Yo bien, pero preocupada por el Frente

María Simón

23.02.2012

Es lo que contesté a alguna gente que, llena de buena intención, me daba casi condolencias.

Ahora lo desarrollo. Discúlpeseme que por unas líneas haga algo que mi familia entendía de mal gusto: hablar de uno mismo. Más allá de notas periodísticas les debo una explicación a algunos amigos, a algunos compañeros y a algunos desconocidos.

Como la mayoría de los frenteamplistas soy independiente en dos sentidos: en el de no pertenecer a un sector y en pensar en forma independiente. Las encuestas muestran que los frenteamplistas que se auto identifican como de un sector particular son apenas alrededor de un 15%. Naturalmente en los votos no se ven; el voto trata de dar gobernabilidad y entonces uno vota por algún sector, lo que hace que el sector mayoritario haya sido casi siempre cambiante de una elección a otra.

Era menor de edad cuando el golpe de estado y por lo tanto cuando la constitución del Frente, y me adherí desde ese tiempo como independiente; por motivos que no vienen al caso en realidad me hice independiente para adherirme.

Por motivos obvios voté más bien pocas veces. Fui Decana de mi Facultad (la de Ingeniería) durante 7 años, y por lo tanto inhibida de actuación política partidaria. No llegué a 8 porque en 2005, cuando ganó el FA en las elecciones nacionales, fui convocada para presidir ANTEL - empresa difícil porque no hay unanimidad dentro del propio FA sobre su enfoque y destino, seamos francos - y me pareció que después de tanto tiempo apoyando, explícita o implícitamente, no podía dar la espalda al FA.

En 2008 se me propuso pasar al Ministerio de Educación y Cultura - en cuanto a los acuerdos internos con cierto parecido con ANTEL, a la vista está - y, dada la naturaleza de temas que atiende ese ministerio (además de los que están en el nombre, ciencia y tecnología y justicia), que son tal vez los que me parecen más importantes para la construcción del futuro y la democracia, acepté con entusiasmo, consciente de las dificultades. Me importa tanto que también acepté en 2010 dar un paso al costado permaneciendo en el equipo del Ministerio.

Recientemente el Presidente me pidió otro paso al costado por motivos de equilibrios sectoriales y aprobando la gestión. No dije políticos sino sectoriales. Es lo mismo que dije a la prensa que me preguntó. No hay por qué decir más, porque de una conversación privada no se revela más que lo estrictamente necesario, que por otra parte es en este caso de naturaleza pública, como cualquier cambio en el poder ejecutivo. En esos días y los previos se esgrimieron algunos decires que no podían ser tomados en serio, pero la fuerza del desgaste y la acumulación de hechos parecidos puede llevar a un estado de indiferencia pública. Por eso hay que decir la verdad con la mayor delicadeza y respeto.

El presidente está en su derecho; la constitución del 66, que en eso no ha cambiado, es absolutamente presidencialista, como era de esperar después de un colegiado. Le agradecí y le agradezco el trato, los buenos conceptos y la franqueza. Son las reglas del juego. Me gustaría jugar con otras, no sólo en el Frente sino en el país. Tal vez todavía creía que al menos en el Frente eran otras. Terminé de hablar de mi pequeño caso, ya está, disculpen otra vez.

Los independientes.

No quisiera definirnos por la negativa, como "no sectorizados", sino por la independencia de criterio y la opinión, que no responde necesariamente a la de un grupo. No hace falta decir que no estamos en nuestra mejor época.

La salud del Frente, y por ende la del país, me preocupa entre otras cosas por la fuerte sectorización. Si se elige a las personas sobre todo por el sector al que pertenecen será por suerte –¡y ojalá la tengamos!- que sean adecuadas. Y me preocupa el rol y la consideración de los independientes. Mi caso es sólo un síntoma; vale apenas para empezar a hablar. El problema principal no es que estemos menos protegidos que otros a la hora de ocupar un cargo que –obviamente, porque no estábamos en ninguna lista– no es electivo y por lo tanto es de confianza. El asunto es que la sensibilidad de un 85% de los frenteamplistas no está representada. La sectorización llega también a los comités de base. Se cree que manteniendo el equilibrio entre sectores alcanza para la paz del gobierno. Es lo mismo que creer que acuerdos de cúpulas con otros partidos pueden pacificar o incluso unir a la sociedad alrededor de un tema, como por ejemplo la educación.

El convocar o no a los independientes tiene que ver con ganar las elecciones. Hemos oído lo del juego de la democracia y la alternancia en el poder, pero cuidado: apenas empezamos una transformación social a la que le falta muchísimo para ser estable y ensanchar su base de dirigentes (políticos, sociales, gremiales, ideológicos, artísticos, científicos), le falta más que mucho para ser irreversible. La salida de la pobreza o de la indigencia se logra por políticas asistenciales (y está bien pero eso es reversible), redistributivas, educativas. La verdadera salida lleva más de una generación. Por eso no es tan liviano perder las elecciones, porque esto recién empieza.

Tiene que ver con la participación y su forma. Muchos frenteamplistas se sienten fuera, piensan que hay componendas que no entienden o rechazan, se sienten con un nudo en la garganta en ambos sentidos (el de no poder hablar y el de estar angustiado). Reconozcamos que el ambiente es un tanto expulsivo. Al grito de "Uno por sector, compañeros" a muchos nos han vedado el paso. Es que cuando no se puede o no se quiere pensar cualitativamente, la aritmética sustituye al juicio. Como a veces el "uno por área" de la querida Universidad. Ese tipo de representación no sólo deja a muchos afuera sino, lo que es igualmente malo, hace que los que actúan lo hagan como representantes de lo que toque y no por el bien común, la calidad académica o artística o la que sea. Por eso me refiero a la participación pero también a su modalidad.

Los intelectuales.

Ni todos los independientes son intelectuales ni viceversa. Pero la falta de convocatoria y de participación se extiende a los intelectuales, que también eran buscados por sectores fuertes pero en este momento más bien miran de afuera. A veces por opción personal, a veces por sentir que el esfuerzo es estéril. El fenómeno se parece.

En los 70 tempranos (en mi caso en el liceo) discutíamos mucho sobre la revolución y los intelectuales; hubo una preciosa polémica en Marcha sobre revolución del arte y arte de la revolución. Sigo creyendo que quien hace arte ayuda a desvelar la condición humana y a profundizarla, como quien crea conocimiento ayuda a desvelar la naturaleza del universo y que son haceres liberadores.

En el programa del Frente hacen falta. Una elite en el sentido de avanzada tiene un rol a cumplir y no va en contra de la democracia, sobre todo si tiene conciencia de tal y de sus deberes. No deja de ser curioso cómo a nadie le parece mal hablar de deporte o deportistas de elite y sin embargo un discurso mal entendido sobre la democratización de la cultura genera desconfianza sobre la elite intelectual. Cuando Lula era dirigente metalúrgico un grupo de estudiantes universitarios le preguntó cómo se podían acercar o servir mejor a la clase obrera; les dijo que de muchas maneras, pero sobre todo siendo buenos universitarios.

Los intelectuales tampoco deberían esperar que los llamaran, tienen que participar cada cual desde lo suyo y sobre todo sin aislarse. También para ellos vale que, al no ver frutos de su esfuerzo, se retiran a laboratorios o talleres y no participan, desde su visión, en la política. Los grupos de individuos aislados funcionan como minorías aunque sean numerosos. Algún amigo me dijo que es bueno volver a la academia. Claro que individualmente es bueno, pero si todos hacemos lo mismo volveremos a la situación de hace algunas décadas al menos, es decir para atrás.

Ahora nomás, elecciones internas.

Hay un acontecimiento en el futuro próximo: las elecciones en el FA. Sabemos de los peligros de las internas, que a veces han sido destructivas, véase unas cuantas intendencias. Eso sin contar que los otros también juegan y aprendieron a hacer un pre balotage si es necesario. El desinterés, la sensación de que el asunto lo llevan otros y no puedo hacer nada, que se arreglen entre ellos, nos puede llevar a tener una votación escasa o muy escasa, lo que seria muy negativo. Las circunstancias me dan ciertas credenciales para convocar a votar. Al que les parezca mejor o menos malo, a votar sólo al Frente Amplio, pero a estar allí y dar testimonio. Tenemos un proyecto evolutivo. Tenemos que re elaborarlo y seguir el camino. Para eso precisamos a independientes e intelectuales.

El reglamento que vi no es de gran apertura, más bien muy poca; da para que el actual plenario, fuertemente sectorizado, filtre tres candidatos después de sus negociaciones, muy lejos del padrón abierto. Pero es algo.

¿Cuando ocurrió la transformación por la que los independientes perdieron relevancia? Desde la fundación y al menos durante la presidencia de Seregni para un grupo era un blasón tener en sus listas a un independiente de peso, aun renunciando a lugares para los propios.

Pienso que tiene que ver con la propia fuerza o debilidad de los sectores. Objetivamente hay poca participación, militancia, debate, elaboración. La situación del FA se reproduce al interior de los sectores, como es natural. Un sector débil tiene sobre todo que discutir sobre el poder inmediato, la constitución de las listas. Ergo, no llamarán a nadie de afuera, salvo por necesidad y en ese caso exigiendo compromisos fuertes.

Se enfrenta entonces la paradoja de crear un grupo de independientes, que en ese caso dejarían de serlo. Podría ser un grupo de elaboración sin listas electorales, que debería dar contenidos y reforzar (lejos de restar) a la actividad de los sectores. Invito a pensar en eso a amigos, compañeros y desconocidos que se sientan afines.

 

 

María Simón
2012-02-23T14:56:00

María Simón