosotros para volver a la vida. Lo ideal sería que te enterraran, pero no en un ataúd, sino en la tierra, cosa imposible: nos han arrebatado hasta la muerte.
La pandemia ha sido elocuente: el miedo a la muerte es la muerte en vida. Es el gran triunfo del progreso, cuando en las sociedades heroicas, se despreciaba el miedo a la muerte, como podés ver en Homero y como podés ver en Shakespeare.
El miedo a la muerte es el miedo a la vida, y el miedo a la vida es el miedo al sexo. Ahí tenemos a los veganos y su miedo a la muerte; ahí tenemos a los veganos y su vade retro al pecado de la carne.
La muerte es una función de la vida, ya que la vida es el sístole y el diástole, el aspirar y el expirar. Por eso todos los animales duermen, por eso todos mueren y dan vida a la vida. Por eso el héroe de occidente dio la vida por los demás. Si viviéramos por siempre no habría nada por qué luchar.
Es la fugacidad de la vida lo que nos hace amar la vida, ya que se ama lo escaso, lo precioso, aquello que no se encuentra.
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias